Oficio de lecturas - Sábado de la semana XXXII - Tiempo ordinario



OFICIO DE LECTURA - SÁBADO DE LA SEMANA XXXII - TIEMPO ORDINARIO
De la Feria.

PRIMERA LECTURA

Año I:

Del libro del profeta Ezequiel     14, 12-23

SALVACIÓN DE LOS JUSTOS Y RUINA DE LOS PECADORES

    En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
    «Hijo de hombre, si un país peca contra mí cometiendo un delito, extenderé mi mano contra él, le cortaré el sustento de pan y le mandaré hambre, y extirparé de él hombres y animales. Si se encontrasen allí estos tres varones, Noé, Daniel y Job, por ser justos, salvarían ellos la vida -oráculo del Señor-. Si suelto por el país fieras salvajes que lo dejen sin hijos, para que quede devastado y sin nadie que lo transite, por miedo a las fieras, aunque esos tres varones se encuentren allí, ¡por mi vida! -oráculo del Señor-, juro que no salvarán a sus hijos ni a sus hijas; ellos solos se salvarán y el país quedará devastado.
    Si mando la espada contra ese país, si ordeno a la espada que atraviese el país y extirpo de él hombres y animales, aunque se encuentren allí esos tres varones, ¡por mi vida! -oráculo del Señor-, juro que no salvarán a sus hijos ni a sus hijas, sino que ellos solos se salvarán. Si le envío la peste a ese país y derramo sobre él mi cólera, para extirpar de él hombres y animales, aunque se encuentren allí Noé, Daniel y Job, ¡por mi vida! -oráculo del Señor-, juro que no salvarán a sus hijos ni a sus hijas, sino que ellos solos, por ser justos, salvarán la vida.
    Pues así dice el Señor: ¡Cuánto más cuando yo mande mis cuatro fatídicas plagas: la espada, el hambre, las fieras salvajes y la peste, contra Jerusalén, para extirpar de ella hombres y animales! Si queda allí algún superviviente, hijos e hijas que hayan logrado evadirse adonde estáis vosotros, entonces, al ver su conducta y sus malas obras, os sentiréis aliviados de la catástrofe que mandé contra Jerusalén, de todo lo que mandé contra ella. Sí que os aliviarán: pues al ver su conducta y sus malas obras, caeréis en la cuenta de que no sin razón ejecuté en ella lo que ejecuté -oráculo del Señor-.»

Responsorio     Ga 6, 4-5; cf. Ez 14, 20

R. Que cada uno examine su propia conducta; y así encontrará en sí mismo motivos para gloriarse, y no en otros, * pues cada uno debe llevar su propia carga.
V. Aunque se encuentren allí, en el país que ha pecado, Noé, Daniel y Job, no salvarán a sus hijos ni a sus hijas.
R. Pues cada uno debe llevar su propia carga.


Año II:

Del primer libro de los Macabeos     3, 1-26

JUDAS MACABEO

    Cuando murió Matatías, le sucedió su hijo Judas, llamado Macabeo. Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le ofrecieron apoyo y sostuvieron con entusiasmo la guerra de Israel.
Él dilató la gloria de su pueblo; como gigante revistió la coraza y se ciñó sus armas de guerra. Empeñó batallas, protegiendo al ejército con su espada, semejante al león en las hazañas, como cachorro que ruge sobre su presa. Persiguió a los impíos hasta sus rincones, dio a las llamas a los perturbadores de su pueblo. Por el miedo que les infundía, se apocaron los impíos, se sobresaltaron todos los que obraban la iniquidad; la liberación en su mano alcanzó feliz éxito.
    Amargó a muchos reyes, regocijó a Jacob con sus hazañas: su recuerdo será eternamente bendecido. Recorrió las ciudades de Judá, exterminó de ellas a los impíos y apartó de Israel la cólera. Su nombre llegó a los confines de la tierra y reunió a los que estaban perdidos.
    Apolonio reunió gentiles y un numeroso contingente de Samaria para llevar la guerra a Israel. Judas, al tener noticia de ello, salió a su encuentro, lo venció y lo mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a la fuga. Recogido el botín, Judas tomó para sí la espada de Apolonio y en adelante entró siempre en combate con ella. Serón, capitán del ejército de Siria, al saber que Judas había congregado en torno suyo una multitud de fieles y gente de guerra, se dijo:
    «Conseguiré un nombre y alcanzaré gloria en el reino atacando a Judas y a los suyos, que desprecian las órdenes del rey.»
    Partió, pues, a su vez, y subió con él una potente tropa de impíos para ayudarlo a tomar venganza de los hijos de Israel. Cuando se aproximaba a la subida de Bet-Jorón, le salió al encuentro Judas con unos pocos hombres. Al ver éstos el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas:
    «¿Cómo podremos combatir, siendo tan pocos, con una multitud tan grande y tan fuerte? Además estamos extenuados por no haber comido hoy en todo el día.»
    Judas respondió:
    «Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos. Al cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos; que en la guerra no depende la victoria de la muchedumbre del ejército, sino de la fuerza que viene del cielo. Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad con intención de destruirnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, y hacerse con nuestros despojos; nosotros, en cambio, combatimos por nuestras vidas y nuestras leyes; el Señor los quebrantará ante nosotros; no los temáis.»
    Cuando acabó de hablar, se lanzó de improviso sobre los enemigos, y Serón y su ejército fueron derrotados ante él. Los persiguieron por la pendiente de Bet-Jorón hasta la llanura. Unos ochocientos sucumbieron y los restantes huyeron al país de los filisteos. Comenzaron a ser temidos Judas y sus hermanos y el espanto se apoderó de los gentiles circunvecinos. Su nombre llegó hasta el rey y en todos los pueblos se comentaban las batallas de Judas.

Responsorio     1M 3, 20. 22. 19. 21. 22

R. Ellos vienen contra nosotros rebosando insolencia e impiedad; pero vosotros no los temáis: * no depende la victoria de la muchedumbre del ejército, sino de la fuerza que viene del cielo.
V. Nosotros combatimos por nuestras vidas y nuestras leyes; el Señor los quebrantará ante nosotros.
R. No depende la victoria de la muchedumbre del ejército, sino de la fuerza que viene del cielo.


SEGUNDA LECTURA

De la Homilía de un autor del siglo segundo
(Cap. 18, 1-20, 5: Funk 1, 167-171)

PRACTIQUEMOS EL BIEN, PARA QUE AL, FIN NOS SALVEMOS

    Seamos también nosotros de los que alaban y sirven a Dios, y no de los impíos, que serán condenados en el juicio. Yo mismo, a pesar de que soy un gran pecador y de que no he logrado todavía superar la tentación ni las insidias del diablo; me esfuerzo en practicar el bien y, por temor al juicio futuro, trato al menos de irme acercando a la perfección.
    Por esto, hermanos y hermanas, después de haber escuchado la, palabra del Dios de verdad, os leo esta exhortación para que, atendiendo a lo que está escrito, nos salvemos todos, tanto vosotros como el que lee entre vosotros; os pido por favor que os arrepintáis de todo corazón, con lo que obtendréis la salvación y la vida. Obrando así serviremos de modelo a todos aquellos jóvenes que quieren consagrarse a la bondad y al amor de Dios. No tomemos a mal ni nos enfademos tontamente cuando alguien nos corrija con el fin de retornarnos al buen camino, porque a veces obramos el mal sin darnos cuenta, por nuestra doblez de alma y por la incredulidad que hay en nuestro interior, y porque tenemos sumergido el pensamiento en las tinieblas a causa de nuestras malas tendencias.
    Practiquemos, pues, el bien, para que al fin nos salvemos. Dichosos los que obedecen estos preceptos; aunque por un poco de tiempo hayan de sufrir en este mundo, cosecharán el fruto de la resurrección incorruptible. Por esto, no ha de entristecerse el justo, si en el tiempo presente sufre contrariedades; le aguarda un tiempo feliz; volverá a la vida junto con sus antecesores y gozará de una felicidad sin fin y sin mezcla de tristeza.
    Tampoco ha de hacernos vacilar el ver que los malos se enriquecen mientras los siervos de Dios viven en la estrechez. Confiemos, hermanos y hermanas: sostenemos el combate del Dios vivo y lo ejercitamos en esta vida presente, con miras a obtener la corona en la vida futura. Ningún justo consigue en seguida la paga de sus esfuerzos, sino que tiene que esperarla pacientemente. Si Dios premiase en seguida a los justos, la piedad se convertiría en un negocio; daríamos la impresión de que queremos ser justos por amor al lucro y no por amor a la piedad. Por esto los juicios divinos a veces nos hacen dudar y entorpecen nuestro espíritu, porque no vemos aún las cosas con claridad.
    Al solo Dios invisible, Padre de la verdad, que nos ha enviado al Salvador y Autor de nuestra incorruptibilidad, por el cual nos ha dado también a conocer la verdad y la vida celestial, a él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Responsorio     Sal 36, 27. 28. 1

R. Apártate del mal y haz el bien, * porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles.
V. No te exasperes por los malvados, ni envidies a los que obran el mal.
R. Porque el Señor ama la justicia y no abandona a sus fieles.


Oración

Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos libremente cumplir tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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