Éramos pocos y la abuela... ya se sabe












La Conferencia Episcopal de Estados Unidos iba a votar en los próximos días si se creaba una comisión para investigar las malas actuaciones de ciertos obispos en relación a los casos de abusos. Si se creaba, se iba a requerir a los obispos que se comprometieran a firmar unos estándares de comportamiento. Se ha dicho en la prensa que esa comisión iba a ser un ente independiente, completamente independiente.

El Vaticano se ha asustado con razón y ha pedido a los obispos de ese país que se posponga la votación. ¿Por qué? El juicio acerca de los obispos está en manos de la Santa Sede. Si ahora se crea un tribunal paralelo de laicos que juzgue a los obispos, es fácil entender que se va a producir un cambio en la tradición de la Iglesia. A partir de ahora, serían comisiones de laicos las que juzgarían a los pastores.

Se pueden añadir cláusulas acerca de que eso tendría que someterse al parecer del Vaticano, etc, etc. Pero, en la práctica, todos los obispos tendrían que someterse a esa comisión. Resulta impensable que un obispo se negara a colaborar con la comisión. Y a nadie se le escapa el escándalo que se produciría si una comisión declara culpable a un obispo y el Vaticano le declara inocente. Una nueva fuente de conflictos estaría servida. Por si fueran pocos los escándalos, uno más.

No sé en qué acabará este asunto. Pero yo me inclino a mantener la tradición de que los obispos sean juzgados por la Santa Sede. Si rompemos con la tradición de que los fieles no pueden juzgar canónicamente a sus padres espirituales, vamos a entrar en una dinámica cuya peligrosidad no se le escapa a nadie. Por supuesto que se puede decir que la comisión no juzgará a nadie, que solo investigará. Pero sus conclusiones serán, en la práctica, tan determinantes como un juicio.

Por supuesto que yo no me opongo de forma absoluta a la creación de una comisión de este tipo con los matices y reservas que la Santa Sede y la Conferencia Episcopal determinen. Pero hago notar que la solución no viene de la multiplicación de entes. Y menos todavía cuando ya existe una entidad encargada de investigar, recomendar y hasta juzgar a los obispos: la Santa Sede. Crear esa comisión independiente del Vaticano y de la Conferencia Episcopal sería una redundancia. 

¿Las cosas van a funcionar mejor por multiplicar los entes con las mismas funciones? No me opongo en absoluto, pero canónicamente no veo la conveniencia y sí los problemas que pueden derivar de la no sintonía entre los cuatro elementos afectados: el obispo concreto investigado, la Conferencia (que puede apoyarle), la comisión (que puede estar en contra) y la Santa Sede.

Por otra parte, los obispos de Estados Unidos ya hacen TODO lo que pueden para luchar contra los abusos sexuales. Los informes son claros. ¿Por qué ceder a la propaganda mediática y crear algo que todavía va a poder echar más madera a los hornos de la televisión?

Lo repito, no me opongo de forma absoluta a la creación de una comisión cuyo cometido canónico esté muy matizado. Pero la creación de esa comisión no es un acto que eclesiológicamente no tenga repercusiones. 

Por eso me parece muy bien que el Vaticano haya pedido que el tema no se vote ahora y que se le dé tiempo para estudiar la cuestión. Aunque ya se sabe que yo siempre estoy a favor del Vaticano.

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06:15

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