La liturgia diaria meditada - ¿Quién dice la gente que soy yo?, Tú eres el Mesías (Mc 8, 27-35) 16/09



Domingo 16 de Septiembre de 2018
24º Domingo durante el año
Verde

Martirologio Romano: Memoria de los santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires, acerca de los cuales el catorce de septiembre se relata la sepultura del primero y la pasión del segundo. Juntos son celebrados en esta memoria por el orbe cristiano, porque ambos testimoniaron, en días de persecución, su amor por la verdad indefectible ante Dios y el mundo (+252, 258 dC).

Víctimas ilustres de la persecución de Valeriano, respectivamente en junio del 253 y el 14 de septiembre del 258, son el Papa Cornelio y Cipriano el obispo de Cartago, cuyas memorias aparecen unidas en los antiguos libros litúrgicos de Roma desde mediados del siglo IV. Su historia, en efecto, se entrelaza, aunque sobresale más la imagen del gran obispo africano. .

Antífona de entrada          cf. Ecli 36, 18
Señor, concede la paz a los que esperan en ti, para que se compruebe la veracidad de tus profetas. Escucha la oración de tu servidor y la de tu pueblo Israel.

Oración colecta     
Míranos, Dios nuestro, creador y Señor del universo, y concédenos servirte de todo corazón, para experimentar los efectos de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Escucha nuestras súplicas, Señor, y recibe con bondad la ofrenda de tu pueblo, para que los dones presentados en honor de tu nombre sirvan para la salvación de todos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        cf. Sal 35, 8
¡Qué inapreciable es tu misericordia, Señor! Los hombres se refugian a la sombra de tus alas.

O bien:          1Cor 10, 16
El cáliz de bendición que bendecimos es la comunión con la Sangre de Cristo; y el pan que partimos es la comunión con el Cuerpo de Cristo.

Oración después de la comunión
Te rogamos, Dios nuestro, que el don celestial que hemos recibido impregne nuestra alma y nuestro cuerpo, para que nuestras obras no respondan a impulsos puramente humanos sino a la acción de este sacramento. Por Jesucristo, nuestro Señor.

1ª Lectura    Is 50, 5-9a
Lectura del libro de Isaías.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían. Pero el Señor viene en mi ayuda: Por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado. Está cerca el que me hace justicia: ¿Quién me va a procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio? ¡Que se acerque hasta mí! Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿Quién me va a condenar?
Palabra de Dios.

Comentario
El servidor de Yavhé no busca fuerza ni apoyo en los poderosos del mundo, sino que confía su causa a Dios. Dios lo sostiene, en medio del rechazo y de las burlas. Y así el servidor vive confiado, sostenido en Dios y realizando su plan.

Salmo 114, 1-6. 8-9
R. Caminaré en la presencia del Señor.

Amo al Señor, porque él escucha el clamor de mi súplica, porque inclina su oído hacia mí, cuando yo lo invoco. R.

Los lazos de la muerte me envolvieron, me alcanzaron las redes del Abismo, caí en la angustia y la tristeza; entonces invoqué al Señor: “¡Por favor, sálvame la vida!”. R.

El Señor es justo y bondadoso, nuestro Dios es compasivo; el Señor protege a los sencillos: Yo estaba en la miseria y me salvó. R.

Él libró mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída. Yo caminaré en la presencia del Señor, en la tierra de los vivientes. R.

2ª Lectura    Sant 2, 14-18
Lectura de la carta del apóstol Santiago.
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: “Vayan en paz, caliéntense y coman”, y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: Si no va acompañada de las obras, está completamente muerta. Sin embargo, alguien puede objetar: “Uno tiene la fe y otro, las obras”. A éste habría que responderle: “Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe”.
Palabra de Dios.

Comentario
El ejemplo que pone la carta es claro y contundente. A cada instante tenemos ocasión de hacer buenas obras. Que esas buenas obras sean el signo de nuestra fe.

Aleluya        Gál 6, 14
Aleluya. Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo. Aleluya.

Evangelio     Mc 8, 27-35
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le respondieron: “Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas”. “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro respondió: “Tú eres el Mesías”. Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: “¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”. Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará”.
Palabra del Señor.

Comentario
Pedro contestó con impulsividad y convicción. Pero aún le faltaba comprender el alcance de la palabra Mesías. Jesús era el Ungido de Dios, pero no realizaría su mesianismo con ejércitos ni imperios, sino desde el servicio y el sufrimiento. También nosotros, como Pedro, necesitamos renunciar a las expectativas triunfalistas para ser una Iglesia servidora y dispuesta a compartir el sufrimiento de los hombres.

Oración introductoria 
Jesús, al igual que Pedro no me gusta, en muchas ocasiones, el camino que debo recorrer para aspirar a la santidad. Por eso hoy, con mucha fe y esperanza, te busco en la oración para suplicarte me concedas llegar a percibir tus sentimientos y conocer a fondo tu corazón. Que el centro de mi oración seas Tú, y no tanto mis problemas o dificultades personales. 

Petición 
Señor, que sepa reconocerte siempre como tu instrumento, porque Tú eres la única fuente que emana el bien que puedo hacer. 

Meditación 

1. ¿Quién dice la gente que soy yo? ¿En qué clase de Mesías creemos nosotros? Es esta una pregunta que nosotros debemos hacernos frecuentemente a nosotros mismos. Porque los mismos apóstoles tuvieron que hacérsela a sí mismos muchas veces, después de la muerte del Maestro. En un principio los apóstoles creían en un Mesías triunfante y arrollador, que instauraría un reino de Dios en el que ellos serían los primeros ministros. Y cuando Jesús les dice que no va a ser así, sino que el Mesías tendría que padecer mucho, ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días, Pedro le increpa seriamente y trata de corregirle. Jesús responde a Pedro airadamente y le increpa: “¡Quítate de mí vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios”! ¡“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”!

2. ¿En qué clase de Mesías creemos nosotros? También nosotros, en muchas ocasiones, tendemos a pensar como Pedro: que Cristo está ahí para resolvernos los posibles problemas que tengamos, sea la salud, o el trabajo, o la familia…etc. Esto es algo bastante normal entre nosotros, pero debemos pensar en la respuesta que Cristo dio a Pedro: “él quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga”. Esto no quiere decir que Cristo no sepa premiar las obras buenas de los que le siguen y que sólo prometa cruz y dolor. La religión cristiana no puede ni debe ser una religión victimista; también Cristo ha prometido a los que le siguen obtener en esta vida cien veces más y, después, la vida eterna. Debemos saber que, como Cristo, también nosotros tendremos en esta vida nuestra propia pasión, pero no debemos dudar que el final será siempre la resurrección gloriosa. ¡Por la cruz a la luz! Con esta esperanza firme debemos vivir.

3. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién peleará contra mí? Como el profeta Isaías, también los cristianos debemos saber sufrir las adversidades de esta vida con valentía y esperanza cristiana: el Señor nos ayudará. A Cristo los cristianos le identificamos muchas veces con el siervo de Yahvé del Antiguo Testamento: el que no se echó atrás ante el sufrimiento, sino que precisamente el sufrimiento le ayudó a fortalecer más su fe en Dios. ¡Dichosos nosotros si sabemos aceptar el sufrimiento con la misma actitud y confianza del siervo de Yahvé! Cristo así lo hizo y nosotros, si queremos de verdad seguir a Cristo, así deberemos hacerlo. Repito, no se trata de ser victimistas, ni buscar el dolor por el dolor, sino de saber aceptar el dolor que, por las circunstancias que sea, nos trae la vida. Dios quiere que seamos felices también en esta vida, sabiendo aceptar el dolor necesario con actitud verdaderamente cristiana: Cristo va a estar siempre junto a nosotros.

4. ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? El ejemplo que pone aquí el mismo apóstol Santiago es muy clarificador: si un pobre que necesita de verdad mi ayuda me pide que le ayude, la única respuesta verdaderamente cristiana es ayudarle. Cuando Pablo les decía a los primeros cristianos que lo que les salvaba era la fe en Cristo y no las obras, se refería, casi siempre, a las obras de la ley judía. Después de la vida, pasión y resurrección de Cristo, lo que les salvaba, también a los judíos, no eran ya las obras de la ley mosaica, sino la fe en Cristo. Pero la fe en Cristo supone siempre el seguimiento de Cristo y Cristo fue siempre una persona misericordiosa y que predicó las obras de misericordia. Así lo hizo él y así quiere que lo hagamos sus seguidores. 

Propósito 
Renunciar a algo que me cuesta mucho, y ofrecerlo a Dios por aquellas personas que han perdido su fe. 

Diálogo con Cristo 
Gracias, Señor, porque siendo Hijo de Dios, has dado tu vida por mí, porque me amas. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu Palabra. Tú me conoces, sabes de mi debilidad, de mi temor al sacrificio, al dolor, por eso confío en Ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone. 

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