Domingo 18 de Marzo de 2018
V de Cuaresma
V de Cuaresma
Morado
Semana I para el Salterio.
Semana I para el Salterio.
Martirologio Romano: San Cirilo, obispo de Jerusalén y doctor de la Iglesia, que a causa de la fe sufrió muchas injurias por parte de los arrianos y fue expulsado con frecuencia de la sede. Con oraciones y catequesis expuso admirablemente la doctrina ortodoxa, las Escrituras y los sagrados misterios (+444 dC).
Antífona de entrada cf. Sal 42, 1-2
Hazme justicia, Señor, y defiende mi causa contra la gente sin piedad: líbrame del hombre falso y perverso, Señor, porque tú eres mi Dios, mi fortaleza.
Oración colecta
Señor y Dios nuestro, te rogamos que tu gracia nos conceda participar generosamente de aquel amor que llevó a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Escúchanos, Dios todopoderoso, y por este sacrificio purifica a estos hijos tuyos que has iniciado en la fe cristiana. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Jn 12, 24
Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
Oración después de la comunión
Dios todopoderoso, concédenos que podamos contarnos siempre entre los miembros de Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre hemos recibido. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Oración sobre el pueblo (Facultativa)
Padre, bendice a tu pueblo que espera en tu misericordia y concédele que obtenga lo que desea por tu inspiración. Por Jesucristo, nuestro Señor.
1ª Lectura Jer 31, 31-34
Lectura del libro de Jeremías.
Llegarán los días –oráculo del Señor– en que estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. No será como la Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño –oráculo del Señor–. Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días –oráculo del Señor–: Pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: “Conozcan al Señor”. Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande –oráculo del Señor–. Porque yo habré perdonado su iniquidad y no me acordaré más de su pecado.
Palabra de Dios.
Comentario
Si viviésemos en verdad la alianza del Señor, escucharíamos en nuestro interior su voz, su ley, su Palabra. Y eso mismo nos haría vivir de acuerdo con su voluntad.
Salmo 50, 3-4. 12-15
R. Crea en mí, Dios mío, un corazón puro.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! R.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga: yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti. R.
2ª Lectura Heb 5, 7-9
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a Aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.
Palabra de Dios.
Comentario
El autor de la carta a los Hebreos reconoce que Jesús atravesó por la escuela del dolor. Esto no porque el Padre fuese cruel con él, sino porque no le negó nada de la humanidad de la que es heredero. Jesús tuvo que aprender a sufrir, a darle sentido al dolor, a aceptarlo y encontrar en el mismo dolor el camino de sanación.
Aclamación Jn 12, 26
“El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor”, dice el Señor.
Evangelio Jn 12, 20-33
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Había unos griegos que habían subido a Jerusalén para adorar a Dios durante la fiesta de Pascua. Estos se acercaron a Felipe de Betsaida de Galilea, y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. Él les respondió: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada. ¿Y qué diré: “Padre, líbrame de esta hora”? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!”. Entonces se oyó una voz del cielo: “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar”. La multitud, que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”. Jesús respondió: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”.
Palabra del Señor.
Comentario
Jesús se siente trigo, se sabe pan, se reconoce alimento. Así le da sentido a su vida y a su muerte, porque en ambas situaciones se puede ser alimento para el mundo. Jesús murió como vivió: entregando su vida como pan.
Oración introductoria
Jesús, este día quiero agradecerte por permitirme vivir un día más y por todos los beneficios que me das constantemente. Te pido las fuerzas necesarias para que en este momento de oración pueda hacer una verdadera experiencia de tu amor y me comprometa a vivir con más entusiasmo mi vida como católico.
Jesús, permíteme ser un consuelo para tu Santísimo Corazón y no me dejes solo nunca.
Meditación
1.- Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Lo más normal y corriente es que Dios se valga de personas, o acontecimientos, para comunicarse con los hombres. Es verdad que ha habido siempre personas santas y místicas que, en un momento determinado, se han comunicado directamente con Dios, pero la mayor parte de las personas nos comunicamos con Dios a través de mediadores y mediaciones. El principal mediador para nosotros, los cristianos, es Jesucristo; por medio de Cristo nos comunicamos los cristianos con Dios. Pero hasta Cristo nos han llevado nuestros padres, o educadores, o personas buenas a las que hemos escuchado, o algún libro, o algún acontecimiento especial. En el evangelio de este domingo se nos dice que Andrés y Felipe llevaron a algunos gentiles hasta Jesús y que Jesús dijo que al que le siguiera y le sirviera a él, su Padre les premiaría. La misión del mediador es llevar a las personas hasta Dios. Pero el buen mediador no busca nunca su propia gloria, sino la gloria de Dios. Cristo, como el grano de trigo, tuvo que morir, para, con su pasión y resurrección, llevarnos a todos hasta su Padre, Dios. Por eso, es su Padre, desde el cielo, el que dice, para que los discípulos de Jesús lo oigan: Lo he glorificado y volveré a glorificarlo. Se refiere, evidentemente, a la resurrección de Cristo, después de su pasión. Esta es nuestra misión como mediadores de Dios: estar dispuestos a dar hasta nuestra propia vida, para que otras personas se encuentren con Dios. La misión del buen mediador cristiano es una misión maravillosa y privilegiada, pero sin humildad y espíritu de sacrificio no puede haber auténtica mediación cristiana.
2.- Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones… Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Por boca del profeta Jeremías el Señor anuncia a su pueblo una Alianza nueva, que no consistirá en leyes escritas, como la alianza que hizo el Señor con Noé, Abrahán, Moisés, David… Esta nueva alianza será una alianza vivida y sentida dentro del corazón, cada uno oirá la voz del Señor en su propia conciencia. A esto debemos aspirar todos nosotros, a oír la voz de Dios en el interior de nuestro propio corazón. No serán las leyes escritas las que nos moverán al cumplimiento de la ley y a hacer la voluntad de Dios, sino el convencimiento y el sentimiento interior de nuestra filiación divina, de nuestra relación directa con nuestro Padre Dios. Debemos aspirar a conocer a Dios y, sobre todo, a amarle y obedecerle. Jesús de Nazaret, el Cristo, resumirá toda la ley en amar a Dios y al prójimo, es la auténtica nueva alianza, que Cristo hizo con el sacrificio de su propia vida, ofreciéndosela al Padre, para el perdón de todos nuestros pecados. Nuestra vida, como la de Cristo, deberá ser un sacrificio de alabanza al Padre, prometiéndole siempre obediencia y amor. Así es para los cristianos esta nueva alianza; una alianza escrita en nuestros corazones, hecha en Cristo y por Cristo, una alianza nueva que, como la de Cristo, es fruto exclusivo del amor a Dios y al prójimo en Dios.
3.- Cristo, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen, en autor de salvación eterna. Cristo nos enseñó con su propia vida que el camino que nos lleva hasta el Padre es, muchas veces, un camino de sufrimiento aceptado con amor. No amamos cualquier sufrimiento, amamos sólo el sufrimiento redentor, el sufrimiento que es camino necesario para la salvación, y lo aceptamos por amor. No sólo el sufrimiento que nos salva a nosotros, sino un sufrimiento que salve a cualquier persona oprimida o esclavizada. Cristo no murió para salvarse a sí mismo, sino para salvar a los demás. El cristianismo está lleno de personas que han sacrificado su vida por los demás: mártires, misioneros, cualquier persona buena que ha pasado por este mundo haciendo el bien, como así lo hizo Jesús. En esto consiste nuestro compromiso cristiano, en pasar por la vida haciendo el bien, aunque para esto muchas veces tengamos que aceptar sufrimientos y dolores. Lo haremos siempre con amor, porque así lo hizo Cristo, nuestro Redentor y nuestro Maestro.
4.- Servir a Cristo. Jesús nos propone negarnos a nosotros mismos, aborrecernos en este mundo para guardarnos para la vida eterna. Es decir, adquirir la libertad interior que nos permita servirle a Él. ¿Qué es servir a Cristo? simplemente... seguirle. San Agustín, comentando este texto nos dice que sirven a Cristo los que no buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo. Quien dice que permanece en Cristo debe caminar como El caminó. Para servir a Cristo hay que hacer sus mismos servicios: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, hospedar al forastero, visitar al enfermo y al que está en la cárcel. Y ésta es una tarea que podemos realizar todos, no solo a los obispos o sacerdotes. Y a quien sirva a Cristo de este modo, concluye San Agustín, "el Padre le honrará con el extraordinario honor de estar con su Hijo y su felicidad será inagotable" (Comentarios al evangelio de San Juan 51, 9-13)
Propósito
Hoy voy a tener un momento de oración antes de dormir, para agradecer a Dios el que me haya salvado con su muerte y resurrección.
Diálogo con Cristo
Jesús, quiero amarte siempre, dando mi vida por ti, entregándome en mi vida diaria y cumpliendo todos mis deberes con la perfección que Tú lo harías. En esta Cuaresma, quiero acompañarte en todo momento.Cuenta conmigo para lo que quieras. Aunque a veces no me den las fuerzas, sé que en Ti las encontraré, y cuando te tenga a ti, todo lo podré, porque contigo todo se puede. Gracias por dar tu vida por mí. Gracias por ser mi Salvador. Por ti voy a vivir este día con alegría y entusiasmo. ¡Jesús, en ti confío!
"Quien a Dios busca queriendo continuar con sus gustos,
lo busca de noche y, de noche, no lo encontrará "
(San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 3, 3).
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