Si uno observa los vídeos de los amantes de las conspiraciones mundiales, hay varios temas que les resultan muy caros. Ciertamente, como buenos cristianos, aman mucho a la familia; eso se ve lo mucho que aparece en sus vídeos la familia Rothschild y la Rockefeller.
Curiosamente, no deben tener tiempo para echar una hojeada a Forbes y aprender cuáles son las familias de los más ricos de nuestra época y no de hace un siglo. Deben pensar que los ricos guardan sus bolsas de monedas dentro de colchón y que los que aparecen en Forbes son para despistar. Les parecerá increíble, pero John Davison Rockefeller murió en 1937.
Otro tema muy querido para estos “especialistas” es el del microchip. Si me dieran un euro por cada vídeo que veo en el que me aseguran que en menos de cinco años lo llevaremos todos. No tienen ni idea de que el microchip como medio de identificación personal está totalmente superado por los modernos métodos de reconocimiento facial.
Otro asunto muy repetido es el del supuesto poder de la reina de Inglaterra, que se ha convertido en el perejil de todas las salsas masónicas. El uso de esta especia indispensable de toda buena receta conspiranoica olvida que la monarca inglesa es una verdadera creyente en Jesús. Es de todos bien conocido que conforme su país se ha vuelto más secular, sus mensajes de navidad se han convertido progresivamente en una ocasión donde afirmar tan breve como gloriosamente su fe en Cristo. No era así al principio, pero en los últimos 17 años, sus mensajes han incluido una explicación de su fe personal:
Otro tema que es un clásico es si el Papa apretó la mano a tal o cual persona, poniendo el dedo un poco más arriba o un poco más abajo, el índice algo separado del dedo corazón o, por el contrario, demasiado juntos. Este tema de los saludos masónicos me parece tan objetivo e indudable que no puedo excusarlo por más que me esfuerce: me parece la prueba definitiva para suspender toda obediencia a la sede de Pedro.
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