Mi querida torre parroquial, que me da voz para convocar a mi feligresía, para rezar y para gozar y para llorar, según lo piden las necesidades y acontecimientos vitales de este singular rincón de La Rioja.
Eres austera, sencilla y entrañable y tus cigüeñas te hacen revivir cada año, dándote vuelos de altura, a los que ponen música tus cuatro sonoras campanas.
Mi vieja y querida torre tan bien plantada en el cielo!
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