julio 2017

11:27

Algo estudié de pedagogía y algo de programación por objetivos. Tengo entendido que lo interesante es tener un gran objetivo general, y luego objetivos parciales, medios, estrategias, evaluación y corrección de errores. No sé si técnicamente es muy perfecto, pero yo creo que se me entiende.

Momento de pensar en la programación de diócesis y parroquias, porque no hay forma de plantearse nada serio si para empezar no tenemos clara la meta final. A ver, antes de nada, ¿dónde queremos llegar al final del proceso? Es que me leo programaciones, objetivos, y todo es un dar vueltas a la noria sin rematar la faena. Ya saben: formar agentes de pastoral, crear una comunidad parroquial unida, solidaridad con el débil, acompañamiento a las familias, grupos de oración, grupos de formación, grupos… Convertir la eucaristía en el centro… Está bien, pero me falta algo.

Hace ahora unos días vinieron dos personas a la parroquia con el generoso propósito de ofrecerse para colaborar en la pastoral parroquial todo lo que sea menester. Las dos personas y posiblemente más. Fantástico. Gloria a Dios. Me preguntaron: usted en la parroquia, ¿tiene marcado algún objetivo, alguna prioridad? Sí, contesté sin dudarlo: el objetivo de la parroquia es que un día podamos encontrarnos todos, feligreses y párroco, en el cielo. Se quedaron en silencio.

¿O es que acaso podemos tener otro? Mi único objetivo, como sacerdote, es llevarlos al cielo, ir juntos al cielo. Lo otro, todo lo demás, por muy preparado y bien realizado que esté, son medios para ello. Por eso, si se nos olvida el objetivo fundamental, lo mismo nos pasamos toda la vida tocando el violón, el saxofón, el trombón y el bandoneón.

Ayer se lo dije en la homilía: al cielo, juntos, todos. Porque si nos encontramos en el cielo, habremos salvado la vida. Y si no es así, habremos fracasado estrepitosamente. Humanamente podemos ser la parroquia más chachi guay: jóvenes, niños, adultos, misas llenas, grupos de teatro, macramé, Cáritas a tope, teatro, cine fórum, escuela de padres, grupo de liturgia, coros. Perfecto. Pero todo eso, para llegar al cielo juntos. Para abandonar el pecado, renunciar a nosotros mismos, volvernos del todo a Cristo, vivir la vida de la gracia y llegar un día a la gloria eterna. El gran éxito del párroco es poder acudir a la cabecera de un enfermo, confortarle con los santos sacramentos, dale la bendición y enviarlo para arriba.

Supongo que estoy hablando de cosas de otra época. Quién sabe. Ayer lo exponía en la homilía. Por cierto, estos días estoy solo en la parroquia por las vacaciones de mi compañero, así que imposible confesar durante las misas. No pasa nada. Al acabar la misa de las 19:30 dije: ya ven que durante la misa no podemos confesar porque estoy solo. Ahora bien, si alguien quiere confesar después de misa, a su disposición me tienen. Me dieron casi las diez de la noche. Buena tarde la de ayer domingo.

Demasiadas veces oigo y leo eso de que lo que la iglesia tiene que hacer es estar con los pobres, acoger a los refugiados, poner el bálsamo de la misericordia en la vida, defender a los pueblos indígenas, acompañar a los débiles. Me parece una memez lo diga quien lo diga. Lo que la iglesia tiene que hacer es anunciar el evangelio, llamar a la conversión y enseñar el camino del cielo. 

Jorge: hay que estar con los pobres. No. Hay que estar con todos para salvar a todos, y llevar al cielo a todos. 

Definitivamente, mi futuro eclesial es escaso.

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Martes 01 de Agosto de 2017
San Alfonso María de Ligorio,
obispo y doctor de la Iglesia
(MO). Blanco.

Alfonso nació en Nápoles (Italia), en 1696. Siendo un abogado famoso, a los 19 años abandonó esta profesión para dedicarse al servicio de los pobres de los barrios periféricos. A los 30 años fue ordenado sacerdote y a los 36 fundó la Congregación del Santísimo Redentor, conocida actualmente como los Redentoristas. Fue nombrado obispo a los 60 años y en su ancianidad fue recibido por sus hijos espirituales en una casa cerca de Nápoles, donde murió el 1º de agosto de 1787, a los 91 años. Autor de obras de profundo contenido espiritual y teológico, fue canonizado en 1832 y declarado doctor de la Iglesia en 1871.

Antífona de entrada         Cf. Eclo 15, 5
El Señor lo colmó del espíritu de sabiduría y de inteligencia, y lo revistió de su gloria, para que anunciara su palabra en medio de la Iglesia.

Oración colecta    
Dios nuestro, que suscitas continuamente en tu Iglesia nuevos ejemplos de santidad, concédenos imitar de tal modo el celo por las almas que animó al obispo san Alfonso María, que podamos alcanzar con él la recompensa del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo...

Oración sobre las ofrendas       
Señor, enciende en nuestros corazones el fuego del Espíritu, que concediste a san Alfonso María para celebrar estos misterios y presentarse ante ti como ofrenda santa. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión      Cf. Lc 12, 42
Este es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su casa para distribuir la ración de trigo en el momento oportuno.

Oración después de la comunión
Señor Dios, que constituiste a san Alfonso María predicador y fiel ministro de tan santo misterio, concédenos que tus fieles participemos frecuentemente de este sacramento, y, al recibirlo, te alabemos eternamente. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Éx 33, 7-11; 34, 5b-9. 28
Lectura del libro del Éxodo.
Moisés tomó la Carpa, la instaló fuera del campamento, a una cierta distancia, y la llamó Carpa del Encuentro. Así, todo el que tenía que consultar al Señor debía dirigirse a la Carpa del Encuentro, que estaba fuera del campamento. Siempre que Moisés se dirigía hacia la Carpa, todo el pueblo se levantaba, se apostaba a la entrada de su propia carpa y seguía con la mirada a Moisés hasta que él entraba en ella. Cuando Moisés entraba, la columna de nube bajaba y se detenía a la entrada de la Carpa del Encuentro, mientras el Señor conversaba con Moisés. Al ver la columna de nube, todo el pueblo se levantaba, y luego cada uno se postraba a la entrada de su propia carpa. El Señor conversaba con Moisés cara a cara, como lo hace un hombre con su amigo. Después Moisés regresaba al campamento, pero Josué -hijo de Nun, su joven ayudante- no se apartaba del interior de la Carpa. Moisés invocó el Nombre del Señor. El Señor pasó delante de él y exclamó: “El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad. Él mantiene su amor a lo largo de mil generaciones y perdona la culpa, la rebeldía y el pecado; sin embargo, no los deja impunes, sino que castiga la culpa de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y cuarta generación”. Moisés cayó de rodillas y se postró, diciendo: “Si realmente me has brindado tu amistad, dígnate, Señor, ir en medio de nosotros. Es verdad que este es un pueblo obstinado, pero perdona nuestra culpa y nuestro pecado, y conviértenos en tu herencia”. Moisés estuvo allí con el Señor cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber. Y escribió sobre las tablas las palabras de la Alianza, es decir, los diez Mandamientos.
Palabra de Dios.

Comentario
“La palabra a menudo traducida por ‘compasivo’ deriva de la palabra hebrea que denota ‘seno’. Así, Madre Yahveh muestra por Israel la compasión que una madre ciertamente muestra por el hijo de sus entrañas”.

Sal 102, 6-13
R. ¡El Señor es bondadoso y compasivo!

El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos; él mostró sus caminos a Moisés y sus proezas al pueblo de Israel. R.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente. R.

No nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas. Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen. R.

Cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados. Como un padre es cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles. R.

Aleluya   
Aleluya. La semilla es la Palabra de Dios, el sembrador es Cristo; el que lo encuentra permanece para siempre. Aleluya.

Evangelio     Mt 13, 36-43
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña en el campo”. Él les respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y éstos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!”.
Palabra del Señor.

Comentario
Esta parábola nos habla de la paciencia y la misericordia de Dios. Él no arranca la cizaña apenas aparece, porque da tiempo al pecador para la conversión. Sólo al final, en el momento del juicio, quedará sellada la verdadera condición de cada cual.

Oración Introductoria
Dios mío, Señor de Misericordia, vengo a ponerme en tu presencia para pedirte que pongas tus palabras y tu mensaje en mi corazón para que sepa darte el fruto que Tú buscas en mí. Aumenta mi fe para verte en mi vida y en los demás; aumenta mi esperanza para vivir con alegría deseando estar contigo en la eternidad; y aumenta mi amor para nunca abandonarte ni dejarte solo porque Tú nunca me abandonas ni te apartas de mí.

Petición
Corazón de Jesús traspasado de amor por mí, inflama mi corazón de amor por ti. Dame tu gracia para darte mi vida; dame tus dones para darte mis acciones y darte gloria por siempre.

Meditación 

San Agustín, comentando esta parábola, observa que "primero muchos son cizaña y luego se convierten en grano bueno". Y agrega: "si éstos, cuando son malos, no fueran tolerados con paciencia, no lograrían el laudable cambio". Éste era el objetivo que Jesús se planteaba con su predicación. 

Jesús quiere que seamos la buena semilla que pertenece al Reino de Dios. Cuánto duele al Señor saber que muchos eligen el camino del mal y se apartan de Él; a nosotros también nos apena ver que efectivamente muchos se deciden por ser cizaña que ha sembrado el demonio. Satanás está en lucha contra Dios y contra los hombres, que busca constantemente que las almas se alejen de su Creador.

Pero Dios, el creador y dueño de campo que es el mundo, seguirá cuidando con mucha misericordia de su campo y trabajará no por arrancar la cizaña, sino para convertirla en bellas espigas que serán recogidas en la buena cosecha. Aunque en el mundo físico esto no es posible, sin embargo Dios puede hacer esto, pero necesita también de nuestra labor, de nuestras oraciones y nuestros sacrificios para ayudar a convertir a los pecadores.

Para nosotros esto es posible mientras hay vida, y una vez llegado el momento de rendir cuentas, Dios que nos persiguió con su amor infinito, nos evaluará con su infinita justicia. Pidamos a los ángeles, cosechadores del Señor, que ayuden a los seres humanos a obrar el bien y pertenecer al Reino de Dios. Hay que tener fe, porque en nuestra vida muchas veces luchamos por lo que no vemos, pero al final veremos por lo que luchamos: por Dios y su Reino.

El Señor nos dice que el que persevere hasta el fin, ése se salvará (Mt 10, 22). Este es el llamado a la perseverancia en el bien, en ser semilla buena que da fruto abundante en el campo del mundo creado por Dios. Pero la soberbia es la que puede descomponer la buena semilla que Dios ha sembrado, porque es asemejarse al maligno que se ha rebelado contra Dios, o como decía San Agustín, es hacerse perverso e imitador de los errores del diablo.

La cizaña será quemada en el día de la ciega. Este día final se le suele pintar con tintes tremendistas y catastróficos, infundiendo miedos y terrores. Para quien se ha esforzado en seguir la voluntad de Dios, aun a pesar de nuestras muchas deficiencias, debilidades y errores, no puede menos que esperar la misericordia y consideración por parte de Dios. No nos preparamos para un día de temor, sino para un día de esperanza y retribución. Si pensamos más frecuente en este día de la cosecha, sabremos vivir rectamente, incluso en las derrotas si van acompañadas de una sincera lucha y un sincero arrepentimiento. Así brillaremos también en este mundo con el fulgor de los hijos de Dios.

Propósito
Hoy rezaré mucho por la salvación de las almas del purgatorio, para que Dios, en su infinita bondad, mitigue los ardores de la purificación de estas almas que esperan con ansias el momento glorioso de su encuentro eterno con Dios.

Diálogo con Cristo
Señor, tuyo es el mundo porque Tú lo has creado, tuyo es el Reino porque tú lo has instaurado, tuyas son las almas porque Tú las has amado y salvado. Haz, Señor misericordioso, que no nos cerremos a tus palabras y a tu gracia. Transforma los corazones que se han alejado de ti para que no caigan en manos del enemigo que busca perderlos. También concede a mi alma ser la tierra fértil donde caiga la semilla de tu Palabra para que pueda dar fruto, para ayudar a otros y para hacer crecer tu Reino de paz, de vida y de gracia en mí y en el mundo entero.

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Fundador de los Misioneros Redentoristas 

Martirologio Romano: Memoria de san Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia, que insigne por el celo de las almas, por sus escritos, por su palabra y ejemplo, trabajó infatigablemente predicando y escribiendo libros, en especial sobre teología moral, en la que es considerado maestro, para fomentar la vida cristiana en el pueblo. Entre grandes dificultades fundó la Congregación del Santísimo Redentor, para evangelizar a la gente iletrada. Elegido obispo de santa Águeda de los Godos, se entregó de modo excepcional a esta misión, que dejaría quince años después, aquejado de graves enfermedades, y pasó el resto de su vida en Nocera de’Pagani, en la Campania, aceptando grandes trabajos y dificultades . 

Alfonso María de Ligorio (Marianella, Reino de Nápoles, 27 de septiembre de 1696 - Pagani, Reino de Nápoles, 1 de agosto de 1787). Religioso italiano, obispo de la Iglesia católica y fundador de la orden de los Redentoristas. Canonizado en 1839 y proclamado «Doctor de la Iglesia» en 1871, es el patrono de los abogados católicos, de los moralistas y de los confesores. Escribió más de 111 obras, entre las cuales cabe destacar el Tratado de Teología moral, escrito entre 1753 y 1755 y Las Glorias de María, escrito en 1750.

Sus primeros años
Bautizado con los nombres de Alfonso María Antonio Juan Francisco Cosme Damián Miguel Ángel Gaspar de Ligorio, fue hijo de José de Ligorio y Catalina Ana de Ligorio. Fue el primero de siete hermanos en el marco de una familia de la nobleza napolitana. De niño le visitó San Francisco de Jerónimo quien en una bendición anunció: «Este chiquitín vivirá 90 años, será obispo y hará mucho bien».

Ingresó en la Hermandad de la Nobleza aún joven y comenzó su formación intelectual aprendiendo los idiomas español, francés, griego y latín. También inició estudios de geografía, literatura, matemáticas, gramática, música, arquitectura, pintura y arte animado por su padre, quien deseaba que fuera un exitoso político. Siendo un adolescente de 12 años, en 1708, dados sus grandes conocimientos, se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Nápoles, y esta Facultad lo aceptó el 19 de marzo de ese año en el Colegio de Doctores.1 Como un caso excepcional, a los 16 años obtuvo con notas sobresalientes el grado de doctor en derecho civil y en derecho canónico.

El sacerdocio
Como abogado tuvo varios éxitos ya que inspiraba confianza en sus defendidos, persuadía mediante su elocuencia y un marcado desinterés por el dinero. Sin embargo, decidió apartarse de la profesión cuando defendió al Doctor Orsini contra el duque de Toscana. Cuando pensaba haber obtenido el triunfo de su cliente, le hicieron firmar una declaración amañada en la cual establecía que se había equivocado. Alfonso se retiró a su casa y se encerró en su cuarto durante tres días sin comer: solo se dedicó a rezar y a llorar.

Seguidamente hizo un retiro en el Convento de los Lazaristas y se confirmó en la cuaresma de 1722, lo cual reavivó su fervor religioso. El 28 de agosto de 1723, estaba visitando a los enfermos del Hospital de Incurables, cuando experimentó un llamado interior a renunciar a posesiones materiales y seguir a Jesucristo, reiterándose esta situación lo que le hizo dejar el Hospital y renunciar a su espada de caballero ante una imagen de María en la «iglesia de Santa María de la Redención de los Cautivos». Así decidió hacerse sacerdote ingresando como novicio en el Oratorio. Su padre, molesto ante el fracaso de los planes de matrimonio que concibió para su hijo, y por el rechazo de su hijo hacia la abogacía, ofreció una enérgica oposición de dos meses a la decisión de Alfonso. Finalmente, el padre le dio permiso de hacerse sacerdote, bajo la condición de que viviese en su casa, lo cual Alfonso aceptó, siguiendo el consejo de su director espiritual que era oratoriano. El 23 de octubre recibió el hábito clerical, y continuó con sus estudios sacerdotales en su casa.

Recibió las órdenes menores en diciembre de 1724, y el subdiaconado en septiembre de 1725. Fue ordenado diácono el 6 de abril de 1726, y poco después pronunció su primer sermón. El 21 de diciembre de 1726, a la edad de treinta años, fue ordenado sacerdote. Rápidamente obtuvo fama en Nápoles como predicador popular. Por un total de seis años se consagró a la evangelización de Nápoles y de su región.

Alfonso vivió los primeros años de su sacerdocio con la gente «sin techo» y la juventud marginada de Nápoles. Fue entonces cuando fundó las llamadas «Capillas del atardecer», organizadas por los propios jóvenes. Se trataba de lugares de oración, de comunidad, de escucha de las Sagradas Escrituras, de actividades sociales y de formación. Al momento de la muerte de Alfonso, el número de capillas activas alcanzó las 72, con más de 10.000 miembros.2

En 1729, Alfonso emprendió un circuito misionero más amplio. En el interior del entonces Reino de Nápoles, encontró gente mucho más pobre y abandonada que los niños y jóvenes que había visto hasta entonces en las calles de Nápoles.2 Su forma de predicar sencilla y directa («para que el campesino humilde pueda comprender el mensaje») tuvo fuerte influencia moral y espiritual en su audiencia.

La «Congregación del Santísimo Redentor»

El 9 de noviembre de 1732, Alfonso fundó la «Congregación del Santísimo Redentor», orden conocida hoy como Redentoristas.1 La congregación, que por 17 años se llamó «Congregación del Santísimo Salvador», comenzó a funcionar en un pequeño hospicio perteneciente a las monjas de Scala. Aunque Alfonso era el fundador y de hecho la cabeza del Instituto, en un principio la dirección general fue asumida por el Obispo de Castellamare. Recién a la muerte de éste último, el 20 de abril de 1743, Alfonso fue elegido formalmente Superior-General.

Fue el Papa Benedicto XIV quien aprobó la Regla y el Instituto para hombres en 1749. Durante todos esos años, Alfonso le imprimió a su trabajo un carácter eminentemente misionero. Se dedicaba gran parte de cada año a atravesar el Reino de Nápoles llevando misiones, incluso a los pueblos más pequeños.

Su consagración episcopal
Alfonso María de Ligorio fue nombrado obispo de la pequeña diócesis de Agatha dei Goti en 1762 por el Papa. Este nombramiento le aterró, queriendo renunciar de inmediato a tal honor. Sin embargo, el Papa no le aceptó la renuncia. Allí ejerció su ministerio episcopal entre 1762 y 1775. Fue un innovador en sus esfuerzos por reformar la administración de la diócesis y elevar la calidad y el entrenamiento del clero.

El período que permaneció en Agatha dei Goti fue aquél en el cual se produjo su transformación somática tan conocida iconográficamente, resultado de una artrosis cervical progresiva. En 1775, como consecuencia de la salud cada vez más débil de Alfonso, el papa Pío VI hizo lugar a sus insistentes ruegos y le permitió volver a la casa redentorista de Pagani, donde le aguardaban sus años más amargos.

Sus últimos años
En efecto, sus últimos doce años serían todavía más difíciles y dolorosos, por los agudos sufrimientos físicos, los tormentos espirituales, los esfuerzos agotadores por ganar reconocimiento para la congregación y la existencia de amargas contiendas dentro de la misma.

Junto con la necesidad de la aprobación vaticana de su regla, se requería también la obtención de la aprobación del monarca reinante en Nápoles, en ese tiempo bajo el control de España. Alfonso sintió que su proyecto estaba atrapado en medio de las tensiones entre la Iglesia y el Estado. Prácticamente ciego e incapacitado para dirigir personalmente a su grupo, fue expulsado de la orden que él mismo había fundado como consecuencia de no haber leído un documento de vital importancia antes de firmarlo. Ni siquiera su virtual ceguera y su salud declinante fueron aceptadas como atenuantes. Así, él atravesó circunstancias eclesiásticas sumamente amargas en razón de esa situación canónica irregular de los redentoristas del reino de Nápoles, y se vio alejado de su propia congregación por decisión equivocada del papa Pío VI en 1780.1 Sin embargo, Alfonso no levantó jamás su voz contra la autoridad de Roma, y supo morir a la hora del Angelus del 1 de agosto de 1787.1

Poco después de su muerte, cesaron las divisiones en su congregación y se reconocieron los errores cometidos contra él. Los redentoristas obtuvieron el reconocimiento pleno y se expandieron primero por Europa y América del Norte, hasta totalizar hoy su presencia en 78 países del mundo.3

Canonización y Patronazgos
Alfonso María de Ligorio adquirió fama de santidad ya en vida y pocos meses después de su muerte se inició el proceso de valoración de su persona por parte de la Iglesia.1 El 20 de febrero de 1807 la Iglesia Católica declaró la heroicidad de las virtudes de Alfonso María de Ligorio. Fue beatificado el 15 de septiembre de 1815 y canonizado por el papa Gregorio XVI el 26 de mayo de 1839 . En 1871, Pío IX lo declaró Doctor de la Iglesia. Es el único caso en que una persona recibió ese título a menos de un siglo de acaecida su muerte. En 1950, Pío XII lo proclamó patrono de los confesores, de los moralistas y de Pagani. La ciudad de Nápoles lo tomó como santo patrón, junto con San Gennaro y Tomás el Apóstol.

Maestro de la vida espiritual
Alfonso María de Ligorio es considerado uno de los grandes maestros de la vida espiritual de la Iglesia Católica, y uno de los santos que mayor influencia tuvo en la devoción a María, madre de Jesús.

Elaboró un sistema de teología moral que recibió el nombre de equiprobabilismo, sistema que evita los excesos del rigorismo en general, del jansenismo en particular, y del laxismo. Se opuso al legalismo estéril y al rigorismo estricto que, según él, cerraba los caminos del Evangelio. Sostenía que tal rigor no se había enseñado ni practicado en la Iglesia. Su sistema de teología moral se caracteriza por su prudencia, evitando el probabilismo y, en particular, el laxismo, como así también el rigor jansenista extremo.

En su Teología Moral, Ligorio enseñó que todos están llamados a la salvación, y que los medios se hallan disponibles para todas las personas. Según él, la salvación no es cuestión de "torturas" o de un cumplimiento legalista de la ley, sino de una vida de amor. El valor de la libertad humana y la importancia de una conciencia individual informada fueron otros temas sobre los que Ligorio puso el énfasis. Al mismo tiempo fue un pionero en resaltar la importancia de tomar en cuenta las circunstancias concretas de una situación al evaluar la conducta moral. Las contribuciones de Ligorio en esta área generaron tanto controversias como admiración.

Junto con Francisco de Sales (1567-1622), Alfonso María de Ligorio puede considerarse uno de los grandes promulgadores de un nuevo tipo de devoción en Europa. En efecto, el siglo XVIII en el cual vivió se caracterizó por ser un período de transición en la historia de la práctica devocional. Tanto Francisco de Sales como Alfonso Ligorio hicieron hincapié en aspectos personales y afectivos en su forma de manifestar su piedad, subrayando el matiz individual en su relación con Dios.

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OFICIO DE LECTURA - VIERNES DE LA SEMANA XVII - TIEMPO ORDINARIO

Del Común de pastores para un santo obispo y del Común de doctores de la Iglesia. 
Salterio I. 1 de agosto


SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, obispo y doctor de la Iglesia. (MEMORIA)

Nació en Nápoles el año 1696; obtuvo el doctorado en ambos derechos, recibió la ordenación sacerdotal e instituyó la Congregación llamada del Santísimo Redentor. Para fomentar la vida cristiana en el pueblo, se dedicó a la predicación y a la publicación de diversas obras, sobre todo de teología moral, materia en la que es considerado un auténtico maestro. Fue elegido obispo de Sant' Agata de' Goti, pero algunos años después renunció a dicho cargo y murió entre los suyos, en Pagami, cerca de Nápoles, el año 1787.  

SEGUNDA LECTURA


De las obras de San Alfonso María de Ligorio, obispo.
(Tratado sobre la práctica del amor a Jesucristo, edición latina, Roma 1909, pp. 9-14)

EL AMOR A CRISTO

Toda la santidad y la perfección del alma consiste en el amor a Jesucristo, nuestro Dios, nuestro sumo bien y nuestro redentor. La caridad es la que da unidad y consistencia a todas las virtudes que hacen al hombre perfecto.

¿Por ventura Dios no merece todo nuestro amor? Él nos ha amado desde toda la eternidad. «Considera, oh hombre -así nos habla-, que yo he sido el primero en amarte. Aún no habías nacido, ni siquiera existía el mundo, y yo ya te amaba. Desde que existo, yo te amo.»

Dios, sabiendo que al hombre se lo gana con beneficios, quiso llenarlo de dones para que se sintiera obligado a amarlo: «Quiero atraer a los hombres a mi amor con los mismos lazos con que habitualmente se dejan seducir: con los vínculos del amor.» Y éste es el motivo de todos los dones que concedió al hombre. Además de haber dado un alma dotada, a imagen suya, de memoria, entendimiento y voluntad, y un cuerpo con sus sentidos, no contento con esto, creó, en beneficio suyo, el cielo y la tierra y tanta abundancia de cosas, y todo ello por amor al hombre, para que todas aquellas creaturas estuvieran al servicio del hombre, y así el hombre lo amara a él en atención a tantos beneficios.

Y no sólo quiso darnos aquellas creaturas, con toda su hermosura, sino que además, con el objeto de conquistarse nuestro amor, llegó al extremo de darse a sí mismo por entero a nosotros. El Padre eterno llegó a darnos a su Hijo único. Viendo que todos nosotros estábamos muertos por el pecado y privados de su gracia, ¿que es lo que hizo? Llevado por su amor inmenso, mejor aún, excesivo, como dice el Apóstol, nos envió a su Hijo amado para satisfacer por nuestros pecados y para restituirnos a la vida, que habíamos perdido por el pecado.

Dándonos al Hijo, al que no perdonó, para perdonarnos a nosotros, nos dio con él todo bien: la gracia, la caridad y el paraíso, ya que todas estas cosas son ciertamente menos que el Hijo: El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él todo lo demás?

RESPONSORIO    Sal 144, 19-20; 1Jn 3, 9

R. El Señor satisface los deseos de sus fieles, escucha sus gritos, y los salva. * El Señor guarda a los que lo aman.
V. Quien ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él.
R. El Señor guarda a los que lo aman.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios nuestro, que propones constantemente a tu Iglesia nuevos modelos de vida cristiana, apropiados a todas las circunstancias en que puedan vivir tus hijos, concédenos imitar el celo apostólico que desplegó el santo obispo Alfonso María de Ligorio por la salvación de sus hermanos, para que, como él, lleguemos también a recibir el premio reservado a tus servidores fieles. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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09:16

–«Señor, enséñanos a orar»…

–También por la Virgen María, en Fátima, nos enseña Jesús a orar.

Las oraciones de Fátima son especialmente venerables, porque habiendo sido reconocidas por la Iglesia las apariciones, podemos creer que Dios nos las ha enseñado por medio de Ángel de la Paz o de la Santísima Virgen María. De hecho, no son pocos los cristianos que las rezan habitualmente. Merece, pues, la pena que las recordemos y comentemos.

* * *

—Oraciones del Ángel de la Paz

En la Memoria IV (1941), que escribió Sor Lucía sobre las apariciones de la Virgen en Fátima, refiere también las apariciones que los tres niños –Jacinta, Francisco y ella– tuvieron antes de un Ángel. «Debía ser en la primavera de 1916 cuando el Ángel se nos apareció por primera vez en nuestra roca del Cabezo» –una ladera a donde habían subido en busca de abrigo–.

«Después de merendar y rezar allí, empezamos a ver a cierta distancia, sobre los árboles que se extendian en dirección al naciente, una luz más blanca que la nieve, con la forma de un joven, transparente, más brillante que un cristal atravesado por los rayos del sol. A medida que se aproximaba ibamos distinguiendo sus facciones. Estábamos sorprendidos y medio absortos. No decíamos ni palabra. Al llegar junto a nosotros, dijo: –No temáis. Yo soy el Ángel de la Paz. Orad conmigo.

Y arrodillándose en tierra, inclinó la frente hasta el suelo. Transportados por un movimiento sobrenatural, le imitamos y repetimos las palabras que le oíamos pronunciar.

Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.

Después de repetir esto por tres veces, se levantó y dijo: –Orad así. Los Corazones de Jesús y de María están atentos a la voz de vuestras súplicas… Y desapareció».

Recordemos que las intervenciones más solemnes de Dios entre los hombres vienen a veces precedidas por los ángeles que Él envía. Así lo vemos en la Sagrada Escritura; por ejemplo, en la vocación de Isaías (Is 6); en el Templo a Zacarías (Lc 1,11), en el sueño de San José (Mt 1,20), en la anunciación de Gabriel a María (Lc 1,26), en el ángel que se aparece a los pastores en la noche (Lc 2,9), antes de la huída a Egipto (Mt 2,13), etc. Así quiso Dios también que las apariciones de la Virgen en Fátima fueran precedidas de tres apariciones del Ángel de la Paz.

Refiere Sor Lucía en la misma Memoria IV que en una segunda aparición, en la soledad del campo, «vimos al mismo Ángel junto a nosotros»:

«–¿Qué hacéis? Orad, rezar mucho. Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios.

–¿Y cómo nos hemos de mortificar?, pregunté. –De todo lo que podáis, ofreced un sacrificio en acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz. Yo soy el Ángel de su Guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo aceptad y soportar con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe».

En una tercera aparición, también en la soledad del campo, el Ángel «se nos apareció portando en la mano un Cáliz y sobre él una Hostia… Se postró en tierra y repitió tres veces la oración:

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la tierra, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, os pido la conversión de los pobres pecadores».

* * *

—Oraciones de la Virgen María

Como ya vimos en al artículo anterior, la Virgen recomendó el rezo diario del Rosario en casi todas sus apariciones. Pero también recuerda Sor Lucía, en la Memoria IV, que en su tercera aparición (13 julio 1917), les dijo a los tres niños videntes:

«Sacrificaos por los pecadores, y decid muchas veces, en especial cuando hagais algun sacrificio: “Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María”».

Y en la misma aparición, Nuestra Señora les mandó también:

«Cuando recéis el rosario decid, al final de cada misterio: “Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva al Cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas”».

—Oración y consagración en Fátima del papa San Juan Pablo

Todos los Papas habidos en estos últimos cien años han manifestado siempre su devoción por la Virgen de Fátima, reconociendo la veracidad de sus apariciones, dedicándole homilías, documentos diversos, y también oraciones. Entre ellos destaca el papa Juan Pablo II, que aludiendo en una Audiencia General (14-X-1981) al «evento del 13 de mayo» de 1917, lo consideró como «la gran prueba divina».

Cuando fue constituido Sucesor de Pedro, leyó la documentación completa de los sucesos de Fátima, custodiados todos en el Archivo del Santo Oficio, también por supuesto los dirigidos y reservados al Papa. El fragmento textual que reproduzco ahora está tomado del documento El mensaje de Fátima, publicado por la Congregación de la Doctrina de la Fe (26-VI-2000) y firmado por su Prefecto, el cardenal Ratzinger. Los subrayados son del original.

* * *

1981

«Como es sabido, el Papa Juan Pablo II pensó inmediatamente en la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María y compuso él mismo una oración que la definió como “Acto de consagración”, que se celebraría en la Basílica de Santa María la Mayor el 7 de junio de 1981, solemnidad de Pentecostés. […] Estando ausente el Papa por fuerza mayor, se transmitió su alocución grabada. Citamos el texto que se refiere exactamente al acto de consagración:

«Madre de los hombres y de los pueblos, tú conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, tú sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que sacuden al mundo, acoge nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo directamente a tu Corazón y abraza con el amor de la Madre y de la Esclava del Señor a los que más esperan este abrazo, y, al mismo tiempo, a aquellos cuya entrega tú esperas de modo especial. Toma bajo tu protección materna a toda la familia humana a la que, con todo afecto a ti, Madre, confiamos. Que se acerque para todos el tiempo de la paz y de la libertad, el tiempo de la verdad, de la justicia y de la esperanza».

«Pero el Santo Padre, para responder más plenamente a las peticiones de “Nuestra Señora”, quiso explicitar durante el Año Santo de la Redención el acto de consagración del 7 de junio de 1981, repetido en Fátima el 13 de mayo de 1982. Al recordar el fiat pronunciado por María en el momento de la Anunciación, en la plaza de San Pedro el 25 de marzo de 1984, en unión espiritual con todos los Obispos del mundo, precedentemente “convocados”, el Papa consagra a todos los hombres y pueblos al Corazón Inmaculado de María, en un tono que evoca las angustiadas palabras pronunciadas en 1981.

1984

«Madre de los hombres y de los pueblos, tú que conoces todos sus sufrimientos y esperanzas, tú que sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que invaden el mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, movidos por el Espíritu Santo, elevamos directamente a tu corazón: abraza con amor de Madre y de Sierva del Señor a este mundo humano nuestro, que te confiamos y consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos.

«De modo especial confiamos y consagramos a aquellos hombres y aquellas naciones, que tienen necesidad particular de esta entrega y de esta consagración.

«¡Nos acogemos bajo tu amparo, Santa Madre de Dios!

«¡No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades!

«Acto seguido, el Papa continúa con mayor fuerza y con referencias más concretas, comentando casi el triste cumplimiento del Mensaje de Fátima:

«He aquí que, encontrándonos hoy ante ti, Madre de Cristo, ante tu Corazón Inmaculado, deseamos, junto con toda la Iglesia, unirnos a la consagración que, por amor nuestro, tu Hijo hizo de sí mismo al Padre cuando dijo: “Yo por ellos me santifico, para que ellos sean santificados en la verdad” (Jn 17,19). Queremos unirnos a nuestro Redentor en esta consagración por el mundo y por los hombres, la cual, en su Corazón divino tiene el poder de conseguir el perdón y de procurar la reparación.

«El poder de esta consagración dura por siempre, abarca a todos los hombres, pueblos y naciones, y supera todo el mal que el espíritu de las tinieblas es capaz de sembrar en el corazón del hombre y en su historia; y que, de hecho, ha sembrado en nuestro tiempo.

«¡Cuán profundamente sentimos la necesidad de consagración para la humanidad y para el mundo: para nuestro mundo contemporáneo, en unión con Cristo mismo! En efecto, la obra redentora de Cristo debe ser participada por el mundo a través de la Iglesia.

«Lo manifiesta el presente Año de la Redención, el Jubileo extraordinario de toda la Iglesia.

«En este Año Santo, bendita seas por encima de todas las creaturas, tú, Sierva del Señor, que de la manera más plena obedeciste a la llamada divina.

«Te saludamos a ti, que estás totalmente unida a la consagración redentora de tu Hijo.

«Madre de la Iglesia: ilumina al Pueblo de Dios en los caminos de la fe, de la esperanza y de la caridad. Ilumina especialmente a los pueblos de los que tú esperas nuestra consagración y nuestro ofrecimiento. Ayúdanos a vivir en la verdad de la consagración de Cristo por toda la familia humana del mundo actual.

«Al encomendarte, oh Madre, el mundo, todos los hombres y pueblos, te confiamos también la misma consagración del mundo, poniéndola en tu corazón maternal.

«¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones de los hombres de hoy y que con sus efectos inconmensurables pesa ya sobre la vida presente y da la impresión de cerrar el camino hacia el futuro.

«¡Del hambre y de la guerra, líbranos!

«¡De la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable y de todo tipo de guerra, líbranos!

«¡De los pecados contra la vida del hombre desde su primer instante, líbranos!

«¡Del odio y del envilecimiento de la dignidad de los hijos de Dios, líbranos!

«¡De toda clase de injusticias en la vida social, nacional e internacional, líbranos!

«¡De la facilidad para pisotear los mandamientos de Dios, líbranos!

«¡Del intento de ofuscar en los corazones humanos la verdad misma de Dios, líbranos!

«¡Del extravío de la conciencia del bien y del mal, líbranos!

«¡De los pecados contra el Espíritu Santo, líbranos!¡líbranos!

«Acoge, oh Madre de Cristo, este grito lleno de sufrimiento de todos los hombres. Lleno del sufrimiento de sociedades enteras.

«Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo a vencer todo pecado, el pecado del hombre y el “pecado del mundo”, el pecado en todas sus manifestaciones.

«Aparezca, una vez más, en la historia del mundo el infinito poder salvador de la Redención: poder del Amor misericordioso. Que éste detenga el mal. Que transforme las conciencias. Que en tu Corazón Inmaculado se abra a todos la luz de la Esperanza».

«Sor Lucía confirmó personalmente que este acto solemne y universal de consagración correspondía a los deseos de Nuestra Señora («Sim, està feita, tal como Nossa Senhora a pediu, desde o dia 25 de Março de 1984»: «Sí, desde el 25 de marzo de 1984, ha sido hecha tal como Nuestra Señora había pedido» (carta del 8-XI-1989). Por tanto, toda discusión, así como cualquier otra petición ulterior, carecen de fundamento».

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

 

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Después del teatro de la “victoria” de Maduro, el régimen organizó una caravana de motocicletas por el centro para celebrarlo. La dictadura no logró la presencia de más de cien siervos en esa demostración de apoyo.

Una minicaravana recorriendo el centro de una capital desolada de calles desiertas: impresionante escena.

Mientras, en la televisión, una fiesta donde bailaron y celebraron. En cualquier país del mundo, incluidas las dictaduras, con 16 muertos ese día por la represión, o se hubiera decretado luto nacional o el presidente hubiera recogido todas sus pertenencias para subirse a un helicóptero.

Lo malo de un túnel largo es que cuando uno está dentro, no se sabe cuánto queda hasta el final. Todo aparece oscuro y, de pronto, sin que uno lo esperara: sale a luz. Todo estaba oscuro y, repentinamente: ¡la oscuridad ha pasado!

Sé que el Mal parece demasiado poderoso, sé que todo parece demasiado atado, que las cadenas de hierro parecen inquebrantables. No importan las protestas que hagamos. No importa que nos muramos de hambre. A ese tirano le es igual. A ese dictador le es indiferente el clamor de toda una nación.

Sí, es así. Lo ha dejado claro. Pero os repito las palabras de Dios que ya os dije, salmo 37:

No te inquietes por a causa de los malvados, no envidies a los que hacen injusticia. Pues aridecen presto como el heno, como la hierba tierna se marchitan. Ten confianza en Dios y obra el bien. (...)

Confía tu camino a Dios, que Él obrará. Hará brillar como la luz tu justicia, y tu derecho igual que el mediodía. (...) 

Pues serán extirpados los malvados, mas los que esperan en Dios poseerán la tierra. Un poco más, y no hay impío, buscas su lugar y ya no está. (...)

El impío maquina contra el justo, rechinan sus dientes contra él; el Señor de él se ríe, porque ve llegar su día. 

Tranquilos. Un poco más y buscaréis su lugar y no lo encontraréis. Es una lucha titánica, lo sé. Pero ni todas las músicas de sus fiestas ni todos los apretones de manos, felicitándole, ni las palmadas en la espalda acallan la voz que le recuerda en su interior, en voz muy baja: se te acaba el tiempo.

Hoy mi post no es sólo de palabras. Hay una parte de lo que os quiero transmitir que sólo puedo hacerlo con la música. Es la pista “Storm” de la película Elizabeth, the Golden age.


Cuando la escuchéis, observad que hay un susurro de voces bajito antes de la explosión. Siete segundos de voces femeninas que, como ángeles, anuncian la inminencia de la Justicia Divina.

Después, tras el preámbulo, esa justicia no actúa de un modo teatral, a gritos: es la justicia del Cielo, no la humana. La música muestra como la Mano de Dios hace lo que tiene que hacer con firmeza incontenible. La música muestra esa fuerza, ese carácter de lo inevitable.


Y el Pueblo levantará sus ojos al Cielo y dirá: ¡ahora hemos visto actuar al Señor de cielos y tierra!

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Escribe Ignacio García de Leaniz: La advertencia de Tocqueville sobre el presentismo anejo a nuestras democracias y su tendencia a despreocuparse por el futuro, tiene a su vez directa consecuencia en la estructura y proyección demográfica de un país.
Cuando Tocqueville visita en 1833 Estados Unidos para estudiar su sistema penitenciario, trasciende su misión oficial para acabar analizando todo el régimen democrático americano. De donde nace su clásico La democracia en América, en la que hay una observación de mucha vigencia hoy. Esa en la que Tocqueville comenta que la democracia borra tanto el pasado como el porvenir: "No sólo la democracia −escribe− hace olvidar a cada uno sus propios antepasados, sino que le oculta también sus descendientes". En tanto que asamblea de votantes vivos es lógico que los que ya han sido-los muertos- no puedan votar y queden al margen de las decisiones. Y que los que todavía no son, los por venir, tampoco: su capacidad de voto y por tanto de influencia política es igualmente nula. Por eso, deduce el pensador francés, la democracia es un magnífico sistema para gestionar el presente pero con serias dificultades para hacerlo con el eje pasado-futuro.

La advertencia de Tocqueville sobre el presentismo anejo a nuestras democracias y su tendencia a despreocuparse por el futuro, tiene a su vez directa consecuencia en la estructura y proyección demográfica de un país. Como aflora ahora en el invierno demográfico en que nos hallamos y que me parece que explica en parte el "inexplicable malestar" de Occidente. La frívola boutade de Keynes, tan frecuentemente citada, de que dentro de 100 años todos calvos, se puede explicar también porque el economista inglés no tenía ni hijos ni nietos. Como tampoco los tienen, dato elocuente, varios dirigentes europeos como MacronMay Merkel, entre otros. Pero si no hay conciencia del futuro, el aseguramiento de la supervivencia del género humano −al menos del hombre occidental− queda en entredicho. No es de extrañar que algunos cálculos realizados en Francia −tan atenta siempre a la cuestión demográfica− nos digan que de seguir así dentro de 250 años el actual homo europaeus −nosotros, en suma− se extinga. Algo que angustiaba a De Gaulle cuando contemplaba al final de su vida el despoblamiento de la campiña francesa. Y algo que sabe muy bien, nos guste o no, el Islam.
Y lo más sorprendente de esta tendencia, en la que, por ejemplo, cada nueva generación de españoles es en torno a un 35%-40% menor que la anterior, reside en que ni siquiera nos llama la atención. Al respecto, comentaba Alejandro Macarrón, gran especialista en nuestra despoblación, que en ninguna encuesta del CIS sobre los problemas de España ha figurado entre las respuestas el problema de nuestra falta de nacimiento de niños. Como tampoco se le ha mencionado en los discursos de Estado. No creo que ese fenómeno sea muy distinto en el resto de los países de Europa. De hecho, he escrito alguna vez que Tony Blair decía entre sus íntimos que esta cuestión sólo se podía mencionar en las grandes cumbres entre susurros a media voz, por no figurar en ninguna agenda y considerarse tabú. Se cumple así en el plano nacional y europeo aquella sentencia de Ortega de que son más importantes las cosas de las que no se habla que de las que se habla.
A este respecto, es mérito del profesor de La Sorbona Rémy Brague rastrear lúcidamente en su reciente libro Moderadamente moderno la conexión que hay entre la vocación democrática por el presente y el "nihilismo europeo" preconizado por Nietzsche Heidegger con la dramática caída de la natalidad en Francia y Occidente en general. Porque la renuncia europea a engendrar, esto es al porvenir, sólo se puede entender si previamente el concepto de "persona" como algo digno de venir a la existencia ha sido sustituido por el de un Dasein más o menos superfluo para quien el sentido de la vida y del mundo, del futuro en suma, resulta más afín a la nada que al ser. Nietzsche se dio perfecta cuenta del derrotero que iba a escoger Europa −propuesto por él en gran medida− cuando escribe aquel envite inquietante que vemos hoy cumplirse: "Evocar una decisión horrible: poner a Europa ante la decisión de saber si su voluntad quiere la extinción". Y me parece a mí que la cuestión ha alcanzado una gravedad tal, que ya tenemos que dar respuesta individual, social y política a la gran pregunta escamoteada: en la encrucijada en que nos hallamos, ¿queremos proseguir en la extinción de Europa o cabe hacer un vigoroso acto de reafirmación en que somos dignos de futuro?
La hondura de una crisis tal la previno ya con visionaria anticipación uno de nuestros grandes avisadores, T.S. Eliot, en La tierra baldía, sin duda, el poema más representativo de nuestro siglo XX occidental. Y cuya lectura o relectura aconsejo para comprender ese inexplicable malestar que está desolando a Europa. No es casualidad que la infertilidad europea sea el 'leitmotiv' que entrevera los cinco movimientos del poema, el primero de los cuales se titula significativamente El entierro de los muertos. Y resulta muy simbólico que el protagonista invisible del poema no sea otro que el Rey Pescador del ciclo artúrico, cuya esterilidad individual se corresponde con la perdida de fecundidad de su reino −Europa misma− que lo convierte en páramo yermo de naturaleza y nueva vida humana. Lo que el anciano Tiresias ve como verdadero espectador del poema es un continente agotado dominado por el tedio de Baudelaire y el nihilismo que nada aguarda: "Mi gente, humilde gente que no espera nada". Y de esa nada, nada se hace −salvo morir− como reza el adagio clásico.
Pero a la desolación que habita La tierra baldía podemos oponer como contrapunto el espléndido retrato de Ghirlandaio, muy europeo él, anciano con su nieto. Representa un noble florentino de cabellos canos en el atardecer de su vida con su nieto, de acaso cuatro o cinco años, en brazos. Tiene el abuelo, todo benevolencia, la nariz protuberante aquejada de rifima. El rostro del niño, en cambio, cumple en su rubia perfección el ideal de belleza del Renacimiento. Pero al nieto no parece importarle la tacha de su abuelo y le tira sus brazos menudos. De modo que las dos miradas −la de ayer al hoy y la del hoy al mañana− quedan enlazadas en el cuadro como si el memento nasci y el memento mori se llamarán recíprocamente con vocación de sentido. Y el niño mismo fuera lluvia que empapa y hace fértil y habitable la tierra yerma, como se presiente en el final del poema de Eliot. De manera que el cuadro todo, tan profundamente europeo, pareciera susurrarnos que el ser sigue siendo mejor y más digno que la nada, en refutación de este nihilismo de Nietzsche que nos está matando. Hora será de rebelarnos frente a su pobre tanatología. En nuestras manos está.
Ignacio García de Leániz, en elmundo.es.


La poca flexibilidad de unos médicos empeñados en que su apreciación era la única posible, la posterior judicialización del procedimiento, y la ideologización del caso tras su aparición en los medios han hecho que la voz de los padres, los más interesados en que se actuara en bien de Charlie, no haya sido valorada como debiera.

El caso de Charlie Gard, un bebé inglés con una enfermedad mitocondrial al que los médicos quieren retirar la respiración artificial en contra de la voluntad de sus padres, ha ocupado titulares en periódicos de todo el mundo en las últimas semanas. Lo más comentado ha sido el aspecto ético del caso: ¿cuál era realmente el mejor interés de Charlie: dejarle morir en paz, como recomendaba el hospital (el GOSH, en Londres), o probar un tratamiento experimental ofrecido por un médico estadounidense, como querían los padres? ¿Sería eutanasia lo primero? ¿O encarnizamiento terapéutico lo segundo?

La complejidad ética del caso deriva, en parte, de la médica. El Hospital que ha atendido a Charlie en los últimos meses ha defendido que los daños cerebrales producidos por la enfermedad eran irreversibles. También, que cualquier terapia alternativa a los cuidados paliativos sería inútil, pues no existían posibilidades reales de aumentar la calidad de vida del niño. Sin embargo, otros médicos señalaron que sí había margen de mejora, aunque la probabilidad no fuera grande, si se utilizaba una terapia con nucleósidos, que ya se ha ensayado con éxito en otros pacientes, aunque con un cuadro no exactamente igual al de Charlie.

Lo normal y lo extraño

La discrepancia “científica”, con su deriva ética, es totalmente normal. Hay que presumir que tanto los profesionales del GOSH como el neurólogo que ofreció el tratamiento experimental a los padres, Michio Hirano, buscaban lo mejor interés para el niño. Se entiende que los primeros defendieran su diagnóstico, basado en una gran experiencia profesional. También es comprensible, y loable, que Hirano, un reputado investigador, respondiera a la petición de los padres ofreciendo su ayuda. Todavía más entendible es que los padres de Charlie, Chris y Connie, se aferraran a esta posibilidad como a un clavo ardiendo.
Lo que no parece tan normal es lo que ha sucedido después. Por ejemplo, que el GOSH reaccionara a la petición de los padres de probar una terapia experimental pidiendo a un juez que le permitiera retirar la respiración artificial al niño, como si tuvieran prisa o temieran una actuación cruel por parte de los progenitores. No se entiende el argumento de que el tratamiento alargaría el sufrimiento del bebé; sobre todo, después de que el propio hospital señaló que, debido a los daños cerebrales, no era posible determinar si Charlie estaba sintiendo dolor. Connie, la madre, repitió varias veces que a ella no le parecía que su hijo sufriera.
Es cierto que, como señala Ian Kennedy en The Guardian, la opinión de los padres no tiene por qué ser la mejor, porque carecen de los conocimientos técnicos de los médicos, y pueden estar demasiado afectados sentimentalmente para emitir un juicio desapasionado. No obstante, en este tipo de situaciones, esa cercanía emocional de los progenitores, que difícilmente igualarán los médicos por muy atentos y sensibles que sean, es también una garantía de que el interés del menor estará por encima de todo.

Los derechos de los padres

Así lo explica Margaret Wente, una conocida columnista americana residente en Canadá, en un artículo publicado en The Globe and Mail. “Creo que, en general, deberían prevalecer los deseos de los padres. En estas decisiones importan tanto los valores y creencias como los conocimientos médicos. Por eso, no deben ser tomadas por jueces o parlamentos, sino por las personas cercanas que más quieren a los enfermos”.
Si bien los derechos de los padres no son absolutos, en el caso de Gard no se cumplen, a juicio de Wente, los criterios para tener que proteger al niño frente a sus progenitores: la actitud de estos no se puede calificar como abusiva o negligente. No se trata, por ejemplo, de unos padres que, debido a creencias infundadas, se oponen a que su hijo reciba un tratamiento necesario, arriesgando gravemente su salud. Pero Chris y Connie “solo querían ofrecer a Charlie una última oportunidad. Quizá la probabilidad de éxito fuera mínima, y la posible ganancia no mereciera la pena, pero eso es también hacer un juicio de valor. Y no es tu hijo. Además, los padres de Charlie no demandaban demasiado del sistema de salud; simplemente querían llevárselo a otro sitio, pagando el tratamiento de sus bolsillos. Es algo que la gente rica hace constantemente (Chris y Connie podían costeárselo gracias a las donaciones de particulares). El Estado, por muy buenas que fueran sus intenciones, debería haber liberado a Charlie”.

Suplantación de la patria potestad

Parecidos argumentos emplean Melissa Moschella, profesora de Ética Médica en la Universidad de Columbia, y Elisha Waldman, jefa de la división de pediatría paliativa en un hospital infantil de Chicago, que escribieron sobre el caso de Charlie en las páginas de USA Today y The New York Timesrespectivamente. Ambas coinciden con Wente en que aquí no concurrían las circunstancias que aconsejan limitar los derechos de los padres sobre sus hijos.
Ross Douthat, también en The New York Times, ha criticado duramente las actuaciones del hospital y los jueces en contra de los padres de Charlie. Al igual que los anteriores comentaristas, considera que se ha cometido una suplantación abusiva e injustificada de la patria potestad. Además, explica que, incluso desde un punto de vista exclusivamente científico, el desenlace ha sido contraproducente. Muchos avances médicos se han producido, precisamente, cuando se han explorado tratamientos que se consideraban innecesarios.
Ashya King es un ejemplo vivo de que la audacia médica y la pertinacia de los padres pueden ser beneficiosas para toda la comunidad científica. Como recordaba recientemente Joanna Sugden en The Wall Street Journal, en 2014, los padres de King, un chico de 5 años con un cáncer cerebral que estaba siendo tratado en un hospital inglés, decidieron llevárselo de allí sin permiso para que recibiera un tratamiento experimental en Praga. El gobierno inglés emitió una orden de captura y el matrimonio fue arrestado en España. Sin embargo, el juez les liberó y permitió que el chico recibiera la terapia, a pesar de que los médicos del hospital inglés señalaron que sería inútil Sin embargo, fue un éxito, y Ashya regresó a Inglaterra curado.

Un caso judicializado y mediatizado

Otro aspecto extraño del caso, que a la postre ha resultado negativo para los intereses de los padres, ha sido la judicialización del caso. Es cierto que, desde el momento en que los médicos del GOSH solicitaron al juez el permiso para desconectar a Charlie, en contra de los padres, este no tenía más remedio que sentenciar. Sin embargo, sorprende que las sucesivas instancias hayan razonado sus fallos –todos a favor del hospital– con argumentos más médicos que judiciales, entrando a valorar si la terapia alternativa iba en el mejor interés del menor.
Como comenta Sudgen, la tendencia a judicializar este tipo de situaciones, y a que los fallos vayan en contra de los padres, es más frecuente en Gran Bretaña que en Estados Unidos, donde se hubiera agotado cualquier posibilidad médica antes de arrojar la toalla.
La mediatización del caso, y su consiguiente ideologización, tampoco ha ayudado a que la solución al conflicto fuera pacífica. Parte de la prensa se posicionó desde el principio de parte del hospital, presentando a los padres de Charlie como una especie de fanáticos cristianos que querían alargar la vida del niño a toda costa. Los abusos de algunos de sus “partidarios”, con el hostigamiento a médicos del GOSH (que Chris y Connie condenaron públicamente), contribuyó a reforzar esta imagen falsa.
De esta forma, toda una serie de factores han ido “sustrayendo” a Charlie de la tutela de sus padres: primero, la obstinación de los médicos del GOSH y su respuesta excesiva ante la razonable petición de Chris y Connie; después, la intermediación de los jueces, que convirtieron un asunto médico en una “lucha de derechos”; por último, el ruido generado en los medios de comunicación, que simplificó y polarizó las opiniones.
La muerte del pequeño, quizá inevitable, ha resultado así innecesariamente dolorosa para los padres, que durante los últimos meses han sentido como si otras personas, con las mejores intenciones, hubieran “secuestrado” a su hijo, y suplantado su autoridad, robándoles la última oportunidad de ayudarle. Queda desear que, después de todo este sufrimiento, puedan al menos recuperar la paz que se les debería haber procurado antes.
Fernando Rodriguez Borlado

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