Cuando un obispo iba a caballo, vestía (como los seglares) una túnica corta con pantalones. Así hacían cardenales o Papas. Los clérigos que llevaban túnica se arremangaban la túnica larga hasta la cintura, dejando las piernas a la vista cubiertas por pantalones. Si uno tenía tanto dinero como para mantener un caballo, también tenía dinero para comprar una túnica corta y unos pantalones. Salvo el alto clero, el resto de sacerdotes iban a pie o en burro.
En las grandes celebraciones, el obispo llevaba medias litúrgicas de seda, calzado litúrgico con brocados, quirotecas (guantes litúrgicos), tunicela de subdiácono y tunicela de diácono. Todas estas vestiduras muestran el deseo de cubrirse enteramente con prendas sagradas para la acción litúrgica ante Dios. Hay que hacer notar que estas prendas de los grandes pontificales suponen cuatro capas una encima de la otra (alba, dos tunicelas, casulla) más las dos de las vestiduras no litúrgicas (camisa y túnica): en los grandes pontificales, en total, se celebraba con seis capas de vestiduras.
Bajo la mitra llevaba una prenda de tela llamada “cofia”, normalmente de lino blanco y con dos tiras de tela para atarlo bajo la mandíbula. La cruz pectoral se llevaba sobre el alba, nunca sobre la casulla. Porque, al oficiar ante el altar, se recalcaba la unicidad de la cruz, de ese misterio redentor, con la presencia de una sola cruz: la cruz del altar. La personal del obispo debía ir oculta bajo la casulla.
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