El mundo de hoy está muy erotizado, marcado por una cultura del sexo. No hay una cultura del amor sino del placer. Vamos a enumerar algunas situaciones que vemos con frecuencia:
• Vivimos “sumergidos” en un ambiente sensualizado y erotizado que vemos desde niños en carteles publicitarios; en la televisión (programas con animadoras o bailarinas en trajes diminutos); en las películas (las infaltables escenas eróticas); en la música sensual o explícitamente sexual (videoclips sensuales o eróticos); y en internet (con sus abundantes páginas pornográficas).
• Se difunde el amor sin compromiso, se acepta la infidelidad.
• Somos sometidos a un lavado de cerebro intenso: nos inducen a pensar que no podremos vivir sin mantener relaciones sexuales; nos imponen la idea de que es “normal” mantener relaciones antes del matrimonio; y que “masturbarse” es natural. Incluso, los “psicólogos”, los “gurús” modernos, lo recomiendan.
• Agendas de poderosas multinacionales pretenden imponernos su modo de pensar universalizando los famosos “derechos sexuales”, mediante la introducción del aborto como un derecho para el 2015. Hay una poderosa fuerza económico-política que promueve ello. ¿Y nosotros? Somos cómplices cuando compartimos su opinión y creemos en su producto. A ellos no les interesa la persona, sino sus intereses ideológicos y económicos: la repartición de preservativos en universidades y colegios; la introducción de la píldora del día siguiente. Todas, facilidades que promueven cada vez más una temprana sexualidad.
• Existe presión social de los “amigos”: la virginidad es considerada “una enfermedad” de la que hay que liberarse pronto. Así, quien no mantiene relaciones sensuales/sexuales es considerado un tonto, “mojigato”, “raro”, etc.
• Hay proliferación de bailes sensuales y eróticos.
Todas estas situaciones junto con la inclinación natural del hombre al pecado explican que hoy el significado y el valor de la sexualidad humana se haya desvirtuado al punto de que no es vista como un medio para comunicar amor y transmitir vida, sino solo como un medio para obtener placer.
La sexualidad humana es un Bien: parte del don que Dios vio que ‘era muy bueno’ cuando creó a la persona humana a su imagen y semejanza, ‘hombre y mujer los creó’. En cuanto modalidad de relacionarse y abrirse a los otros, la sexualidad tiene como fin intrínseco el amor, más precisamente, el amor como donación y acogida, como dar y recibir. La relación entre un hombre y una mujer es esencialmente una relación de amor”.
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