(438) Fátima (13-VI-1917): No sigan ofendiendo a Dios

Virgen de Fátima

–Veo que el día en que toca reproducir una aparición, más que comentarla, una vez transcrito el relato, pasa a exponer las verdades fundamentales del mensaje de Fátima.

–Exacto. Lo hago y haré así porque en cada aparición habla la Virgen de varios temas.

Hoy, 13 de junio, nos toca recordar la aparición de la Virgen en Fátima hace justamente cien años. Ésta es la descripción que de ella hace Sor Lucía en su Memoria cuarta (1941).

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El trece de junio – 2ª aparición

Día 13 de mayo de 1917. –Después de rezar el Rosario con Jacinta y Francisco y algunas personas que estaban presentes, vimos de nuevo el reflejo de la luz que se acercaba (y que llamábamos relámpago), y en seguida a Nuestra Señora sobre la encina, todo lo mismo que en mayo.

–¿Qué quiere Usted de mí?, pregunté. –Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene; que receis el Rosario todos los dias y que aprendais a leer. Después diré lo que quiero.

Pedí la curación de un enfermo. –Si se convierte, se curará durante el año.

Quería pedirle que nos llevase al Cielo. –Sí; a Jacinta y a Francisco los llevaré pronto. Pero tú quedarás aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. El quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón.

–¿Me quedo aquí sola?, pregunté, con pena. –No, hija. ¿Y tú sufres mucho? No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios.

Fue en el momento en que dijo estas palabras, cuando abrió las manos y nos comunicó, por segunda vez, el reflejo de esa luz inmensa. En elIa nos veiámos como sumergidos en Díos. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al Cielo y yo en la que esparcía sobre la tierra. Delante de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora estaba un corazón, cercado de espinas, que parecían estar clavadas en él. Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la Humanidad que pedía reparación.

He aquí, Exmo. y Reverendísimo Sr. Obispo, a lo que nos referíamos cuando decíamos que Nuestra Señora nos había revelado un secreto en el mes de junio. Nuestra Señora no nos mandó aún, esta vez, guardar secreto; pero sentíamos que Dios nos movía a eso.

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Verdades principales del Mensaje de la Virgen de Fátima

Lo mismo que el Bautista y que Cristo (Mt 3,2; Mc 1,15), la Virgen de Fátima es enviada por Dios para denunciar el  pecado del mundo, llamar a conversión y traer así la salvación en Cristo. Celebremos, pues, el Centenario de su misión, procurando con el favor de Dios que su mensaje sea hoy recibido, ya que entonces y después fue rechazado: «¡Cuánto nos duele que la invitación a la penitencia, a la conversión y a la oración no haya encontrado aquella acogida que debía!» (Juan Pablo II, Fátima 13-V-1982).

Nota previa: El Señor acusa a los falsos profetas porque no predican la urgente necesidad de conversión:  «Pretenden curar el mal de mi pueblo como cosa leve, y dicen “Paz, paz”, cuando no ha de haber paz. lSerán confundidos por haber obrado abominablemente» (Jer 6,14). «Han engañado a mi pueblo, y dicen “Paz”, no habiendo paz» (Ez 13,10). Los verdaderos profetas, como Cristo o el Bautista, llaman con fuerza a la conversión: «Si no hiciereis penitencia, todos moriréis igualmente» (Lc 13,3); advierten con todo amor al pueblo de que, abandonando al Señor, han tomado el camino que conduce a la perdición temporal y eterna; y al mismo tiempo ofrecen la gracia y el perdón de Dios a quienes reconozcan su pecado y acudan al Señor de la misericordia (Is 3; Os 4 y 14; Joel 2). Calificarlos, pues, como «profetas de calamidades» es un gran error, porque justifica la resistencia de los pecadores a la llamada del Señor, llena de amor misericordioso y de fuerza de salvación.

Como dice el cardenal Ratzinger, «el mensaje de Fátima, con un angustioso llamamiento a la conversión y a la penitencia, impulsa en realidad hacia el corazón del Evangelio. Fátima es sin duda la más profética de las apariciones modernas» (CDF, El mensaje de Fátima)Y quienes califiquen a la Virgen de Fátima y a quienes difunden su mensaje como «profetas de calamidades», no saben lo que dicen.

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1. No sigan ofendiendo a Dios, que ya está muy ofendido

Ésta es una de las verdades primordiales del mensaje de Fátima. La Virgen a los tres niños: «¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que Él quiera enviaros, en acto de desagravio por los pecados con que es ofendido?… Tendréis que sufrir mucho… Rezad el Rosario todos los días…» (1ª aparición). «Muchas almas van al infierno» (4ª). «No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido» (Nâo ofendam mais a Deus Nosso Senhor que já está muito ofendido) (6ª)…

Este mensaje de Dios en Fátima es de siempre, pero puede decirse que, acompañado de apariciones, visiones o revelaciones privadas, se produce cuando la apostasía va iniciando hacia 1700 la demolición de la cristiandad en el mundo y en parte de la Iglesia. Citaré sólo algunos testimonios más importantes.

El Sagrado Corazón, en la última y principal de las revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque (16-VI-1675), dos siglos y medio antes que Fátima, ya da una fuerte y urgente llamada a la conversión:

«He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y consumirse para demostrarles su amor, y que no recibe en reconocimiento de la mayor parte sino ingratitud, ya por sus irreverencias y sacrilegios, ya por la frialdad y desprecio con que me trata en este Sacramento del amor [la Eucaristía]. Pero lo que me es aún mucho más sensible es que son corazones que me están consagrados los que así me tratan»… Obispos, sacerdotes, religiosos…

La Virgen en la Salette, diócesis francesa de Grenoble, se aparece a dos niños pastores, Melania y Maximino (19-IX-1846), con un mensaje parecido. En la soledad del monte, según declara la niña, se les aparece una Señora, que «nos dijo llorando todo el tiempo que nos ha hablado (he visto correr sus lágrimas)»… La Virgen llora la irreligiosidad creciente en el pueblo cristiano, y especialmente los pecados de los eclesiásticos y religiosos:

«Los jefes, los conductores del Pueblo de Dios, han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha oscurecido sus inteligencias… Muchos [cristianos] abandonarán la fe, y el número de sacerdotes y religiosos que se separarán de la verdadera religión será grande. Entre estas personas se encontrarán incluso Obispos»…

En el 150 aniversario de la aparición, el papa Juan Pablo II escribió una carta al Obispo de Grenoble (6-V-1996):… «La Salette testimonia que el mensaje de María no consiste solamente en el sufrimiento expresado por su lágrimas. La Virgen exhorta a renovarse; invita a la penitencia, a la perseverancia en la oración y, particularmente, a la fidelidad a la práctica dominical»…

El Obispo de Grenoble afirma pronto la veracidad de la aparición (1851), y también el Bto. Pío IX (1852). El relato de la aparición es hecho público por Melania en 1879 y, más completo, en 1922, ambas veces con licencia de la Iglesia. Como se ve en estos testimonios citados, se va produciendo una descristianización del pueblo cristiano, que con frecuencia se inicia en sus pastores; una secularizacicón, o mejor apostasía, que en el XIX se generaliza en la cultura del liberalismo. Los santos de esos siglos son quienes mejor conocen esas degradaciones, y los que con más fuerza las denuncian y combaten.

San Claudio la Colombière (1641-1682): «La depravación es hoy mayor que nunca, y nuestro siglo, cada día más refinado, parece corromperse cada vez más» (Écrits spirituels, DDB, Paris 1962, 295).

San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716): muy pocos cristianos viven cristianamente; «es un número tan pequeño, tan reducido, que si lo conociéramos, quedaríamos pasmados de dolor» (Carta a los Amigos de la Cruz 14). «Nunca ha estado el mundo tan corrompido como hoy, porque nunca había sido tan sagaz, prudente y astuto a su manera. Utiliza tan hábilmente la verdad para inspirar el engaño; la virtud, para autorizar el pecado»… (El amor de la Sabiduría eterna 79).

 Los males del mundo y de la Iglesia reciben de los Papas dignósticos históricos similares. Preceden, acompañan y prolongan los mensajes de la Virgen María en Fátima. Todos están convencidos de que el Estado moderno apóstata está mucho más sujeto al diablo, por ejemplo, que el Imperio pagano de Roma. Éste era solo un perro de mal genio, comparado con el tigre moderno de los Estados apóstatas y de muchos Organismos internacionales. Se cumplen las profecías del Apocalipsis: a la Bestia mundana «el Dragón [infernal] le dió su poder, su trono y un  poder muy grande» (13,2). ¿Puede entenderse algo de lo que hoy pasa en el mundo si esto se ignora? ¿Puede realizarse en el tiempo actual una pastoral realmente evangelizadora, capaz de pelear y vencer al Leviatán diabólico, si se parte de un ingenuo optimismo sobre el mundo y la Iglesia?… Podemos comprobar con algunas citas –aunque sean pocas y muy abreviadas– que el pensamiento de los Papas en estas cuestiones es el mismo del mensaje de la Virgen en Fátima.

–San Pío X (1903-1914), en su primera encíclica, Supremi Apostolatus Cathedra,ç (1903), poco antes de Fátima, declara que «“se han amotinado las gentes contra su Autor y que traman las naciones planes vanos” (Sal 2,1). Parece que de todas partes se eleva la voz de quienes atacan a Dios: “apártate de nosotros” (Job 21,14). De aquí viene que esté extinguida en la mayoría la reverencia hacia el Dios eterno, y que no se tenga en cuenta la ley de su poder supremo en las costumbres ni en público ni en privado. Más aún, se procura con todo empeño y esfuerzo que la misma memoria y noción de Dios desaparezca totalmente.

«Quien reflexione sobre estas cosas, ciertamente habrá de temer que esta perversidad de los ánimos sea un preludio y como comienzo de los males que hemos de esperar para el último tiempo; o incluso pensará que “el Hijo de perdición, de quien habla el Apóstol, ya habita  en este mundo” (2Tes 2,3)… Se pretende directa y obstinadamente apartar y destruir cualquier relación que medie entre Dios y el hombre. Ésta es la señal propia del Anticristo, según el mismo Apóstol. El hombre mismo, con temeridad extrema, ha invadido el lugar de Dios, exaltándose sobre todo lo que se llama Dios, hasta tal punto que… se ha consagrado a sí mismo este mundo visible, como si fuera su templo, para que todos lo adoren. Se sentará en el templo de Dios, mostrándo como si fuese Dios (ib. 2,4). 

 

La espiritualidad del Sagrado Corazón, muy difundida y asimilada por el pueblo en esos años, coincide totalmente con los mensajes del Señor y de la Virgen (Paray-le-monial, La Salette, Fátima, y otros posteriores), que podrían resumirse diciendo: hoy crece más y más el pecado en el mundo, y en la Iglesia ofende especialmente al Señor la infidelidad de sacerdotes y almas consagradas. Es urgente la conversión por la oración, la penitencia y la reparación.

–Pío XI (1822-1939), en el año primero de su Pontificado escribe la encíclica Ubi arcano (1922), que viene a ser un eco de la Ad beatissimi (1914) de Benedicto XV (1914-1922). En ella se describen los estragos que el alejamiento de Cristo está produciendo en el pueblo, especialmente en la vida pública (5-14); señala certeramente las causas principales y secundarias de las degradaciones que denuncia (15-25), y enseña las medicinas espirituales capaces de sanar enfermedades tan graves (26-66). Pocos años más tarde publica una encíclica, la Miserentissimus Redemptor (1928) «sobre la expiación que todos deben al Sagrado Corazón de Jesús» por las innumerables ofensas, desprecios y ataques que recibe. Y en la encíclica Divini Redemptoris (1937) afirma algo muy grave: «por primera vez en la historia, asistimos a una lucha fríamente calculada y arteramente preparada por el hombre “contra todo lo que es divino” (2Tes 2,4)».

–Pío XII (1939-1958), en su primera encíclica, Summi Pontificatus (1939), señala el pecado de su tiempo en sintonía igualmente con los mensajes de la Virgen en Fátima. «Cuando Jesús fue crucificado, “las tinieblas invadieron toda la superficie de la tierra” (Mt 27,45); símbolo luctuoso de lo que ha sucedido y sigue sucediendo, cuando la incredulidad religiosa, ciega y demasiado orgullosa de sí misma,excluye a Cristo de la vida moderna, y especialmente de la pública». Y el mismo dignóstico histórico está presente en toda su enseñanza, concretamente en la encíclica Haurietis aquas (1956), «sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús». En ella dice: causa «amargo dolor el ver cómo languidece la fe en los buenos… y mucho más nos atormentan las maquinaciones de los impíos que, ahora más que nunca, parecen incitados por el enemigo infernal en su odio implacable y declarado contra Dios, contra la Iglesia y sobre todo, contra» el Papa (33). Pide que en todas partes se celebren actos de adoración, acción de gracias «y de reparación al Corazón divino de Jesús» (37).

* * *

Los Papas de la época moderna explican los males del mundo –también lo que se dan dentro de la iglesia–, señalando el acrecentamiento del influjo del diablo, «Principe de este mundo», protagonista decisivo de todas las mentiras y crímenes que sufre la humanidad. Los Papas no explican los males presentes en relación solamente a causa sociales, culturales, políticas, económicas, etc., sino que señalan al Príncipe de este mundo como culpable principal de todos los males, pues él es «homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentiras» (Jn 8,44).

León XIII, en 1886, después, al parecer, de una visión sobrenatural de los poderes de los demonios en el mundo, compuso contra ellos una oración de exorcismo, que había de rezarse, y se rezó, en toda la Iglesia al terminar la Misa: Sancte Michaël Archangele, defende nos in proelio»… Integrada esta oración en el Rituale Romanum tradicional de Paulo V (ed. 1954, tit. XII, c.III), fue recuperada en el final del nuevo Ritual de exorcismos (1999), entre las «Súplicas que pueden ser empleadas privadamente por los fieles en la lucha contra las potestades de las tinieblas». 

Pablo VI denuncia en varias ocasiones que en el mundo actual «una potencia adversa ha intervenido. Su nombre es el diablo… Nosotros creemos en la acción que Satanás ejerce hoy en el mundo» (29-VI-1972). «¿Cuáles son las necesidades más grandes de la Iglesia? Que no os maraville como simplista o incluso supersticiosa o irreal nuestra respuesta: una de las más grandes necesidades de la Iglesia es la defensa contra este mal que llamamos demonio… El Mal no es solamente una deficiencia. Es la acción de un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Realidad terrible, misteriosa y temible» (15-XI-1972). Son diagnósticos históricos sobre el Mysterium iniquitatis que ya los Papas anteriores habían hecho, tratando de la creciente apostasía de Occidente. Por ejemplo, –San Pío X, Supremi apostolatus cathedra, 1903, nn. 131-132; –Pío XI, Divini Redemptoris, 1937, n.22.

Juan Pablo II, en el mismo sentido, enseña que «las impresionantes palabras del Apóstol Juan, “el mundo entero está bajo el Maligno” (1Jn 5,19) aluden a la presencia de Satanás en la historia de la humanidad, una presencia que se hace más fuerte a medida que el hombre y la sociedad se alejan de Dios» (13-8-1886; cf. etiam 20-8-1886). Como es lógico,  previsible y visible.

 

* * *

San Juan XXIII (1958-1963), aunque en la mayoría de sus documentos sigue el pensamiento tradicional sobre los males del mundo y de la Iglesia, introduce en ocasiones alteraciones de perspectiva muy fuertes. Así lo hace, por ejemplo, en el discurso de inauguración del Vaticano II (11-X-1962):

Denuncia «a quienes en los tiempos modernos no ven otra cosa que prevaricación y ruina. Dicen y repiten que nuestra hora, en comparación con las pasadas, ha empeorado (9)… Mas nos parece necesario decir que disentimos de esos profetas de calamidades (10)… La Iglesia siempre se opuso a los errores [de su tiempo]. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar de la medicina de la misericordia más que de la severidad. Piensa que hay que remediar a los necesitados mostrándoles la validez de su doctrina sagrada más que condenándolos. No es que falten doctrinas falaces, opiniones, conceptos peligrosos que hay que prevenir y disipar; pero ellos están ahí, en evidente contradicción con la recta norma de la honestidad, y han dado frutos tan perniciosos que ya los hombres, por sí solos [sic], hoy día parece que están por condenarlos [sic]… Cada día están más convencidos del máximo valor de la dignidad de la persona humana [sic] y de su perfeccionamiento [sic] y del compromiso que esto significa» (15).

El sagrado concilio Vaticano II enseña grandes verdades sobre el pecado del mundo y de los cristianos: «A través de toda la historia humana exite una dura batalla contra el poder de las tinieblas» (Gaudium et spes 37), «un combate entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas» (13). Pero también contiene algunas ingenuas expresiones de optimismo que resultan casi increíbles:

«Ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos [sic] los que se plantean o los que acometen con nueva penetración las cuestiones más fundamentales» (GS 10a). «El hombre contemporáneo camina hoy hacia el desarrollo pleno de su personalidad [sic] y hacia el descubrimiento y afirmación crecientes de sus derechos [sic]» (GS 41). Estas afirmaciones más retóricas que verdaderas recuerdan algunas otras de Juan XXIII: Cada día están más convencidos del máximo valor de la dignidad de la persona humana

No pocos hoy consideramos falsos esos diagnósticos históricos, dichos al paso, tan cargados de un optimismo falso y ajeno a la realidad, y tan contrarios a los de los Papas precedentes, mucho más realistas y verdaderos. Si vemos que crecen más y más el olvido, la negación de Dios, y el desprecio de sus mandamientos; si pensamos en la legalización del aborto, de la eutanasia, del divorcio express, del adulterio, del «matrimonio» homosexual, o si consideramos la imposición obligatoria de la ideología del género en las escuelas, el combate contra la enseñanza privada, la eliminación de la objeción de conciencia, etc. nadie nos hará creer que hoy «cada vez son más» los que «con nuevas penetraciones», descubren y procuran «la dignidad humana» y «el pleno desarrollo de su personalidad»… Bastaría recordar el desarrollo actual del «derecho al aborto» para ver la falsedad de esas ampulosas afirmaciones. También es verdad, a mi entender, que no creían en ellas muchos de los Padres conciliares que, viéndolas como frases retóricas, firmaron la Gaudium et spes (2.309 votos favorables, 75 adversos y 10 nulos).

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Destaco ahora algunos testimonios de los Papas posteriores al Vaticano II en los que recuperan el diagnóstico realista y verdadero de sus predecesores… y de la Virgen de Fátima.

–Pablo VI (1963-1978), al comprobar, por ejemplo, el rechazo escandaloso de la Humanae vitae (1968: en los diez años siguientes no publicó ya ninguna encíclica), inicia una vuelta al reconocimiento de la realidad histórica. Pocos años después del Vaticano II, celebrando la solemnidad de San Pedro y San Pablo (31-X-1973), declara en la homilía: «Se diría que a través de alguna grieta, ha entrado el humo de Satanás en el templo de Dios. Hay dudas, incertidumbre, problemática, inquietud, insatisfacción, confrontación. Ya no se confía en la Iglesia, se confía más en cualquier profeta profano». Y en una Audiencia general (21-XI-1973) reconocía: «Hemos sido quizá demasiado débiles e imprudentes en la actitud a la que nos invita la escuela del cristianismo moderno… Hemos andado fuera del signo en el conformismo con la mentalidad y con las costumbres del mundo profano».

–San Juan Pablo II (1978-2005), gran devoto de la Virgen de Fátima, aprecia  como ella con frecuencia el creciente alejamiento de Dios en que vive el mundo, que afecta también a una buena parte de la Iglesia: «se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre. Se han propalado verdaderas y propias herejías en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones, rebeliones. Se ha manipulado incluso la liturgia» (6-2-1981).

El cardenal Ratzinger, un mes antes de ser Benedicto XVI, decía en el Via Crucis del Coliseo: «¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra [de Dios]! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia!… Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo» (25-III-2005).

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No sigan ofendiendo a Dios, que ya está muy ofendido… Sin un reconocimiento profundo de la gravedad y extensión del pecado en nuestro tiempo, el pueblo cristiano se cierra a la conversión, no puede mantenerse vigilante, no puede liberarse de una conformidad suicida con el mundo, y desde luego, no tiene fuerza para evangelizarlo.

Perdura hoy y crece el rechazo del mensaje de Fátima.

Al celebrar su Centenario, Dios nos conceda creer las palabras de la Virgen, vivirlas, difundirlas. Son palabras celestiales, son mensajes de nuestro Padre misericordioso, que no quiere darnos por perdidos. Ya lo dijo Ella en su primera aparición: «yo soy del cielo».

José María Iraburu, sacerdote

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