Dicen, los que saben de estas cosas, que la audiencia del programa que retransmite la Santa Misa en la segunda cadena de la TVE se ha “disparado”; esto es, que ha subido de forma repentina y llamativa en estas últimas dos semanas.
Está muy bien que haya sido así. Los ciudadanos, la sociedad civil, hemos de recordar continuamente a los políticos – a nuestros representantes y no, primeramente, a nuestros jefes – que ellos están a nuestro servicio. Ellos no son los ingenieros que han de determinar cómo hemos de comportarnos cada uno de nosotros, sino nuestros servidores, nuestros “diputados”, aquellos que, literalmente, nos representan o deberían de hacerlo.
En la televisión “pública” – que no es, sin más, la que pueden ver todos, ya que hay televisiones que pueden ver todos sin pagar por hacerlo-, sino que es, específicamente, la televisión que se financia a cargo de todos, a cargo de nuestros impuestos, cabe, de sobra, que se retransmita la Santa Misa. Ya que muchos ciudadanos pagan los impuestos estando convencidos de que la punta fina del respeto a los derechos humanos es el respeto a la libertad religiosa. Y esos mismos ciudadanos subvencionan que, sin que nos pregunten, se retransmita un evento deportivo o cinematográfico o del tipo que sea.
Y da igual que los que paguen, de hecho, esos impuestos, sigan la Misa en la 2 o no. Eso es lo de menos. Yo mismo pago los impuestos y no sigo la Misa en la 2, ni en otras cadenas, porque en un domingo a esas horas, no estoy para ver por las teles las retransmisiones de la Santa Misa, sino para celebrarla yo en mi parroquia.
La democracia no consiste en que todo el mundo haga lo que el tirano, o un supuesto partido que se crea la voz del tirano, diga que se haga. La democracia es dejar que los ciudadanos se expresen y procurar que quienes mandan cumplan, en lo posible, con las expectativas razonables de los ciudadanos.
La democracia tiene sus límites negativos. Una democracia no puede hacerlo todo. Aunque le sobren votos, un régimen democrático no puede ser la Alemania de Hitler, ni la URSS de Stalin, ni Corea del Norte, ni, aunque sean menos malos, dentro de lo fatal, la Republica de Cuba. Y no sigo…. Porque es mejor sugerir que afirmar.
No podemos dar por hecho que se vaya a observar, incluso mínimamente, el respeto a la libertad religiosa. Cuando se trata de debatir si en la televisión - más que pública, estatal, que no es lo mismo - se ha de retransmitir la Santa Misa, hay que apostar por el sí. Nunca se debe retroceder.
Como tampoco se debe retroceder a la hora de defender la asistencia religiosa – también la asistencia religiosa en los hospitales, en las cárceles y en el Ejército - . Negar ese derecho – de los enfermos, de los presos y de los militares -no aumenta nuestra libertad, sino que la disminuye.
También el campo de la enseñanza es el de la libertad. Negarse a enseñar la Religión en la Escuela es totalitarismo.
En la periferia de Cracovia, se diseñó, en su momento, el barrio de “Nova Huta”, una especie de barrio sin Dios. Pues ahí fue el arzobispo de Cracovia, San Juan Pablo II, cada año, a celebrar al aire libre la Misa de Navidad. En 1977 se consagró el templo.
Hoy, en un Occidente tan secularizado, cada caso ha de ser una “Nova Huta”. Si es el hospital, visita la capilla. Si es el cuartel, vete a Misa. Si es la cárcel, pregunta por el capellán católico. Si eres soldado, pide la ayuda de un sacerdote. Nada nos va a resultar gratis.
Y, si es la Misa en la 2, pues, a poder ser, que se celebre en iglesias muy bellas y con cantos y música muy cuidada. Si puede ser, y si no, sigue existiendo el derecho a la libertad religiosa. No dejen de conectar, a esa hora, la 2. Si se dispara la audiencia, mejor.
Guillermo Juan Morado.
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