Un trozo de pan en Auschwitz

Víctor Frankl, famoso psiquiatra judío, pasó unos años en un campo de concentración nazi. Las condiciones de vida de los presos eran durísimas; el trato deshumanizado al que estaban sometidos les llevaba a perder las ganas por seguir viviendo. Cuenta un hecho: 

 “Recuerdo que un día un capataz me dio en secreto un trozo de pan que debió haber guardado de su propia ración del desayuno. Pero me dio algo más, un ‘algo’ humano que hizo que se me saltaran las lágrimas: la palabra y la mirada con que aquel hombre acompañó el regalo”[1]

Cuando Frankl recibe el chusco de pan, no solo ve el chusco de pan, sino que ve más: ve algo inmaterial, algo específicamente humano. El pan le dará energía a su organismo para poder tirar adelante por un tiempo. El algo humano le dará energía a su espíritu. El pan porque tiene calorías. El algo humano porque alimenta su espíritu.

[1] Víctor E. Frankl, El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 1992, pág. 86.

Jose Pedro Manglano, El sentido de la vida



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