Como bien habéis visto en el post anterior, en esto de bajarse del tren hay varias fases. La fase de elección del color el mármol es muy buena, porque significa que ya has superado todas las anteriores. Pero resulta imperdonable --menos mal que estáis vosotros allí-- que hubiera dejado a mis camaradas la tarea de buscar un epitafio. Seguro que hubieran encontrado alguno bien escogido a propósito con la idea de no dejarme descansar en los próximos siglos.
Conociéndoles, sin duda, hubieran buscado un epitafio tal que me obligase, como al padre de Hamlet, a aparecerme a algún canónigo o arcipreste pidiendo que sacaran esa frase de mi lápida.
Pero pienso en algún sobrenombre como los epítetos escolásticos. Algo sencillo sobre la piedra, una inscripción del tipo:
DOCTOR COLUMNA DOCTORUM.
Ahora hablando en serio, ése era el sobrenombre de fray Guillermo de Champeaux, un benedictino del siglo XI.
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