Hoy he visto las fotos del precioso Sarcófago de Alejandro Magno, por lo menos se le conoce con ese nombre. Qué maravilla de sarcófago. Hasta estoy pensando cambiar de idea y que no me entierren en el típico sepulcro catedralicio clerical. Esta tumba de piedra es una obra de arte tan equilibrada, tan perfecta. A estas edades, ya hay que empezar a pensar en el sarcófago.
Hubo una época en que me di cuenta de que tenía que poner orden en mis libros y dejarlos ya listos, indexar mi obra integral y todo eso. Después vino la época del testamento. Ahora estoy en la fase ya del sarcófago.
Me imagino que la última fase es la de dejar vacía la bandeja de entrada de Gmail. Aunque más allá todavía es cuando en la cama le pides a la última visita si, ya de paso, puede bajar por última vez la basura.
¡Quedan unos yogures en la nevera!, gritará desde la cocina. ¡Llevatelos! Debe dar gusto poder salir de casa, de la casa del cuerpo, dejándolo todo listo.
--Si mañana vienes y ya sabes… sin dramatismos, no pasa nada.
--Sí que pasa. ¿Quién acabará la XVI parte de Summa Daemoniaca?
--Vamos, vamos, hay que dejar algo para el más allá. Además, es tan bonito dejar una parte XVI inconclusa. Mira las últimas líneas las he escrito a mano, con líneas cada vez menos rectas. La última frase no está acabada y el último trazo desciende hacia abajo, como si mi mano se hubiera dejado caer sin fuerzas. Hasta el trazo aparece más tenue hacia el final.
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