El lenguaje, también en la Iglesia, no es neutro

No solo no es neutro, sino que es la mayor y más terrible fuente de manipulación. Los políticos lo saben muy bien y los eclesiásticos no somos malos discípulos.

Por ejemplo, no me digan que no suena de forma diferente “aborto” que “interrupción del embarazo”. No tiene nada que ver vivir en permanente adulterio que ser una pareja de mentalidad abierta, como tampoco es equiparable fornicar que hacer el amor. No es igual decir que Fulanita y Menganito son unos tipos acostumbrados al adulterio, que fornican con cualquiera, que Fulanita se ha quedado embarazada y ha decidido abortar, que afirmar que Fulanita y Menganito son una pareja de mentalidad abierta y que ante un embarazo no deseado han optado por interrumpir el proceso de forma responsable y madura. Es pasar de ultraconservador a misericordioso.

Recuerdo aquel hombre con grave deformación en una pierna consecuencia de heridas en nuestra guerra civil, que al legar los nuevos tiempos democráticos decía que había pasado de “caballero mutilado” a “jodío cojo”.  

Y el caso es que parece que todo es igual. Me decía en una ocasión una persona del consejo económico de la parroquia que menuda diferencia entre decir que hay un descuadre de activos a soltar que alguien te está guindando en la colecta.

En las cosas de la fe esto ocurre de forma “ostentórea”, que diría el difunto Jesús Gil, q.e.p.d. En lugar de hablar de Jesucristo o Cristo, en vez de decir Nuestro Señor Jesucristo, hablamos de Jesús, de Jesús de Nazaret. O de María de Nazaret, que es la Santísima Virgen María, pero no es lo mismo. Pasamos de resaltar la divinidad: “es el Señor, es el Cristo”, a quedarnos en pura humanidad: Jesús de Nazaret, como Tales de Mileto o Zenón de Elea. Hombre, ya sabemos que es lo mismo. O no.

Tampoco es igual hablar de pecado que de errores, fallos, infidelidades. Claro. Porque pecado hace referencia directamente a Dios, a ir en contra de su voluntad, de ofensa a Dios. Error, fallo, debilidad, es algo meramente humano, un problema de falta de voluntad.

Ni de la eucaristía como sacrificio incruento de Cristo en la cruz o fiesta muy alegre para compartir la comunidad.

Nada que ver meditar con hacer oración. Orar es hablar con Dios. Meditar es reflexionar, y se puede hacer con un texto de la Escritura o repitiendo cansinamente om. Si a esto unimos un lenguaje vacuo de esos de nada con sifón, o incluso sin sifón, nos encontraremos con los ingredientes para no decir nada con un pseudobarniz de profunda teología.

Por eso, si no andamos con ojo, nos dan gato por liebre con toda facilidad, convenciéndonos incluso de que el gato es más digestivo, más rico en proteínas, bajo en colesterol, respetuoso con el medio ambiente y sin peligro de contraer mixomatosis.

Con lo religioso es lo mismo. Cambiar el vocabulario, optar por Jesús de Nazaret cuando no el Chuchi, por fallo en vez de pecado, meditar a ser posible en posición de loto, y presentar la Eucaristía como simple happening con pan y con vino queda más amable, más aparentemente cercano, pero no es eso. Es ir convirtiendo la religión directamente en la nada.

No tiene mayor importancia. Es lenguaje. De acuerdo. Y ahora te vas a un bar de ambiente en Chueca y dices que es un bar de mariquitas. Total, es lenguaje. Que no te pase ná. 

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05:20

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