Tu barca de pescador,
que llegó de Roma al puerto,
va siguiendo el rumbo cierto
que le trazara el Señor.
La va llevando el amor
siempre a nuevas singladuras.
En las borrascas oscuras,
para que a Cristo sea fiel,
Simón Pedro, el timonel,
vela desde las alturas.
Si toda la Iglesia oraba
por ti, ahora tú por ella,
que eres su roca y su estrella.
Cuando se tambaleaba
tu fe, sobre el mar te daba
Cristo fuerza con sus manos.
Boga mar adentro, y danos
-a la Iglesia, que te implora-
tu presencia guiadora
y confirma a tus hermanos.
Gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos. Amén.
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