(La foto no tiene nada que ver con el título. Ya dije mi opinión sobre el primer cardenal, al segundo le conozco menos.) La ley moral existe en toda su radiante verdad, en toda su perfecta objetividad. La ley moral, perdonad lo que os voy a decir, no puede ser cambiada ni por el Altísimo. El Todopoderoso conoce las leyes de la moralidad, no las crea. Las cosas son buenas o malas, mejores o peores, torcidas o heroicas, en sí mismas, no porque lo diga Dios. No sería un avance la delicuescencia de esas leyes.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua define así la palabra “delicuescencia”: Dicho de una sustancia: Que tiene la propiedad de absorber la humedad del aire hasta formar una disolución acuosa.
Esta definición me parece toda una referencia teológica. La belleza, verdad y objetividad de la moral no puede absorber la fragilidad, las pasiones, la debilidad de los humanos.
Pero mi defensa de la ortodoxia moral no es obstáculo para entender, comprender y ponerme en la piel de otras personas que no piensan como yo. Aquí se ha hablado de diálogo, comprensión y benignidad, no de cambio de las leyes morales.
Fruto de esta escucha de los otros, tenemos que reconocer que en el pasado algunas personas han vivido la moral sexual como una opresión. No digo que los mandamientos de Dios lo sean. Sino que algunos han vivido la Ley así, de esa manera. Y que la única salida que han visto a esa situación ha sido romper totalmente con la religión. Precisamente si se insiste de un modo indebido en la unidad, en el todo o nada, se puede abocar a la persona a ese dilema.
A esos que ser marcharon de la casa paterna (la Iglesia) yo les hubiera dicho: “No puedo darte permiso para tal cosa, porque no tengo tal capacidad. Pero si tuviera esa capacidad te diría: Vive la sexualidad como quieras y sigue a Jesús, ama a la Iglesia, honra el Nombre Dios cada domingo en la misa. No te vayas. Continua dentro, aunque sea así”.
Mejor es seguir a Dios cojeando que darle la espalda a todo. Mejor es seguir mal a Jesús que no seguirle en absoluto o crearse una “iglesia” humana a medida. Amoris Laetitia, insisto, puede verse como una aportación que viene de lo alto. Habrá que perfilar detalles, habrá que solucionar perplejidades, pero convendría leerla de nuevo, pero esta vez sin la escopeta cargada. Convendría leerla de nuevo, pero esta sin hacerlo a la búsqueda de errores, sino preguntándose: qué me puede estar diciendo Dios a través de su vicario.
Post Data: Mañana tal vez, sólo tal vez, trate una interesante cuestión que dejo aquí para leer vuestros comentarios. ¿Qué es más, ser profeta como Moisés o ser vicario de Cristo como el Papa? Ya sé que son cosas distintas. ¿Pero creéis que una es más noble que la otra? Me gustará leeros.
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