La liturgia diaria meditada - José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer (Mt 1, 18-24) 18/12



Domingo 18 de Diciembre de 2016
4º Domingo de Adviento
Morado.

Semana 4ª del Salterio.


Martirologio Romano: Conmemoración de san Malaquías, profeta. Oriundo de Sofa, en Palestina, vivió en el siglo V antes de Cristo. Perteneció a la tribu de Zabulón y fue el último de los doce profetas menores. Desarrolló su actividad entre los años 450 y 455 antes de Cristo, después del destierro de Babilonia, anunció el gran día del Señor y su venida en el templo, y la oblación pura que siempre y en todo lugar se le ofrecería.

Antífona de entrada         cf. Is 45, 8
Envíen los cielos el rocío de lo alto, y las nubes derramen la justicia. Abrase la tierra y brote el Salvador.

No se dice el Gloria.

Oración colecta    
Señor, derrama tu gracia en nuestros corazones, y ya que hemos conocido por el anuncio del Ángel la encarnación de tu Hijo Jesucristo, condúcenos por su Pasión y su Cruz, a la gloria de la resurrección. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas       
Te pedimos, Padre, que el mismo Espíritu que fecundó con su poder el seno de María, la Virgen Madre, santifique estos dones que hemos depositado sobre tu altar. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión       Is 7, 14
La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel.

Oración después de la comunión

Después de recibir el anticipo de nuestra redención eterna, te rogamos, Dios todopoderoso, que cuanto más se acerca el alegre día de la salvación, tanto más se acreciente nuestro fervor para celebrar dignamente el misterio del nacimiento de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

1ª Lectura    Is 7, 10-14
Lectura del libro de Isaías.
El Señor habló a Ajaz en estos términos: “Pide para ti un signo de parte del Señor, en lo profundo del Abismo, o arriba, en las alturas”. Pero Ajaz respondió: “No lo pediré ni tentaré al Señor”. Isaías dijo: “Escuchen, entonces, casa de David: ¿Acaso no les basta cansar a los hombres, que cansan también a mi Dios? Por eso el Señor mismo les dará un signo. Miren: la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel”.
Palabra de Dios.

Comentario
Estas palabras fueron dirigidas en primer lugar al rey Ajaz, descendiente de David, que reinó sobre Judá entre los años 736 y 716 a.C. Todo rey terrenal quiere que su dinastía se perpetúe. En esta profecía, Dios mismo es quien promete estar siempre presente en la persona de este niño. El nombre Emmanuel -Dios con nosotros- expresa el deseo de Dios de perpetuar su presencia en medio de la humanidad.

Sal 23, 1-6
R. Va a entrar el Señor, el rey de la gloria.

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella, el mundo y todos sus habitantes porque él la fundó sobre los mares, él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.

¿Quién podrá subir a la montaña del Señor y permanecer en su recinto sagrado? El que tiene las manos limpias y puro el corazón; el que no rinde culto a los ídolos. R.

Él recibirá la bendición del Señor, la recompensa de Dios, su salvador. Así son los que buscan al Señor, los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.

2ª Lectura    Rom 1, 1-7
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma.
Carta de Pablo, servidor de Jesucristo, llamado para ser apóstol, y elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios, que él había prometido por medio de sus profetas en las Sagradas Escrituras, acerca de su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, nacido de la estirpe de David según la carne, y constituido Hijo de Dios con poder según el Espíritu santificador, por su resurrección de entre los muertos. Por él hemos recibido la gracia y la misión apostólica, a fin de conducir a la obediencia de la fe, para gloria de su nombre, a todos los pueblos paganos, entre los cuales se encuentran también ustedes, que han sido llamados por Jesucristo. A todos los que están en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos, lleguen la gracia y la paz, que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.

Comentario
En este domingo en que las lecturas están fuertemente ligadas a las expectativas mesiánicas de la casa de David y del pueblo judío, las palabras del apóstol san Pablo nos traen el aspecto de universalidad del Evangelio. Jesús es el mesías del linaje de David que trae la buena noticia a todos los pueblos, en esta carta representados por los cristianos de Roma que provenían del mundo pagano. Todos los que recibimos a Jesús como nuestro rey formamos esta comunidad de los somos llamados a ser santos.

Aleluya        Mt 1, 23
Aleluya. La virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, Dios con nosotros. Aleluya.


Evangelio     Mt 1, 18-24
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel”, que traducido significa: “Dios con nosotros”. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
Palabra del Señor.

Comentario
José, varón justo, se encuentra ante un dilema. En esta situación, la Palabra de Dios, expresada en las antiguas profecías, revela su designio para ese momento. José tiene que escuchar aquellas antiguas palabras aplicadas a su nueva realidad. Y así es cómo el plan de Dios sigue adelante.

Oración introductoria
Jesús, el misterio de la Encarnación es un maravilloso misterio de humildad y de amor. Todos los protagonistas me dan una lección de vida que quiero llegar a vivir. Permite que esta oración abra mi mente y mi corazón para tener esa docilidad de san José y la humildad de María. 

Petición
Señor, dame el espíritu generoso y obediente de san José para vivir mi vocación cristiana con esa misma magnanimidad.

Meditación 

Hoy, la liturgia de la palabra nos invita a considerar el maravilloso ejemplo de san José. Él fue extraordinariamente sacrificado y delicado con su prometida María. No hay duda de que ambos eran personas excelentes, enamorados entre ellos como ninguna otra pareja. Pero, a la vez, hay que reconocer que el Altísimo quiso que su amor esponsalicio pasara por circunstancias muy exigentes.

«El cristianismo es la sorpresa de un Dios que se ha puesto de parte de su criatura». De hecho, ha sido Él quien ha tomado la “iniciativa”: para venir a este mundo no ha esperado a que hiciésemos méritos. Con todo, Él propone su iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos pide “permiso”. A Santa María se le propuso —¡no se le impuso!— la vocación de Madre de Dios: «Él, que había tenido el poder de crearlo todo a partir de la nada, se negó a rehacer lo que había sido profanado si no concurría María» (San Anselmo).

Pero Dios no solamente nos pide permiso, sino también contribución con sus planes, y contribución heroica. Y así fue en el caso de María y José. En concreto, el Niño Jesús necesitó unos padres. Más aún: necesitó el heroísmo de sus padres, que tuvieron que esforzarse mucho para defender la vida del “pequeño Redentor”.

Lo que es muy bonito es que María reveló muy pocos detalles de su alumbramiento: un hecho tan emblemático es relatado con sólo dos versículos (cf. Lc 2,6-7). En cambio, fue más explícita al hablar de la delicadeza que su esposo José tuvo con Ella. El hecho fue que «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,19), y por no correr el riesgo de infamarla, José hubiera preferido desaparecer discretamente y renunciar a su amor (circunstancia que le desfavorecía socialmente). Así, antes de que hubiese sido promulgada la ley de la caridad, san José ya la practicó: María (y el trato justo con ella) fue su ley.

"José hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer". En estas palabras se encierra ya la misión que Dios confía a José, la de ser custodio. Custodio ¿de quién? De María y Jesús; pero es una custodia que se alarga luego a la Iglesia

¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad y total, aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como los difíciles. 

María y José escriben una historia de amor única e irrepetible porque ambos se fían de Dios. A nosotros nos invitan a confiar más en su gracia que en nuestras cualidades, más en sus planes que en los propios. No hay mejor intérprete que aquel que deja que Dios haga la parte que en su vida tiene asignada ¡que no es poca! Cuando nos empeñamos en caminar dejando de lado su voz y preferimos no saber lo que Él quiere, sin darnos cuenta nos quedamos sin el "apuntador", sin aquel que sabe en cada momento lo que mejor nos conviene y desea dárnoslo a conocer. Confiemos más y más en el Señor. Digamos con Pedro aquella bella oración: "Señor, a quién iremos, sólo tú tienes palabras de vida eterna". 

Propósito
Crear y fomentar, en todo lugar y momento, un ambiente de acogida y alegría.

Diálogo con Cristo 
Jesucristo, ayúdame a edificar mi propia santificación en la entrega generosa, en la búsqueda de tu gloria y en una esforzada abnegación de mí mismo, especialmente en el seno de mi propia familia, siguiendo el ejemplo de san José, quien ante una crisis, su primera reacción fue la caridad. 



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