La liturgia diaria meditada - No es un Dios de muertos, sino de vivos (Lc 20, 27-38) 06/11



Domingo 06 de Noviembre de 2016
32º Domingo durante el año
Verde.

Antífona de entrada         cf. Sal 87, 3
Que mi plegaria llegue a tu presencia, Señor; inclina tu oído a mi clamor.

Oración colecta    
Dios todopoderoso y rico en misericordia, aleja de nosotros todos los males, para que, sin impedimentos en el alma y en el cuerpo, cumplamos tu voluntad con libertad de espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas       
Mira con bondad este sacrificio, Señor, y concédenos alcanzar los frutos de la pasión de tu Hijo, que ahora celebramos sacramentalmente. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Antífona de comunión       cf. Sal 22, 1-2
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas y me conduce a las aguas tranquilas.

O bien:         cf. Lc 24, 35
Los discípulos reconocieron al Señor Jesús al partir el pan.

Oración después de la comunión
Te damos gracias, Padre, por la eucaristía que nos ha alimentado; imploramos tu misericordia para que, por el Espíritu Santo, quienes recibimos la fuerza de lo alto perseveremos fielmente. Por Jesucristo, nuestro Señor.

1ª Lectura    2Mac 6, 1; 7, 1-2. 9-14
Lectura del segundo libro de los Macabeos.
El rey Antíoco envió a un consejero ateniense para que obligara a los judíos a abandonar las costumbres de sus padres y a no vivir conforme a las leyes de Dios. Fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo prohibida por la Ley. Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo: “¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de nuestros padres”. Una vez que el primero murió, llevaron al suplicio al segundo. Y cuando estaba por dar su último suspiro dijo: “Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes”. Después de éste fue castigado el tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos y dijo con valentía: “Yo he recibido estos miembros como un don del cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de él”. El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos. Una vez que murió éste, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos suplicios. Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: “Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por él. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida”.
Palabra de Dios.

Comentario
Estos jóvenes hermanos soportaron el martirio por su fe. En medio de los tormentos, los sostiene una convicción: Dios es el único Señor de la Vida, y él los hará resucitar. Esta fe en la resurrección y la templanza con que llevaron su martirio es parte del testimonio que ellos entregaron.

Sal 16, 1. 5-6. 8b. 15
R. ¡Señor, al despertar, me saciaré de tu presencia!

Escucha, Señor, mi justa demanda, atiende a mi clamor; presta oído a mi plegaria, porque en mis labios no hay falsedad. R.

Mis pies se mantuvieron firmes en los caminos señalados: ¡Mis pasos nunca se apartaron de tus huellas! Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes: inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. R.

Escóndeme a la sombra de tus alas. Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro, y al despertar me saciaré de tu presencia. R.

2ª Lectura    2Tes 2, 16—3, 5
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica.
Hermanos: Que nuestro Señor Jesucristo y Dios nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena. Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros, para que la Palabra del Señor se propague rápidamente y sea glorificada como lo es entre ustedes. Rueguen también para que nos veamos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no todos tienen fe. Pero el Señor es fiel: él los fortalecerá y los preservará del Maligno. Nosotros tenemos plena confianza en el Señor de que ustedes cumplen y seguirán cumpliendo nuestras disposiciones. Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de Cristo.
Palabra de Dios.

Comentario
La carta nos exhorta a orar para que la Palabra del Señor siga propagándose. También hoy hay gran necesidad de dar a conocer la Palabra de Dios y llevar esa Buena Noticia a muchas personas que la necesitan. Acompañemos y apoyemos todos los esfuerzos e iniciativas que se realizan para que la Palabra de Dios sea difundida cada vez más.

Aleluya        Apoc 1, 5-6
Aleluya. Jesucristo es el primero que resucitó de entre los muertos. ¡A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Aleluya.

Evangelio     Lc 20, 27-38
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
En aquel tiempo, acercándose a Jesús algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Ésta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer». 
Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos viven». 
Algunos de los escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». Pues ya no se atrevían a preguntarle nada. 
Palabra del Señor.

Comentario
Nuestro Dios es el Viviente y nos ha creado para la vida. Todo lo bueno que vivimos aquí, con toda su belleza y amor, no es más que un pálido anticipo de la plenitud que Dios nos regalará. Cada momento de amor, de lucidez y de belleza en este mundo es un pedacito de cielo que acercamos a la tierra. Todo se encamina hacia la comunión definitiva de amor que es la Vida Eterna.

Oración introductoria
Señor, Tú eres un Dios de vivos no de muertos, por eso te pido que me muestres en esta oración cómo puedo aprovechar cada minuto de mi vida para crecer espiritual y apostólicamente, camino seguro para alcanzar la santidad.

Petición
Dios mío, hazme poner toda mi esperanza y esfuerzo en alcanzar el cielo.

Meditación 

1.- Tú, malvado, nos arrancarás la vida presente; pero, cuando hayamos muerto por su ley, el rey del universo nos resucitará para una vida eterna. La fe en la resurrección de los siete hermanos macabeos, con su madre al frente, es realmente admirable. Aceptan el martirio con una entereza grande, consecuencia de su confianza en la palabra de su Dios, de Yahvé, y lo hacen sin exigir la muerte de nadie a cambio, aceptan su martirio sin exigir, ni provocar mártires del bando contrario. En estos tiempos en los que nosotros vivimos, estamos acostumbrados a escuchar todos los días que algunas personas dicen morir por su fe, pero matando a los que no creen lo mismo que ellos creen, mueren matando a los que no comparten su fe. Estos casos de martirio no tienen nada que ver con el martirio de los siete hermanos macabeos, y no los puede querer Dios, porque, como hemos dicho arriba, nuestro Dios es un Dios de vivos, no de muertos. Nuestros mártires no buscan el martirio; lo aceptan como consecuencia de su fe, sin exigir la muerte de los que no comparten su misma fe. Nuestros mártires, como hizo Jesús, mueren pidiendo a Dios que perdone a los que les matan, porque no saben lo que hacen. Esta debe ser nuestra posición ante el martirio.

2.- Que Jesucristo, nuestro Señor y Dios, nuestro Padre, os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Cuando se escribe esta carta, posiblemente a finales del siglo 1, la comunidad de Tesalónica estaba sufriendo serias dificultades, por lo que el autor de la carta les pide a los fieles cristianos que tengan constancia en su fe en Cristo. También le pide a Dios que les consuele internamente y les dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas. Podríamos muy bien entender estas palabras de esta segunda carta a los Tesalonicenses como palabras dirigidas a nosotros. Porque también hoy nosotros tenemos dificultades para predicar y mantener viva nuestra fe en Cristo. En muchas partes del mundo nuestra fe sufre verdadera persecución y en otras muchas partes sufre verdadera indiferencia. Debemos pedir fuerza interior y exterior a Dios nuestro Padre y a Jesucristo, nuestro Señor, para seguir constantes en la fe y para no perder nunca el consuelo y la confianza interior. Así se lo pedimos hoy desde aquí a nuestro Dios y Señor.

3.- Que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos. La trampa saducea, es decir la pregunta con la que los saduceos querían dejar en ridículo a Jesús, suponía dos cosas: la primera, que ellos no creían en la resurrección de los muertos y la segunda, que pensaban que Jesús tenía un concepto totalmente equivocado de lo que realmente era la resurrección. Jesús no creía que los que resucitan vayan a vivir en la otra vida como habían vivido en esta. En la otra vida no hay tiempo, ni espacio, y, consecuentemente, el que vive en la eternidad, ya no puede morir nunca, porque allí no habrá ni un antes, ni un después, todo es un eterno ahora. Dios está siempre vivo, porque la esencia de Dios es ser, Dios es “el que es”. En los tiempos que ahora nosotros vivimos hay muchos que como los saduceos no creen en la resurrección de los muertos. Pero somos muchísimos, somos miles de millones, los que sí creemos en la resurrección. Toda persona que practica conscientemente una religión –y somos millones de personas los que practicamos alguna religión– cree en la resurrección. Creer o no creer en la resurrección es una cuestión de fe, no es producto de un argumento racional y empírico. Lo que está claro es que los que creemos en la resurrección creemos que Dios es un ser vivo, eternamente vivo, y que da y otorga vida a los que creen en él. Si resucitamos en Dios, en el ser eternamente vivo, resucitamos para siempre, viviremos para siempre. Esto no impide que admitamos que creer en la resurrección no nos da derecho a decir cómo será realmente la resurrección de los muertos. Debemos ser intelectualmente humildes y reconocer nuestra ignorancia sobre el cómo de la resurrección. Los cristianos creemos en la resurrección de los muertos como creemos en los demás misterios de la religión cristiana. Los misterios se creen, o no se creen, pero no se explican empíricamente. Alabemos a Dios, a un Dios de vivos y eternamente vivo, por nuestra fe en la resurrección.

Propósito
Buscar la felicidad en esta tierra y tener los ojos puestos en la eternidad. 

Diálogo con Cristo 
Señor, no permitas que deje pasar mi tiempo de modo infructuoso. Si hoy terminase mi vida, ¿qué podría ofrecerte? Graba en mi alma la conciencia de que a medida que la vida avanza y la eternidad se acerca, sólo tu amor queda y todo lo demás se va a convertir en nada.

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06:36

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