Tenía hecho el propósito de no hablar de Cáritas en una temporada. Lo mantengo. Lo de hoy sea una excepción que espero sea aceptada con benevolencia.
En la Iglesia, en Cáritas, los cantamañanas de este mundo han conseguido meternos el miedo en el cuerpo y convertirnos en memos políticamente correctos, tan correctos como memos, tan memos como correctos. Nos pasamos el día acoquinados por la cosa de no ofender a nadie, haciendo un consumo absurdo de papel de fumar. Me dicen que en alguna diócesis y parroquias se han agotado incluso las existencias. No es el caso de Madrid, simplemente porque los estancos abundan.
Pues eso, que andamos con mil remilgos en algunas cosas y tragando camellos en otras, dependiendo de por dónde nos manden. Ayer y hoy ha sido noticia en todos los medios la decisión de Cáritas Salamanca de negarse a una campaña de recogida de fondos que pensaba llevar a cabo una asociación taurina, con el argumento de que los toros son un tema controvertido. Y no es la primera vez.
Las corridas de toros están no solo protegidas por la ley, sino que están declaradas en España Patrimonio histórico y cultural. Más aún, el mundo del toro se ha caracterizado siempre por su solidaridad y su prontitud a la hora de lanzarse a la arena en beneficio de cualquier causa solidaria. La misma plaza de las Ventas, de Madrid, se inauguró en 1931 con una corrida en beneficio del paro obrero.
Pero ya ven, más papel de fumar, librillos y librillos, porque lo de los toros es un tema controvertido. Leche, claro, y el fútbol, y el teatro, y el famoseo. Pero, claro, los toros molestan a una parte de la sociedad. ¿A quiénes? Podemitas y afines, ecologistas radicales, sí, esos que son partidarios del aborto libre, e independentistas especialmente catalanes. Y Cáritas perece que no quiere enfadarse con esa gente.
Más me preocupan los voluntarios. No sea que mientras nos volvemos exquisitos con lo del dinero de los toros, tengamos voluntarios no con ideas, sino con vidas abiertamente anticristianas. Voluntarios que pagan recibos en dinero negro, que viven situaciones de pareja del todo irregulares y que mientras están en el despacho de Cáritas se avergüenzan de un crucifijo o echan pestes de la Iglesia. Más exquisitez quisiera yo con esto. Y eso que cada vez se cuida más.
Lo de Salamanca no es más que otra memez que ha conseguido cabrear a mucha gente. Pero no nos confundamos. Los podemitas, ecologistas de medio pelo e independentistas radicales, jamás darán un duro a Cáritas, cosa que si ha hecho desde siempre el mundo del toro. Hoy los taurinos andan cabreados. Cabreados porque su entrega a la solidaridad, jugándose la vida en una plaza y desde hace décadas, sienten que no es respetada ni valorada. Cabreados porque una institución de la Iglesia, dedicada específicamente a la caridad, los haya puesto en la lista de la sospecha. Cabreados porque Cáritas haya puesto a la misma altura a la gente que se da, y a la gente que protesta sin nada a cambio, y ganando los protestones (no pongo protestantes por si me la cargo). Se preguntan si con ellos no existe la presunción de buena voluntad, se preguntan por qué, en esta época de no juzgar, respetar y acoger, ellos, que trabajan en una actividad, la tauromaquia, patrimonio cultural e histórico de España, deben aceptar que Cáritas los coloque en el baúl de la sospecha porque eso dicen algunos, con menos credibilidad por cierto que la tacones dando clases de continencia.
Cáritas acoquinada por el qué dirán. No lo entienden. Cáritas ha conseguido que el mundo del toro dé la espalda, que les pidan explicaciones por ejemplo hoy mismo desde la Fundación “Toro de Lidia” y que mucha gente se haya cabreado por el asunto.
Yo sé que esto al final es cosa de algún memo indocumentado o un podemita infiltrado -me temo que abundantes- que no se sabe cómo ha llegado a ser algo en Cáritas Salamanca. Pues quizá la primera labor de Cáritas sea librarse de ellos por el bien de la institución.
Ya quisiera yo un festival taurino a beneficio del economato de la parroquia. Y servidor, presidente.
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