4 de marzo.

VIERNES DE LA TERCERA SEMANA DE CUARESMA

Lectura de la profecía de Oseas 14,2-10

Así dice el Señor: «Israel, conviértete al Señor Dios tuyo, porque tropezaste por tu pecado. Preparad vuestro discurso, volved al Señor y decidle: Perdona del todo la iniquidad, recibe benévolo el sacrificio de nuestros labios. No nos salvará Asiria, no montaremos a caballo, no volveremos a llamar Dios a la obra de nuestras manos. En ti encuentra piedad el huérfano.” Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan, mi cólera se apartará de ellos. Seré para Israel como rocío, florecerá como azucena, arraigará como el Líbano. Brotarán sus vástagos, será su esplendor como un olivo, su aroma como el Líbano. Vuelven a descansar a su sombra: harán brotar el trigo, florecerán como la viña; será su fama como la del vino del Líbano. Efraín, ¿qué te importan los ídolos? Yo le respondo y le miro: yo soy como un ciprés frondoso: de mí proceden tus frutos. ¿Quién es el sabio que lo comprenda, el prudente que lo entienda? Rectos son los caminos del Señor: los justos andan por ellos, los pecadores tropiezan en ellos.»

Sal 80 R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz

Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré. R/.

Te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel! R/.

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto. R/.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.» R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: – «¿Qué mandamiento es el primero de todos?» Respondió Jesús: – «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. ” El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento mayor que éstos.» El escriba replicó: – «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: – «No estás lejos del reino de Dios.» Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

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1. Hoy, viernes, de nuevo se nos habla de la conversión.

El profeta Oseas habla a las tribus del Norte -Israel- antes del destierro y les urge a que se conviertan.

La primera parte del pasaje es una oración humilde del pueblo, prometiendo su vuelta a Dios. Es interesante que el mismo Dios ponga en labios de su pueblo las palabras que está deseando oírle: «perdona nuestra iniquidad, recibe el sacrificio de nuestros labios».

El pecado principal había sido contra el primer mandamiento, «no tendrás otro dios más que a mí». Por eso el arrepentimiento se refiere a la idolatría: «no nos salvará Asiria, no montaremos a caballo (o sea, no buscaremos alianzas militares con pueblos extranjeros, sino que nos fiaremos de Dios), no volveremos a llamar dios a la obra de nuestras manos (no fabricaremos ni adoraremos ídolos)».

La segunda parte es la respuesta amable de Dios acogiendo de nuevo a su pueblo, como se acoge al hijo pródigo que vuelve o a la esposa caprichosa después de su escapada: «yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan, seré rocío para Israel».

Oseas añade por su cuenta que será sabio el que siga este camino de conversión y prudente el que haga caso de la invitación de Dios.

2. Gracias a la pregunta de este buen letrado sabemos a cuál de las numerosas normas que tenían los judíos -más de seiscientas- le daba más importancia Jesús.

La respuesta es clara y sintética: «amarás al Señor tu Dios… amarás a tu prójimo como a ti mismo: no hay mandamiento mayor que estos».

Los dos mandamientos no se pueden separar. Toda la ley se condensa en una actitud muy positiva: amar. Amar a Dios. Amar a los demás. Esta vez la medida del amor al prójimo es muy cercana y difícil: «como a ti mismo». Porque a nosotros sí que nos queremos y nos toleramos. Pues así quiere Jesús que amemos a los demás.

3. a) ¿Es actual la tentación de la idolatría? ¿podriamos estar faltando al primero y más importante mandamiento?

Sí, también para nosotros se ha repetido hoy el salmo: «yo soy el Señor, Dios tuyo… no tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero… ojalá me escuchase mi pueblo y caminase por mi camino». También a nosotros nos dice Jesús que «el Señor nuestro Dios es el único Señor» y que hay que amarle «con todo el corazón».

En nuestro caso no serán ídolos de madera o de piedra hechos por nuestras manos. Pero sí pueden ser otros valores que absolutizamos: el dinero, el éxito, el placer, la comodidad, las estructuras, nuestra propia persona.

Seguimos teniendo la tentación de pactar con Asiria o montar a caballo: de poner nuestra confianza en medios humanos, sin escarmentar por los fracasos que vamos teniendo ni por las veces que quedamos defraudados por haber recurrido a ellos. Cada uno sabrá, en el examen más exigente de la Cuaresma, cuáles son los ídolos en los que está poniendo demasiado interés, olvidándose de Dios.

b) Haremos bien en escuchar las apasionadas palabras de Dios, asegurándonos que nos quiere curar, que está dispuesto a perdonarnos también este año, que nos sigue amando a pesar de nuestras distracciones.

Y en saber orientar nuestra vida según lo que Jesús nos ha dicho que es lo principal: el amor. Preguntémonos sinceramente si nuestra vida está organizada según este mandamiento: ¿amamos? ¿amamos a Dios y al prójimo? ¿o nos amamos sólo a nosotros mismos?

Tal vez hubiéramos preferido que Jesús contestase a aquel buen hombre diciéndonos que debemos rezar más, o bien ofrecer tales o cuales sacrificios.

Pero le dijo, y nos dice a nosotros, que lo que debemos hacer es amar. Y eso es lo que más nos cuesta en la vida. Se entiende, amar gratuitamente, sin pedir nada a cambio, entregando nuestro tiempo, interesándonos por los demás. Es una consigna que nos ocupa las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana.

Una vez más hemos de recordar que, antes de ir a comulgar con Cristo, se nos invita a dar la paz a los que tenemos al lado, como representantes de todos los que encontraremos a lo largo del día en nuestra vida. Comulgamos con un Cristo entregado por los demás, para que vayamos aprendiendo a amar: a entregarnos y a ser pan partido para los demás. La Cuaresma consiste en seguir el camino de Cristo a su Pascua: y ese camino es de entrega, de amor total.


18:06
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