Como explica Luis Romera, en el hombre es preciso distinguir entre su “identidad constitutiva” (esencial) y su “identidad constituida” (su ser bigoráfico); el hombre configura esta última en el tiempo, a través de sus decisiones libres. Pero sólo si “corresponde a la finalidad a la que apunta su identidad constituriva, el hombre llega a su plenitud; en el caso contrario acaba en la negación de si, en la alienación.
La temporalidad implica también que el hombre existe en un contexto que él mismo contribuye a configurar. Este contexto histórico influye en su identidad constituida, y por eso el hombre es un ser histórico. Pero no basta para saber quién es el hombre conocer su identidad constituida, hace falta conocer su identidad esencial. Sólo desde la comprensión de su ser constitutivo y de la finalidad que implica, será capaz de orientar su existencia según su identidad, evitando el peligro de la alienación
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