“Les preguntó: “¿Qué queréis que haga por vosotros?” Contestaron: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Jesús replicó: “No sabéis lo que pedís… el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. (Mc 10,35-45)
Yo pienso que no siempre somos tan malos como parecemos.
Más bien, creo que somos inocentes.
Santiago y Juan no acuden a Jesús haciendo reclamos porque son malos.
Sencillamente, como les dice Jesús: “No sabéis lo que pedís”.
La confianza les animó a pedir los primeros puestos.
La confianza no les hacía ver que estaban pidiendo algo contrario a todo lo que Jesús les estaba enseñando.
Por lo demás es natural que todos queramos estar arriba.
Aunque sin medir las consecuencias.
Sin tomar conciencia de que son precisamente los de arriba los que pisotean a los de abajo.
Sin darse cuenta de que ciertas aspiraciones iban a crear problemas en el mismo grupo.
“Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan”.
Es que las luchas por el poder siempre dividen.
Las luchas por el poder siempre suelen ser motivos de luchas internas.
Pidieron los primeros puestos:
¿por el cariño y la confianza que tenían con Jesús?
¿por creerse superiores a los demás?
¿por ansias de poder?
Yo me inclino por el cariño y confianza.
Sin embargo, tampoco ello justifica sus ilusiones y aspiraciones.
El poder termina por cambiar a las personas.
El poder termina por el ejercicio de la fuerza.
El poder termina por marcar superioridades.
El poder termina por crear distancias.
El poder termina por creernos con derechos.
El poder termina por imponernos a los demás.
Todos hablamos de ser los primeros:
Porque queremos servir a los demás.
Porque queremos servir a los de abajo.
Para servir a los demás:
Primero hemos de ser servidores estando en llano.
Primero hemos de ponernos al servicio de los demás estando abajo.
Quien no sirve en el llano, difícilmente servirá desde las alturas.
El que quiera servir tiene que hacerse el más pequeño.
Ese es el primer servicio.
El que quiera servir a los demás no necesita subir muy alto.
Jesús vino a servir a todos.
Pero para ello, primero “se abajó a sí mismo”.
Desde el llano podemos amar a todos.
Desde el llano podemos acercarnos a todos los débiles.
Desde el llano podemos darnos a todos.
Desde el llano podemos entregar nuestra vida por los demás.
Es lo que hizo Jesús.
Nunca buscó las alturas.
La única altura que Jesús quiso fue la de la Cruz donde entregó su vida por todos.
Por eso, a la luz de la vida de Jesús, el camino del servicio es “hacerse el menor de todos”.
Los demás están más cercanos cuando estamos en el llano.
Conocemos mejor el sufrimiento de los demás están abajo que arriba.
Desde arriba se ve más lejos.
Pero se ve menos lo de cerca.
“El Hijo del hombre no ha venido para que lo sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario
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