Por Ujué Rodríguez
Recuerdo que tras ver esa película por primera vez, se me ocurrió considerar el sentimiento de soledad que puede experimentar el Romano Pontífice, a pesar de vivir rodeado de gente, y que por analogía lo mismo les puede suceder a muchos Sacerdotes.
Siguiendo nuestra peregrinación virtual, hoy dejaremos París, pero no abandonaremos Francia. Volveremos al sudeste de Francia, a una meseta alpina , cerca del poblado de La Salette. Allí el 19 de septiembre de 1846, Maximino Giraud de once años y Melanie Mathieu de quince estaban cuidando el ganado cuando vieron aparecer dentro de una luz resplandeciente una “Bella Dama” más brillante que el sol”, sentada y llorando con la cabeza entre las manos. La "Bella Dama" se levantó y les habló durante un largo rato. Les explicó que lloraba por la impiedad imperante en la sociedad y les instó a renunciar a dos pecados graves que se habían hecho muy comunes: la blasfemia y el no tomarse el domingo como día de descanso y de asistencia a Misa. Predijo castigos espantosos si la gente no cambiaba y prometió la clemencia divina para los que cambiaran. Finalmente les pidió que rezasen, que hicieran penitencia y que difundieran su mensaje.
Al finalizar, la "Bella Dama" subió por una pendiente y desapareció entre la luz.
Después de 5 años de investigación, el Obispo de Grenoble, Philibert de Bruillard, reconoció la autenticidad de la aparición. El Papa Pío IX aprobó la devoción a Nuestra Señora de La Salette.
Los pastorcillos afirmaron haber sido informados de sendos secretos que no debían comentar ni siquiera entre ellos, hasta el año de 1858, fecha en la que se revelarían. En ellos la Virgen les habló del peligro que corrían muchos Sacerdotes y personas de vida consagrada si se dejaban ganar por los afanes de este mundo.
Aunque conocía la existencia de esta advocación mariana, desconocía su historia y me ha causado una gran impresión el encontrarme, cuando la he introducido en el buscador de imágenes, con una Virgen sentada, ocultando su rostro lloroso entre sus manos. Al verla me he acordado de esa estrofa del “Stabat Mater” que dice:
«Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?»
Al principio os hablaba de la soledad de muchos Sacerdotes. Después hemos visto cómo nuestra Madre del Cielo lloraba y se preocupaba por la salud espiritual de sus hijos, y en particular de los ministros de su Hijo. Y como no podemos ni queremos dejarla sola en tanto dolor, viéndola sujeta a tanto rigor, subiremos a la Salette y trataremos de consolarla rezando unos por otros - en particular por todos los Sacerdotes - haciendo penitencia y difundiendo su mensaje de amor y de preocupación por todos y cada uno de sus hijos.
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