Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Jueves de la 28 a. Semana – Ciclo B

“¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entráis vosotros, y a los que querían entrar se lo habéis impedido”. (Lc 11,47-54)

Alguien me regaló un pequeño póster que decía: “Si no tienes nada que hacer, no lo vengas a hacer aquí”.
Está mal que no hagamos nada.
Pero peor todavía es estorbar al que hace algo.
Está mal que tú no entres.
Pero peor es que impidas a los que quieren entrar.
Está mal que tú no cambies.
Pero peor es que no dejes cambiar a los demás.

Jesús acusa a quienes creen que lo saben todo.
Y se guardan la llave para que otros tampoco sepan.
Les acusa de que “ellos no entran” al reino de los cielos.
A Jesús le duele su resistencia.
Pero más le duele el que, por su causa otros, los que quisieran entrar no puedan entrar.
Es el gran problema del creyente y de la misma Iglesia.
Hoy son muchos los que la abandonan.
Y no son ellos los culpables, sino aquellos que los empujan a dejarla.
No siempre los que salen son gente mala.
Con frecuencia abandonan la Iglesia porque se sienten mal en ella.
O como dice Pagola “salen tan silenciosos como silenciosos han estado en ella”, porque nadie les ha dado oportunidad para hablar y solo se les ha permitido escuchar.
“La mayoría se ha ido marchando silenciosamente, sin sacar ruido alguno. Siempre han estado mudos en la Iglesia. Nadie les ha preguntado nada importante. Nunca han pensado que pudieran tener algo que decir. Ahora se marchan calladamente”.

Jesús centra su acusación en aquellos que:
No entran en el Reino por las resistencias que llevan dentro.
Oyen pero no escuchan.
Ven pero no creen.
Se encierran en sus ideas, en su saber.
Se cierran en sus criterios y mentalidad.
Se cierran en sus indiferencias.

Jesús respeta la libertad del que se niega a creer.
La fe no es algo que se impone a la fuerza.
La fe es el ejercicio de la libertad personal.
Pero le duele que cierren la puerta a los que sí quisieran entrar.
Cierran la puerta a los que sí quisieran creer.
Cierran la puerta a los que sí quisieran abrirse al Evangelio.

Padres que cierran la puerta a sus hijos.
Silenciando a Dios en la familia.
Silenciando a Dios en la formación de los hijos.
Viviendo una vida de crítica contra la fe.
Creando un clima de crítica contra la Iglesia.

Cristianos que cerramos la puerta a los que podrían entrar:
Porque nuestra vida no revela el Evangelio.
Nuestra vida es contraria al Evangelio.
Llevamos una vida que contradice nuestras creencias.
No hacemos agradable el Evangelio.
No hacemos agradable la fe.
No hacemos agradable a la Iglesia.

Nuestra vida de creyente puede ser:
Puerta que se abre a los que quieren entrar.
O puerta que se les cierra.
Puerta que se abre en el testimonio de nuestra alegría.
O puerta que se cierra en el testimonio de nuestra frialdad e indiferencia.

No solo somos responsables de nuestra vida de fe.
También somos responsables de la fe de los demás.
Puede que hablemos bonito de la Iglesia.
Puede que expliquemos bonito el Evangelio.
Pero luego contradecimos nuestras palabras con nuestras vidas.
Decimos una cosa y vivimos otra.
Cada uno somos puerta que se abre o se cierra.
Cada uno somos llamada o rechazo.

Es posible que también hoy Jesús pueda decirnos a muchos de nosotros:
“No entráis y no dejáis entrar”.

Clemente Sobrado C. P.


Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario
22:57

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