“Fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es este el hijo del carpintero, el hijo de María?… No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe”. (Mc 6,1-6)
La vida está llena de contradicciones.
Todos admiran la sabiduría de Jesús.
Pero no se abren a ella.
Más que aceptarle les interesa saber quién se la ha enseñado.
Lo importante de dónde saca todo ese saber.
Quiénes han sido sus maestros.
Para ellos su sabiduría sigue siendo humana y no divina.
Interesa más conocer a sus maestros que rendirse a lo que enseña.
Los de Cafarnaún descubrían que era una sabiduría nueva y no como la de los escribas.
Era una sabiduría nueva, distinta, propia.
Además, su origen era otro estorbo.
Era hijo de un carpintero.
Y su madre era María, mujer del pueblo.
¿Qué se puede esperar de un carpintero?
¿Qué se puede esperar de alguien cuya familia conocemos?
Para que nos crean es mejor ser un desconocido.
Para que nos crean es preferible venir del oriente cuyo origen desconocemos.
Es el peligro cuando:
No valoramos a las personas por sí mismas.
No las valoramos por lo que son.
Sino por su apellido.
Por su origen.
Por la profesión de sus padres.
Cada uno somos lo que somos y no lo que fueron nuestros antepasados.
Cada uno valemos por lo que somos y no por nuestra genealogía.
Y además, la verdad tiene muchos caminos.
Si nos atenemos al Evangelio, los sencillos son el mejor camino de la verdad.
Los pobres y desheredados son el mejor camino de Dios hacia nosotros.
El mismo no se revistió de grandeza sino de pobreza y abajamiento.
El problema será siempre la fe.
Jesús no pudo hacer milagros, no porque no quisiese.
Jesús no pudo hacer milagros, “por su falta de fe”.
Y posiblemente algo doloroso para él.
El que vino para todos siente la decepción de los más cercanos.
“Vino a los suyos y los suyos no le reconocieron”.
Fue a su propio pueblo, y allí se niegan a creer en él.
Es doloroso que te nieguen en tu casa y te abran las puertas de los otros.
Es doloroso que te admiren lejos y te tengan por un vulgar a tu casa.
Es doloroso sean precisamente los tuyos los que no te reconocen.
Es doloroso acepten la verdad cuando viene de lejos, y la rechacen los de cerca.
Señor, tengo mejor suerte que tú.
Tu padre fue carpintero y no te creyeron.
Mi padre fue zapatero y reconozco que me valoran.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario Tagged: carpintero, fe, Jesus
Publicar un comentario