La Pascua del Señor, su santísima resurrección, inaugura un tiempo nuevo. Tal vez sería más apropiado afirmar que el tiempo ahora es nuevo, totalmente nuevo. Él se ha convertido en Señor del tiempo, y el tiempo que hasta ahora era caduco, envejecía y hacía morir, se convierte en tiempo eterno, en eternidad.
La Vigilia pascual lo significaba ritualmente cuando, en el lucernario, se marca el cirio pascual grabando el año en curso mientras se dice: "Cristo, ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. Suyo es el tiempo y la eternidad. A él la gloria por los siglos. Amén".
En Cristo, comienza el tiempo de la eternidad o la eternidad entra en el tiempo redimiéndolo. El antiguo eón -el tiempo caduco- ha sido sustituido por el "nuevo eón", el tiempo de Dios, feliz y definitivo. La Pascua ya marca el antes y el después del tiempo y de la historia.
Sé que este lenguaje es un tecnicismo, propio del lenguaje teológico, pero es bueno ampliar nuestro lenguaje. Al fin y al cabo, las realidades últimas, la escatología, han comenzado por la Pascua misma de Cristo y orientan el presente de nuestro peregrinar."El último obrar salvador de Dios es un obrar en la criatura es una nueva determinación de la criatura misma. Lo 'otro' del nuevo eón es lo 'distinto' y lo 'nuevo' del viejo eón. No se trata de rechazar el mundo creado y poner en sulugar un segundo mundo extraño al primero... Pero el acontecimiento del paso del antiguo eón al nuevo eón es la muerte y la resurrección del Hijo de Dios. Su 'vuelta' al Padre es la creación de aquella dimensión dentro de la cual, por libre gracia de Dios, inician su cambio el hombre y el cosmos" (VON BALTHASAR, H. U., Escatología en: Escritos teológicos I. Verbum Caro, Madrid 1964, p. 334).
Si el tiempo eterno ha entrado ya en este tiempo nuestro; si Cristo ha resucitado venciendo el pecado y la muerte, el tiempo ha sido cambiado para que la eternidad invada el presente de los hombres.
Junto a esta entrada de la eternidad, comenzando el "nuevo eón", también es nueva la creación, que ha sido renovada por la resurrección de Cristo y se ve que el cielo nuevo y la tierra nueva se han iniciado ya. Él, el Señor, lo hace todo nuevo.
"Cristo, el Resucitado, es el que da plenitud al sentido dado por el Padre al hombre, a la historia y al mundo. Por ello el curso del mundo creado no puede ser indiferente y extraño a este fin. En el milagro de lo sobrenatural, de la gracia y de la redención, en el milagro de la resurrección de la carne ha de integrarse todo lo que en el cosmos camina hacia la plenitud de su sentido, pero sigue estando afectado y dominado por una causalidad sobrenatural" (Ibíd., p. 351).
Publicar un comentario