Bocadillos espirituales para la Pascua: Sábado de la 2da Semana – Ciclo B

“Habían remado unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se aceraba a la barca, caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo: “Soy yo, no temáis”. (Jn 6,16-21)



La noche se presta a los miedos.

A deformar las cosas por falta de luz.

A imaginarnos cualquier cosa.

Aquel niño no podía dormir porque la oscuridad le impedía dormir.

Por la mañana le decía a su mamá: “Mamá ya puedes apagar la luz, ahora ya no tengo miedo porque es de día”.


Los discípulos ven a Jesús caminar sobre las aguas y se asustaron.

Les entró el miedo.

Jesús les anima y les devuelve el ánimo al cuerpo: “Soy yo, no temáis”.


Existen demasiados miedos, día y de noche.

Y el miedo nos paraliza y nos impide tomar decisiones.

El miedo mata muchas esperanzas.

El miedo mata muchas ilusiones.

Con frecuencia, los miedos nos dejan enanos y nos impiden ser grandes.


Tenemos miedo a ser nosotros mismos.

Nos da miedo afrontar nuestra propia identidad y preferimos ser cualquier cosa.

Tenemos miedo a amar de verdad:

Porque tenemos miedo a perder nuestra libertad.

Tenemos miedo a sacrificar muchos de nuestros deseos.

Incluso tenemos miedo a sacrificar muchas de nuestras pasiones.

Tenemos miedo a no vivir la vida de verdad sacrificando muchos de nuestros instintos.


Conozco a muchos que tienen miedo a casarse, porque tienen miedo a sus responsabilidades.

Muchos prefieren quedarse solterones y viven a su aire y capricho.

Así se sienten más libres y sin ataduras.


Tenemos miedo a dejarnos llevar de nuestras ilusiones.

Porque tenemos miedo a tener que privarse de muchas cosas.

Prefieren vida de enanos a gigantes.


Tenemos miedo a tomar en serio nuestra fe.

Hasta preferimos decir que la estamos perdiendo.

Pensando que así se ven libres de las exigencias de la fe, de la moral de la fe, de las consecuencias de creer.


Tenemos miedo a emprender una empresa.

Porque ¿y si fracaso?

¿Y si no logro lo que busco?


Tenemos miedo a la llamada de Dios que nos llama a la vida consagrada o al sacerdocio.

Todo va muy bien hasta que tengo que definirme de verdad.

Entonces nos echamos atrás, por el miedo a perder muchas satisfacciones en la vida.

Con frecuencia es el miedo a tener que “dejar”.

Otras es el miedo al fracaso.

Otras el miedo a no llegar a vivir el ideal que se nos pone por delante.


Tenemos miedo a la santidad.

Es que eso tiene muchas obligaciones.

Eso implica renunciar a muchas cosas que se nos pegan en el alma.

Estoy seguro de que existen demasiados enanos espirituales por miedo a tomar en serio las exigencias de su Bautismo que los encamino hacia la santidad.


Y nos olvidamos de que no estamos solos en la noche de las decisiones.

Que caminando por el lago de nuestra vida viene Jesús.

Que no somos nosotros los que estamos solos en la barca de nuestra vida.

Que el mismo que nos llama a la fe, Jesús, está a nuestro lado para animarnos y darnos fuerza y valentía.

Hay cosas que no dependen tanto de nuestras fuerzas sino de la presencia de Jesús en nosotros.

“Todo lo puedo en aquel que me conforta”.

“Para Dios nada hay imposible”.


Evitemos los fantasmas de nuestras vidas.

Evitemos los fantasmas de nuestra conversión.

Evitemos los fantasmas que nos paralizan.

“Soy yo, Jesús, no temáis”.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo B, Pascua Tagged: aparicion, miedo, serenidad, temor, valor
06:03

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