“Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos”. Pero ella replicó: “Tienes razón, Señor; pero también los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”. El le contestó: “Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija”. (Mc 7,24-30)
De cuando en vez, también a Jesús le meten gol y de penal.
Esta vez se trata de una sencilla mujer del pueblo.
Y para colmo, una mujer pagana, cuando él mismo ha dicho que ha vendo solo para las ovejas de Israel.
Lo primero que podemos descubrir es:
Que también fuera de Israel puede haber mucha fe.
Que también fuera de la Iglesia puede haber mucha fe.
Que también fuera de la Iglesia puede haber mucha bondad.
Que también fuera de la Iglesia actúa el Espíritu Santo en las almas.
Que también fuera de la Iglesia anda Dios sembrando en los corazones.
Que también aquellos que nosotros consideramos malos, pueden llevar un corazón muy grande.
Esta mujer no pertenece a Israel.
Es una mujer pagana.
Es griega, de Fenicia de Siria.
Pero en la que la gracia ya ha actuado.
Pero en la que el Espíritu ya ha hecho su trabajo.
¡Qué difícil juzgar a los demás, por su origen, por su raza o por su color!
¡Qué difícil hacernos jueces del corazón de los demás!
¡Qué difícil condenar a aquellos que nosotros no consideramos de los nuestros!
¡Qué difícil condenar a aquellos que no son de la Iglesia, por los motivos que sean!
Dios no tiene geografías.
Tampoco tiene límites culturales.
Tampoco tiene límites de condiciones sociales.
La gracia de la fe sobrepasa las fronteras de Israel.
La gracia de la fe sobrepasa las fronteras de la Iglesia.
La gracia de la fe sobrepasa las fronteras que nosotros mismos ponemos.
Jesús mismo se siente sorprendido.
También él comienza por dudar.
Esta no es hija de Israel.
Esta pobre mujer no pasa de ser un perrito bajo la mesa.
¿Qué hacer cuando él mismo ha demarcado la geografía de su actividad?
El mismo se siente sorprendido de que, fuera de Israel pudiera haber tanta fe.
Y ante la fe de una mujer a quien todos reconocen como pagana, el corazón de Jesús se conmueve y enternece y termina por escucharla y atenderla.
Estamos demasiado acostumbrados a pensar que “fuera de la Iglesia no hay salvación”. Y aquí caben varias preguntas:
¿No será que la Iglesia es más grande que su institución?
¿No será que nosotros mismos hemos estrechado los límites de la Iglesia?
¿No será que nosotros hemos pretendido encerrar el amor salvífico de Dios en los pequeños marcos de la Iglesia?
¿No será que, también fuera de la Iglesia, se hace presente el amor de Dios?
¿No será que, también fuera de la Iglesia está actuando el Espíritu Santo?
Dios no cabe en la Iglesia que sólo es su sacramento.
Dios no cabe en nuestros corazones y está abierto a todos los corazones que sinceramente le buscan.
Señor, aumenta la fe de quienes decimos creer.
E ilumina los corazones de aquellos que creen no tienen fe.
Que también hoy hay demasiados griegos sirio – fenicios que se contentan con las migajas que caen de nuestras mesas, pero que también ellos están llamados a sentarse en la mesa de los hijos.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario Tagged: creer, creyente, fe, pagano, salvacion
Publicar un comentario