“Dijo Jesús a la gente: “Les aseguro que, de los nacidos de mujer o ha surgido uno más grande que Juan el Bautista; sin embargo el más pequeño en el reino de lo cielos es más grande que él”. (Mt 11,11-15)
A todos nos encanta que nos alaben.
Y más si quien nos alaba es Jesús.
Y por ahí comienza Jesús:
Por hacer un elogio sobre la figura de Juan el Bautista:
“No hay uno más grande nacido de mujer que Juan el Bautista”.
Sin embargo, no hay elogio que no tenga su pero…
Y el elogio de Jesús lo tiene.
“Nadie nacido de mujer es mayor que él”.
“Pero el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él”.
Siempre hay alguien que es más.
Siempre hay alguien que va por delante.
Y esto es lo bonito.
Poder convivir en gozosa armonía.
Los que están arriba y los que está abajo.
Juan es del Antiguo Testamento.
Nosotros somos del Nuevo Testamento.
Juan es de la Ley y los Profetas.
Nosotros somos del mismo Hijo de Dios.
Juan es el mayor de la Ley.
Nosotros somos del Amor.
Es posible que:
No sepamos valorarnos debidamente.
No sepamos valorarnos el ser discípulos de Jesús.
No sepamos valorarnos el ser hijos de la gracia y el Espíritu.
No sepamos valorarnos el ser “criaturas nuevas nacidas del Espíritu”.
Juan todavía pertenece al “agua”.
En tanto que nosotros pertenecemos al “Espíritu”.
Por eso, Juan es el mayor nacido de mujer y de la Ley.
En tanto que nosotros, aún los más pequeños, somos “nacidos de Dios y del Espíritu”.
Somos buenos cumpliendo la ley.
Pero somos mucho mejores viviendo del Espíritu.
Somos buenos escuchando a los profetas.
Pero somos mucho mejores escuchando a Jesús.
Somos buenos siguiendo el camino de Moisés.
Pero somos mucho mejores siguiendo el camino de Jesús.
Es una pena que no nos hayamos percatado de la novedad de Jesús en relación con lo antiguo.
Toda la Ley y los Profetas, quedan reducidos a dos mandamientos:
El amor a Dios.
El amor al prójimo.
La ley es un cumplimiento externo.
Mientras que el Espíritu es el dinamismo de Dios dentro de nosotros.
Moisés y los profetas están fuera.
El espíritu es nueva savia que corre por las venas del alma.
Por eso, el más pequeño del Espíritu es más mayor que el más grande de la Ley.
Juan es el que anuncia.
Jesús es el anuncio mismo.
Juan pertenece a lo viejo.
Nosotros somos de lo nuevo.
Por eso:
El adviento es el camino que nos saca de lo viejo, para anunciarnos y llevarnos a la novedad de Dios.
El adviento es la espera de lo nuevo.
El adviento nos prepara para ser más que los de la antigua Ley.
Moisés nos dio la Ley.
Jesús nos regaló su propia vida.
Moisés nos dio la alianza de la Ley.
Jesús nos regaló la alianza en la propia sangre.
Lo antiguo era un aviso de lo nuevo.
Lo nuevo es la nueva creación, es el hombre nuevo fruto del “soplo de Jesús regalándonos el don del Espíritu Santo”.
Lo antiguo nos hacía “obedientes a Dios”.
Lo nuevo nos hace “hijos de Dios”.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Adviento, Ciclo B Tagged: antiguo testamento, Juan Bautista, nuevo testamento, profeta
Publicar un comentario