“Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, proscriban vuestro nombre como infame.
Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”. (Lc 6,20-26)
El “Semón del monte” de Mateo, se llama “Sermón del llano” en Lucas.
Mateo amplia la Bienaventuranzas a ocho.
Lucas las simplifica en cuatro.
Los dos terminan diciendo lo mismo.
No se trata de un Manual para ser felices.
Se trata más bien de señalar:
Quiénes son los preferidos de Dios.
Quiénes son los amados de Dios.
Cuáles son los criterios de Dios.
Quiénes son los preferidos con los que anda Jesús.
Quiénes son los que siguen a Jesús.
Si Dios es Padre:
Los preferidos de todo padre son los más necesitados.
Los preferidos de todo padre son los más débiles.
Los preferidos de todo padre son sus hijos enfermos.
Los preferidos de todo padre son sus hijos los más débiles.
Los que más necesitan ser amados:
Son los más débiles y frágiles.
Los más indigentes y necesitados.
Los marginados que nadie ama.
Los marginados de quienes nadie se preocupa.
Los excluidos que nadie considera.
Los excluidos a los que nadie busca ni invita.
Los excluidos maltratados por su confesión del Evangelio.
Los perseguidos por la confesión de su fe.
Las bienaventuranzas son proclamadas para nosotros.
Pero son proclamadas para manifestar:
Las preferencias de Dios.
Los queridos de Dios.
Los amados de Dios.
El camino por dónde ha de caminar el Evangelio.
Y cuya mejor expresión es la vida misma de Jesús.
Rodeado de enfermos, de indigentes, de hambrientos, de excluidos.
El Papa Francisco nos dice:
“Si la Iglesia asume este dinamismo misionero, debe llegar a todos, sin excepción.
Pero ¿a quienes debería privilegiar? Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: “No tanto los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, aquellos que “no tienen con qué recompensarte”. (Lc 14,14)
No deben quedar dudas ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, “los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio”, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino de los cielos. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”. (GE 48)
Y añade:
“Más que el temor a equivocarnos, espero nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras fuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: “Dadles vosotros de comer”. (Mc 6,37)
Las Bienaventuranzas:
Nos marcan el camino del Evangelio.
Nos marcan los valores fundamentales del Evangelio.
Nos marcan las preferencias de Dios.
Nos marcan lo que debieran ser las preferencias de la Iglesia.
Nos marcan los signos que deben señalar a la Iglesia.
Clemente Sobrado C. P.
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