La Peste Negra en los años 60 y 70




















Estoy acabando de leer el libro de Luis Suárez, en la parte que trata sobre la Iglesia en los años 60 y 70. Me ha hecho mucha gracia este párrafo:

Los obispos se quejaban de que durante meses se había estado proyectando en los cines españoles La semilla del diablo —se trataba del escalofriante film de Roman Polanski, Rosemary's baby, en el que se equiparaba el nacimiento del Hijo de Dios al del hijo del diablo—, una película cuya exhibición se había prohibido en Inglaterra.

Me ha provocado una sonrisa, porque esa película hoy día la ven sin ningún temor hasta los niños de ocho años y, en esa época, horrorizaba a todos, obispos incluidos.

Resulta apasionante ver con un detalle, diríamos forense, describir el proceso por el que el laicismo, el marxismo y lo erótico se introdujeron en una sociedad totalmente cristiana. Y lo digo con toda claridad, bien alto y claro, esa infiltración solo fue posible porque dentro de las fortísimas murallas se introdujo un caballo de Troya: el clero formado en Roma.

El clero español en esa época se formó en más lugares, pero sobre todo en Roma. Y en unas universidades que, hasta hacía bien poco, habían sido lugares de cultivo de la ciencia sagrada, lugares recorridos por frailes sabios y hasta santos, ahora la herejía fermentaba sin control, purulenta, rabiosa. Los frutos en Latinoamérica con su apoyo a las guerrillas dejan bien claro que no estoy exagerando para nada. Las secularizaciones masivas, millares, son un número bien objetivo que indican la magnitud que tuvo ese problema.

En esa etapa en que el Reino de Dios contuvo en su interior una lucha impresionante por su misma supervivencia, una y otra vez, otra y otra vez, se ve cómo las personas que tuvieron la autoridad en la Iglesia no estuvieron a la altura de las circunstancias. Los obispos tradicionales que iban perdiendo la mayoría ante los nuevos nombramientos sí que fueron inocentes, pero no se sentían respaldados por las congregaciones romanas cuando llegaba la hora tomar medidas con los clérigos más problemáticos.

Don Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid, tuvo que ver con en el segundo consistorio (desde que estaba en la sede de la capital) eran nombrados cardenales los arzobispos de Toledo y aun Pamplona, pero a él se le dejaba fuera por no sumarse a las directrices extraoficiales que le venían de Roma. Moriría sin ser cardenal.

Ciertamente, la fortaleza católica que era España hubiera acabado cayendo. Era imposible parar el tsunami que inundaba todo Occidente. Pero todo se aceleró con ese caballo de Troya. Ayer vi un documental de la Televisión de Aragón. Se hizo un estudio y el 66% de los cargos políticos de los partidos procedían del seminario. No, no estoy exagerando.

En fin, una época de destrucción triste y desoladora.

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07:20

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