julio 2018

16:47
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Tenía la impresión de que podía tocar cosas inalcanzables! Un cortejo de grandes espíritus,  de gigantes de la historia! La visión me asustó  por su carácter extraordinario  pero sentí que, quizá por primera vez,  entendía plenamente lo que significa "vencer a la muerte"; y me sentí,  de una manera  en cierto modo misteriosa,  unida a todos aquellos  que  murieron,  me sentí incluída en el curso de la historia y entendí lo que significa "la Comunión de los Santos ".

(Wanda Poltawska. Diario de una amistad. Pág. 178)

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10:40


El liberalismo, por encima de todo, plantea un nuevo modo de entender la libertad. En el mundo clásico la de definición dominante de libertad implicaba el requisito indispensable el autogobierno. Esta concepción de la libertad estaba basada en una relación recíproca entre el autogobierno de los individuos a través de la virtud, y el autogobierno de la "polis" en el que la aspiración era la consecución del bien común. Uno de los mayores desafíos de los pensadores antiguos era dar con el modo de comenzar este círculo virtuoso y acabar con la tentación del vicio.

La libertad desde este prisma, no consistía en hacer lo que uno quiere, sino en escoger el camino correcto y virtuoso. Ser libre, después de todo, era ser libre de la esclavitud de los propios deseos perversos.

El rasgo definitorio del pensamiento moderno, fue el rechazo de esta definición de libertad en favor de una que hoy nos resulta más familiar. La libertad, tal y como la definieron quienes originaron el liberalismo moderno, era la condición en la que los humanos eran completamente libres para perseguir sus deseos. Tal condición, glamurosamente disfrazada de "condición natural". Todo lo que se ponía oponía a esta libertad pura era etiquetado como coacción.

Los antiguos órdenes políticos, consagrados a inculcar la virtud y el bien común, fueron tachados muy pronto por Maquiavelo de "repúblicas y principados imaginarios", que trataban con el deber ser del ser humano antes y con su verdadera naturaleza.



Patrik Deneen

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09:46


Miércoles 01 de Agosto de 2018
Memoria obligatoria. 
Blanco.

San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia
Alfonso nació en el año 1696 en Nápoles (Italia). Después de ejercer la abogacía, fue ordenado sacerdote y se entregó a los cuidados pastorales de la gente más necesitada. Primero, en las ciudades, y luego, en los campos, donde organizó misiones populares en torno de los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia. Fundó la congregación de los Redentoristas. Además fue un prolífico autor de obras espirituales. Sus tratados de Teología Moral son considerados un punto de referencia entre los expertos. Es el patrono de los confesores, abogados y moralistas. Murió cerca de Nápoles en el 1787.

Antífona de entrada          Cf. Eclo 15, 5
El Señor lo colmó del espíritu de sabiduría y de inteligencia, y lo revistió de su gloria, para que anunciara su palabra en medio de la Iglesia.

Oración colecta     
Dios nuestro, que suscitas continuamente en tu Iglesia nuevos ejemplos de santidad, concédenos imitar de tal modo el celo por las almas que animó al obispo san Alfonso María, que podamos alcanzar con él la recompensa del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Señor, enciende en nuestros corazones el fuego del Espíritu, que concediste a san Alfonso María para celebrar estos misterios y presentarse ante ti como ofrenda santa. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona       Cf. Lc 12, 42
Este es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su casa para distribuir la ración de trigo en el momento oportuno.

Oración después de la comunión

Señor Dios, que constituiste a san Alfonso María predicador y fiel ministro de tan santo misterio, concédenos que tus fieles participemos frecuentemente de este sacramento, y, al recibirlo, te alabemos eternamente. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura         Jer 15, 10. 16-21
Lectura del libro de Jeremías.
¡Qué desgracia, madre mía, que me hayas dado a luz, a mí, un hombre discutido y controvertido por todo el país! Yo no di ni recibí nada prestado, pero todos me maldicen. Cuando se presentaban tus palabras, yo las devoraba, tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo soy llamado con tu Nombre, Señor, Dios de los ejércitos. Yo no me senté a disfrutar en la reunión de los que se divierten; forzado por tu mano, me mantuve apartado, porque tú me habías llenado de indignación. ¿Por qué es incesante mi dolor, por qué mi llaga es incurable, se resiste a sanar? ¿Serás para mí como un arroyo engañoso, de aguas inconstantes? Por eso, así habla el Señor: “Si tú vuelves, yo te haré volver, tú estarás de pie delante de mí, si separas lo precioso de la escoria, tú serás mi portavoz. Ellos se volverán hacia ti, pero tú no te volverás hacia ellos. Yo te pondré frente a este pueblo como una muralla de bronce inexpugnable. Te combatirán, pero no podrán contra ti, porque yo estoy contigo para salvarte y librarte –oráculo del Señor–. Yo te libraré de la mano de los malvados y te rescataré del poder de los violentos”.
Palabra de Dios.

Comentario
El texto es una desgarradora confesión del profeta, que siente un peso y una soledad muy grande por predicar la Palabra de Dios y vivir con coherencia lo que predica, mientras a su alrededor muchos viven la fantasía de una vida sin esfuerzo.

Salmo             Sal 58, 2-4. 10-11. 17-18
R. ¡Tú eres mi refugio en el peligro, Señor!

Líbrame de mis enemigos, Dios mío, defiéndeme de los que se levantan contra mí; líbrame de los que hacen el mal y sálvame de los hombres sanguinarios. R.

Mira cómo me están acechando: los poderosos se conjuran contra mí; sin rebeldía ni pecado de mi parte, Señor. R.

Yo miro hacia ti, fuerza mía, porque Dios es mi baluarte; él vendrá a mi encuentro con su gracia y me hará ver la derrota de mis enemigos. R.

Yo cantaré tu poder, y celebraré tu amor de madrugada, porque tú has sido mi fortaleza y mi refugio en el peligro. R.

¡Yo te cantaré, fuerza mía, porque tú eres mi baluarte, mi refugio en el peligro, Dios de misericordia! R.

Aleluya         Jn 15, 15
Aleluya. “Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Mt 13, 44-46
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.

»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra». 
Palabra del Señor.

Comentario
Sólo el Reino de Dios puede dar sentido a todas nuestras acciones y nuestros afanes. Sólo por el Reino de Dios vale la pena andar, trabajar, sufrir. Qué alegría si tuviéramos la certeza de los personajes de estas dos breves parábolas y fuéramos capaces de unificar toda nuestra vida por el Reino.

Oración Introductoria 
Dulce Huésped del alma, Espíritu Santo, ven a visitar mi corazón para que me ayudes a encontrar los verdaderos tesoros por los cuales vale la pena dejarlo todo. Hazme digno depositario de tus dones e ilumina mi mente y entendimiento para escuchar tus palabras en este momento de oración en el que vengo humildemente a pedirte tu ayuda. Santifica mi vida para ayudar a otros a encontrarte. 

Petición 
Corazón de Jesús lleno de bondad, llena mi corazón de amor por ti y por los demás. Concédeme conocerte para amarte y poseerte como mi único tesoro. Hazme instrumento de tu amor para que todos se beneficien de las riquezas de tu gracia. 

Meditación 

Hoy, Mateo pone ante nuestra consideración dos parábolas sobre el Reino de los Cielos. El anuncio del Reino es esencial en la predicación de Jesús y en la esperanza del pueblo elegido. Pero es notorio que la naturaleza de ese Reino no era entendida por la mayoría. No la entendían los sanedritas que le condenaron a muerte, no la entendían Pilatos, ni Herodes, pero tampoco la entendieron en un principio los mismos discípulos. Sólo se encuentra una comprensión como la que Jesús pide en el buen ladrón, clavado junto a Él en la Cruz, cuando le dice: «Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino» (Lc 23,42). Ambos habían sido acusados como malhechores y estaban a punto de morir; pero, por un motivo que desconocemos, el buen ladrón reconoce a Jesús como Rey de un Reino que vendrá después de aquella terrible muerte. Sólo podía ser un Reino espiritual.

Jesús, en su primera predicación, habla del Reino como de un tesoro escondido cuyo hallazgo causa alegría y estimula a la compra del campo para poder gozar de él para siempre: «Por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel» (Mt 13,44). Pero, al mismo tiempo, alcanzar el Reino requiere buscarlo con interés y esfuerzo, hasta el punto de vender todo lo que uno posee: «Al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra» (Mt 13,46). «¿A propósito de qué se dice buscad y quien busca, halla? Arriesgo la idea de que se trata de las perlas y la perla, perla que adquiere el que lo ha dado todo y ha aceptado perderlo todo» (Orígenes).

El Reino es paz, amor, justicia y libertad. Alcanzarlo es, a la vez, don de Dios y responsabilidad humana. Ante la grandeza del don divino constatamos la imperfección e inestabilidad de nuestros esfuerzos, que a veces quedan destruidos por el pecado, las guerras y la malicia que parecen insuperables. No obstante, debemos tener confianza, pues lo que parece imposible para el hombre es posible para Dios.

Es más fácil adiestrarnos en los negocios del mundo que en los "negocios" espirituales. Los primeros los medimos con ganancias materiales y tangibles, mientras que los segundos sólo los medimos con la fe y el amor. Esto no significa que sea difícil encontrar las riquezas de la vida espiritual, más bien quiere decir que si nosotros no podemos, hay que asesorarnos con quienes conocen este mundo de negocios de la eternidad. Dios nos ha dado muchos medios para poder encontrarlo a Él: la Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras, la Santísima Virgen, los sacerdotes, los santos, los ángeles y tantas personas de buena voluntad que viven una vida ejemplar. 

Las comparaciones que nos pone el Señor con su Reino, las entendemos con facilidad, porque conocemos lo que vale un cofre lleno de monedas de oro o una perla de valor incalculable, aunque nunca las hayamos tenido en las manos físicamente. Para nosotros debe haber sólo una perla, como le expresa el pasaje, pues no son varias porque disminuiría su valor. Nuestra única perla preciosa es Cristo, y quien lo posee conoce su valor. Quienes no lo conocen a Él, tampoco saben cuál es nuestro tesoro por el cual podemos llegar a dar la vida, como lo han hecho los mártires, los santos. 

También hay quienes encuentran el campo donde está el tesoro, venden todo y luego lo compran. Ellos son los que eligen la vida religiosa, consagrada o sacerdotal; ellos dejan todo con tal de poseer las praderas donde está el Tesoro. Estas praderas son donde llegan a reposar y a descansar porque Cristo, el Buen Pastor y Único Tesoro, nos hace valorar las cosas en su justo precio. Cuando Jesús se convierte en nuestro único tesoro, también Él nos esmalta con las bellas joyas de la fe, de la esperanza, de la gracia, de las virtudes y del amor. 

En un bello himno se lee que un apóstol no es apóstol si no es también un mensajero. Este tesoro que descubrimos lo será más en la medida en la que lo hagamos descubrir a los demás. Es curioso pensar que cuando encontramos a Dios, se transforma en la joya invaluable que nadie nos puede quitar si la cuidamos bien, y al mismo tiempo podemos hacer que otros lo encuentren, pero nunca podremos hacer que otros lo aprecien como lo único que vale si ellos mismos no lo valoran así. Esta es la experiencia de Dios en la vida espiritual, de la que más necesitamos conforme más la vamos conociendo y gustando. 

Santa Teresita del Niño Jesús tiene una frase que encierra bien esta experiencia: «Jesús, dulzura inefable, convertidme en amargura todos los goces de este mundo». Quien encuentra este tesoro, sólo le pide a Dios no perderlo. Una sola es la Verdad, uno sólo el Camino, y una sola es la Vida, todo lo demás que hemos recibido de Dios en este mundo, no es malo, al contrario, pues si hubiera sido algo malo Él nunca nos lo habría dado. Pero las personas, las cosas, lo material está subordinado al único valor que está expresado en el primer mandamiento de la ley de Dios: amar a Dios sobre todas las cosas. En esta relación, lo demás será un don y una oportunidad para alabar y agradecer a Dios. 

Propósito 
Haré cinco minutos de oración para agradecer a Dios todas las personas, experiencias y cosas que me ha dado y permitido en mi vida y le pediré que lo descubra a Él como mi único Tesoro. 

Diálogo con Cristo 
Señor, Bondad infinita, yo te alabo y te doy gracias por haberme creado, por haberme permitido acercarme una vez más a ti y conocerte un poco más. Mira mi indigencia, mira mi pobreza y socórreme Tú. No permitas que mi corazón se llene de las cosas que tienen un valor efímero, de las caducas y pasajeras, y sobre todo de las que me vacían el alma y me apartan de ti. Vacíame de mí mismo y de mis egoísmos, para que sólo Tú me puedas llenar el alma y las ansias de felicidad y eternidad. Que tu Eucaristía sea mi prenda de eternidad para ganarme el cielo y los tesoros que nos has prometido. Amén. 

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09:11


Fundador de los Misioneros Redentoristas 

Martirologio Romano: Memoria de san Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia, que insigne por el celo de las almas, por sus escritos, por su palabra y ejemplo, trabajó infatigablemente predicando y escribiendo libros, en especial sobre teología moral, en la que es considerado maestro, para fomentar la vida cristiana en el pueblo. Entre grandes dificultades fundó la Congregación del Santísimo Redentor, para evangelizar a la gente iletrada. Elegido obispo de santa Águeda de los Godos, se entregó de modo excepcional a esta misión, que dejaría quince años después, aquejado de graves enfermedades, y pasó el resto de su vida en Nocera de’Pagani, en la Campania, aceptando grandes trabajos y dificultades . 

Alfonso María de Ligorio (Marianella, Reino de Nápoles, 27 de septiembre de 1696 - Pagani, Reino de Nápoles, 1 de agosto de 1787). Religioso italiano, obispo de la Iglesia católica y fundador de la orden de los Redentoristas. Canonizado en 1839 y proclamado «Doctor de la Iglesia» en 1871, es el patrono de los abogados católicos, de los moralistas y de los confesores. Escribió más de 111 obras, entre las cuales cabe destacar el Tratado de Teología moral, escrito entre 1753 y 1755 y Las Glorias de María, escrito en 1750.

Sus primeros años
Bautizado con los nombres de Alfonso María Antonio Juan Francisco Cosme Damián Miguel Ángel Gaspar de Ligorio, fue hijo de José de Ligorio y Catalina Ana de Ligorio. Fue el primero de siete hermanos en el marco de una familia de la nobleza napolitana. De niño le visitó San Francisco de Jerónimo quien en una bendición anunció: «Este chiquitín vivirá 90 años, será obispo y hará mucho bien».

Ingresó en la Hermandad de la Nobleza aún joven y comenzó su formación intelectual aprendiendo los idiomas español, francés, griego y latín. También inició estudios de geografía, literatura, matemáticas, gramática, música, arquitectura, pintura y arte animado por su padre, quien deseaba que fuera un exitoso político. Siendo un adolescente de 12 años, en 1708, dados sus grandes conocimientos, se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Nápoles, y esta Facultad lo aceptó el 19 de marzo de ese año en el Colegio de Doctores.1 Como un caso excepcional, a los 16 años obtuvo con notas sobresalientes el grado de doctor en derecho civil y en derecho canónico.

El sacerdocio
Como abogado tuvo varios éxitos ya que inspiraba confianza en sus defendidos, persuadía mediante su elocuencia y un marcado desinterés por el dinero. Sin embargo, decidió apartarse de la profesión cuando defendió al Doctor Orsini contra el duque de Toscana. Cuando pensaba haber obtenido el triunfo de su cliente, le hicieron firmar una declaración amañada en la cual establecía que se había equivocado. Alfonso se retiró a su casa y se encerró en su cuarto durante tres días sin comer: solo se dedicó a rezar y a llorar.

Seguidamente hizo un retiro en el Convento de los Lazaristas y se confirmó en la cuaresma de 1722, lo cual reavivó su fervor religioso. El 28 de agosto de 1723, estaba visitando a los enfermos del Hospital de Incurables, cuando experimentó un llamado interior a renunciar a posesiones materiales y seguir a Jesucristo, reiterándose esta situación lo que le hizo dejar el Hospital y renunciar a su espada de caballero ante una imagen de María en la «iglesia de Santa María de la Redención de los Cautivos». Así decidió hacerse sacerdote ingresando como novicio en el Oratorio. Su padre, molesto ante el fracaso de los planes de matrimonio que concibió para su hijo, y por el rechazo de su hijo hacia la abogacía, ofreció una enérgica oposición de dos meses a la decisión de Alfonso. Finalmente, el padre le dio permiso de hacerse sacerdote, bajo la condición de que viviese en su casa, lo cual Alfonso aceptó, siguiendo el consejo de su director espiritual que era oratoriano. El 23 de octubre recibió el hábito clerical, y continuó con sus estudios sacerdotales en su casa.

Recibió las órdenes menores en diciembre de 1724, y el subdiaconado en septiembre de 1725. Fue ordenado diácono el 6 de abril de 1726, y poco después pronunció su primer sermón. El 21 de diciembre de 1726, a la edad de treinta años, fue ordenado sacerdote. Rápidamente obtuvo fama en Nápoles como predicador popular. Por un total de seis años se consagró a la evangelización de Nápoles y de su región.

Alfonso vivió los primeros años de su sacerdocio con la gente «sin techo» y la juventud marginada de Nápoles. Fue entonces cuando fundó las llamadas «Capillas del atardecer», organizadas por los propios jóvenes. Se trataba de lugares de oración, de comunidad, de escucha de las Sagradas Escrituras, de actividades sociales y de formación. Al momento de la muerte de Alfonso, el número de capillas activas alcanzó las 72, con más de 10.000 miembros.2

En 1729, Alfonso emprendió un circuito misionero más amplio. En el interior del entonces Reino de Nápoles, encontró gente mucho más pobre y abandonada que los niños y jóvenes que había visto hasta entonces en las calles de Nápoles.2 Su forma de predicar sencilla y directa («para que el campesino humilde pueda comprender el mensaje») tuvo fuerte influencia moral y espiritual en su audiencia.

La «Congregación del Santísimo Redentor»

El 9 de noviembre de 1732, Alfonso fundó la «Congregación del Santísimo Redentor», orden conocida hoy como Redentoristas.1 La congregación, que por 17 años se llamó «Congregación del Santísimo Salvador», comenzó a funcionar en un pequeño hospicio perteneciente a las monjas de Scala. Aunque Alfonso era el fundador y de hecho la cabeza del Instituto, en un principio la dirección general fue asumida por el Obispo de Castellamare. Recién a la muerte de éste último, el 20 de abril de 1743, Alfonso fue elegido formalmente Superior-General.

Fue el Papa Benedicto XIV quien aprobó la Regla y el Instituto para hombres en 1749. Durante todos esos años, Alfonso le imprimió a su trabajo un carácter eminentemente misionero. Se dedicaba gran parte de cada año a atravesar el Reino de Nápoles llevando misiones, incluso a los pueblos más pequeños.

Su consagración episcopal
Alfonso María de Ligorio fue nombrado obispo de la pequeña diócesis de Agatha dei Goti en 1762 por el Papa. Este nombramiento le aterró, queriendo renunciar de inmediato a tal honor. Sin embargo, el Papa no le aceptó la renuncia. Allí ejerció su ministerio episcopal entre 1762 y 1775. Fue un innovador en sus esfuerzos por reformar la administración de la diócesis y elevar la calidad y el entrenamiento del clero.

El período que permaneció en Agatha dei Goti fue aquél en el cual se produjo su transformación somática tan conocida iconográficamente, resultado de una artrosis cervical progresiva. En 1775, como consecuencia de la salud cada vez más débil de Alfonso, el papa Pío VI hizo lugar a sus insistentes ruegos y le permitió volver a la casa redentorista de Pagani, donde le aguardaban sus años más amargos.

Sus últimos años
En efecto, sus últimos doce años serían todavía más difíciles y dolorosos, por los agudos sufrimientos físicos, los tormentos espirituales, los esfuerzos agotadores por ganar reconocimiento para la congregación y la existencia de amargas contiendas dentro de la misma.

Junto con la necesidad de la aprobación vaticana de su regla, se requería también la obtención de la aprobación del monarca reinante en Nápoles, en ese tiempo bajo el control de España. Alfonso sintió que su proyecto estaba atrapado en medio de las tensiones entre la Iglesia y el Estado. Prácticamente ciego e incapacitado para dirigir personalmente a su grupo, fue expulsado de la orden que él mismo había fundado como consecuencia de no haber leído un documento de vital importancia antes de firmarlo. Ni siquiera su virtual ceguera y su salud declinante fueron aceptadas como atenuantes. Así, él atravesó circunstancias eclesiásticas sumamente amargas en razón de esa situación canónica irregular de los redentoristas del reino de Nápoles, y se vio alejado de su propia congregación por decisión equivocada del papa Pío VI en 1780.1 Sin embargo, Alfonso no levantó jamás su voz contra la autoridad de Roma, y supo morir a la hora del Angelus del 1 de agosto de 1787.1

Poco después de su muerte, cesaron las divisiones en su congregación y se reconocieron los errores cometidos contra él. Los redentoristas obtuvieron el reconocimiento pleno y se expandieron primero por Europa y América del Norte, hasta totalizar hoy su presencia en 78 países del mundo.3

Canonización y Patronazgos
Alfonso María de Ligorio adquirió fama de santidad ya en vida y pocos meses después de su muerte se inició el proceso de valoración de su persona por parte de la Iglesia.1 El 20 de febrero de 1807 la Iglesia Católica declaró la heroicidad de las virtudes de Alfonso María de Ligorio. Fue beatificado el 15 de septiembre de 1815 y canonizado por el papa Gregorio XVI el 26 de mayo de 1839 . En 1871, Pío IX lo declaró Doctor de la Iglesia. Es el único caso en que una persona recibió ese título a menos de un siglo de acaecida su muerte. En 1950, Pío XII lo proclamó patrono de los confesores, de los moralistas y de Pagani. La ciudad de Nápoles lo tomó como santo patrón, junto con San Gennaro y Tomás el Apóstol.

Maestro de la vida espiritual
Alfonso María de Ligorio es considerado uno de los grandes maestros de la vida espiritual de la Iglesia Católica, y uno de los santos que mayor influencia tuvo en la devoción a María, madre de Jesús.

Elaboró un sistema de teología moral que recibió el nombre de equiprobabilismo, sistema que evita los excesos del rigorismo en general, del jansenismo en particular, y del laxismo. Se opuso al legalismo estéril y al rigorismo estricto que, según él, cerraba los caminos del Evangelio. Sostenía que tal rigor no se había enseñado ni practicado en la Iglesia. Su sistema de teología moral se caracteriza por su prudencia, evitando el probabilismo y, en particular, el laxismo, como así también el rigor jansenista extremo.

En su Teología Moral, Ligorio enseñó que todos están llamados a la salvación, y que los medios se hallan disponibles para todas las personas. Según él, la salvación no es cuestión de "torturas" o de un cumplimiento legalista de la ley, sino de una vida de amor. El valor de la libertad humana y la importancia de una conciencia individual informada fueron otros temas sobre los que Ligorio puso el énfasis. Al mismo tiempo fue un pionero en resaltar la importancia de tomar en cuenta las circunstancias concretas de una situación al evaluar la conducta moral. Las contribuciones de Ligorio en esta área generaron tanto controversias como admiración.

Junto con Francisco de Sales (1567-1622), Alfonso María de Ligorio puede considerarse uno de los grandes promulgadores de un nuevo tipo de devoción en Europa. En efecto, el siglo XVIII en el cual vivió se caracterizó por ser un período de transición en la historia de la práctica devocional. Tanto Francisco de Sales como Alfonso Ligorio hicieron hincapié en aspectos personales y afectivos en su forma de manifestar su piedad, subrayando el matiz individual en su relación con Dios.

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09:11


OFICIO DE LECTURA - VIERNES DE LA SEMANA XVII - TIEMPO ORDINARIO

Del Común de pastores para un santo obispo y del Común de doctores de la Iglesia. 
Salterio I. 1 de agosto


SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, obispo y doctor de la Iglesia. (MEMORIA)

Nació en Nápoles el año 1696; obtuvo el doctorado en ambos derechos, recibió la ordenación sacerdotal e instituyó la Congregación llamada del Santísimo Redentor. Para fomentar la vida cristiana en el pueblo, se dedicó a la predicación y a la publicación de diversas obras, sobre todo de teología moral, materia en la que es considerado un auténtico maestro. Fue elegido obispo de Sant' Agata de' Goti, pero algunos años después renunció a dicho cargo y murió entre los suyos, en Pagami, cerca de Nápoles, el año 1787.  

SEGUNDA LECTURA


De las obras de San Alfonso María de Ligorio, obispo.
(Tratado sobre la práctica del amor a Jesucristo, edición latina, Roma 1909, pp. 9-14)


EL AMOR A CRISTO

Toda la santidad y la perfección del alma consiste en el amor a Jesucristo, nuestro Dios, nuestro sumo bien y nuestro redentor. La caridad es la que da unidad y consistencia a todas las virtudes que hacen al hombre perfecto.

¿Por ventura Dios no merece todo nuestro amor? Él nos ha amado desde toda la eternidad. «Considera, oh hombre -así nos habla-, que yo he sido el primero en amarte. Aún no habías nacido, ni siquiera existía el mundo, y yo ya te amaba. Desde que existo, yo te amo.»

Dios, sabiendo que al hombre se lo gana con beneficios, quiso llenarlo de dones para que se sintiera obligado a amarlo: «Quiero atraer a los hombres a mi amor con los mismos lazos con que habitualmente se dejan seducir: con los vínculos del amor.» Y éste es el motivo de todos los dones que concedió al hombre. Además de haber dado un alma dotada, a imagen suya, de memoria, entendimiento y voluntad, y un cuerpo con sus sentidos, no contento con esto, creó, en beneficio suyo, el cielo y la tierra y tanta abundancia de cosas, y todo ello por amor al hombre, para que todas aquellas creaturas estuvieran al servicio del hombre, y así el hombre lo amara a él en atención a tantos beneficios.

Y no sólo quiso darnos aquellas creaturas, con toda su hermosura, sino que además, con el objeto de conquistarse nuestro amor, llegó al extremo de darse a sí mismo por entero a nosotros. El Padre eterno llegó a darnos a su Hijo único. Viendo que todos nosotros estábamos muertos por el pecado y privados de su gracia, ¿que es lo que hizo? Llevado por su amor inmenso, mejor aún, excesivo, como dice el Apóstol, nos envió a su Hijo amado para satisfacer por nuestros pecados y para restituirnos a la vida, que habíamos perdido por el pecado.

Dándonos al Hijo, al que no perdonó, para perdonarnos a nosotros, nos dio con él todo bien: la gracia, la caridad y el paraíso, ya que todas estas cosas son ciertamente menos que el Hijo: El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él todo lo demás?

RESPONSORIO    Sal 144, 19-20; 1Jn 3, 9

R. El Señor satisface los deseos de sus fieles, escucha sus gritos, y los salva. * El Señor guarda a los que lo aman.
V. Quien ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él.
R. El Señor guarda a los que lo aman.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios nuestro, que propones constantemente a tu Iglesia nuevos modelos de vida cristiana, apropiados a todas las circunstancias en que puedan vivir tus hijos, concédenos imitar el celo apostólico que desplegó el santo obispo Alfonso María de Ligorio por la salvación de sus hermanos, para que, como él, lleguemos también a recibir el premio reservado a tus servidores fieles. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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09:11


OFICIO DE LECTURA - MIÉRCOLES DE LA SEMANA XVII - TIEMPO ORDINARIO
De la Feria.

PRIMERA LECTURA

Año I:

Del primer libro de los Reyes     12, 1-19

DIVISIÓN DEL REINO, EN TIEMPO DE ROBOAM, HIJO DE SALOMÓN

    En aquellos días, Roboam fue a Siquem, porque todo Israel había acudido allí para proclamarlo rey. Cuando se enteró Jeroboam, hijo de Nabat -estaba todavía en Egipto, adonde había ido, huyendo del rey Salomón-, volvió de Egipto, porque habían mandado a llamarlo. Jeroboam y toda la asamblea israelita hablaron a Roboam:
    «Tu padre nos impuso un yugo pesado. Aligera tú ahora la dura servidumbre a que nos sujetó tu padre y el pesado yugo que nos echó encima, y te serviremos.»
    Él les dijo:
    «Marchaos, y al cabo de tres días volved.»
    Ellos se fueron, y el rey Roboam consultó a los ancianos que habían estado al servicio de su padre Salomón mientras vivía:
    «¿Qué me aconsejáis que responda a esa gente?»
    Le dijeron:
    «Si condesciendes hoy con este pueblo, poniéndote a su servicio, y les respondes con buenas palabras, serán siervos tuyos de por vida.»
    Pero él desechó el consejo de los ancianos y consultó a los jóvenes que se habían educado con él y estaban a su servicio; les preguntó:
    «Esta gente pide que les aligere el yugo que les echó encima mi padre. ¿Qué me aconsejáis que les responda?»
    Los jóvenes que se habían educado con él le respondieron:
    «O sea que esa gente te ha dicho: "Tu padre nos impuso un yugo pesado; aligera tú ahora nuestro yugo." Pues diles tú esto: "Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre. Si mi padre os cargó un yugo pesado, yo os aumentaré la carga; si mi padre os castigó con azotes, yo os castigaré con latigazos."»
    Al tercer día, la fecha señalada por el rey, Jeroboam y todo el pueblo fueron a ver a Roboam. Éste les respondió ásperamente; desechó el consejo de los ancianos y les habló siguiendo el consejo de los jóvenes:
    «Si mi padre os impuso un yugo pesado, yo os aumentaré la carga; si mi padre os castigó con azotes, yo os castigaré con latigazos.»
    De manera que el rey no hizo caso al pueblo, porque era una ocasión buscada por el Señor, para que se cumpliese la palabra que Ajías, el de Siló, comunicó a Jeroboam, hijo de Nabat. Viendo los israelitas que el rey no les hacía caso, le replicaron:
    «¿Qué nos repartimos nosotros con David? ¡No heredamos juntos con el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel! ¡Ahora, David, a cuidar de tu casa!»
    Los de Israel se marcharon a casa; aunque los israelitas que vivían en las poblaciones de Judá siguieron sometidos a Roboam.
    El rey Roboam envió entonces a Adoram, encargado de las brigadas de trabajadores; pero los israelitas la emprendieron a pedradas con él hasta matarlo, mientras el rey montaba a prisa en su carroza para huir a Jerusalén. Así fue como se independizó Israel de la casa de David hasta hoy.

Responsorio     2R 17, 21. 22. 23; cf. Ez 37, 22. 25

R. Jeroboam desvió a Israel del culto al Señor, y los israelitas imitaron a la letra el pecado de Jeroboam, hasta que el Señor los arrojó de su presencia, * como había dicho por sus siervos los profetas.
V. No volverán a ser dos naciones ni a estar divididos en dos reinos; habitarán en su tierra para siempre.
R. Como había dicho por sus siervos los profetas.


Año II:

Del libro de Job     32, 1-6; 33, 1-22

HABLA ELIHÚ ACERCA DEL MISTERIO DE DIOS

    Los tres hombres no respondieron más a Job, convencidos de que era inocente. Pero Elihú, hijo de Baraquel, de la familia de Ram, natural de Buz, se indignó contra Job, porque pretendía justificarse frente a Dios. También se indignó contra los tres compañeros, porque, al no hallar respuesta, habían dejado a Dios como culpable. Elihú había esperado, mientras ellos hablaban con Job, porque eran mayores que él; pero, viendo que ninguno de los tres respondía, Elihú, hijo de Baraquel, de Buz, indignado, intervino, diciendo:
    «Escucha mis palabras, Job, presta oído a mi discurso, mira que ya abro la boca y mi lengua forma palabras con el paladar; hablo con un corazón sincero, mis labios expresan un saber acendrado.
    El soplo de Dios me hizo, el aliento del Todopoderoso me dio vida. Contéstame, si puedes, prepárate, ponte frente a mí. Mira: igual que tú soy ante Dios, también yo fui plasmado de la arcilla. No te espantará mi terror, ni pesará mi mano sobre ti.
    Tú has dicho esto en mi presencia, yo te he escuchado: "Yo soy puro, no tengo delito, soy inocente, no hay culpa en mí, pero él encuentra pretextos contra mí, me considera su enemigo, mete mis pies en el cepo y espía todos mis pasos."
    Protesto: en eso no tienes razón, porque Dios es más grande que el hombre. ¿Cómo te atreves a acusarlo de que no responda a todas tus razones? Dios sabe hablar de un modo o de otro, y uno no lo advierte.
    En sueños o visiones nocturnas, cuando el letargo cae sobre el hombre que está durmiendo en su cama: entonces le abre el oído y lo estremece con avisos, para apartarlo de sus malas obras y corregir su orgullo, para librar su vida de la fosa y de cruzar el Canal.
    Otras veces lo corrige con una enfermedad, con la agonía incesante de sus miembros, cuando hasta la comida le repugna y le asquean sus manjares favoritos, cuando su carne se consume y desvanece y sus huesos a la vista se descubren, cuando su alma a la fosa se aproxima y su vida a la morada de los muertos.»

Responsorio     Rm 11, 33-34

R. ¡Qué abismo de riqueza es la sabiduría y ciencia de Dios! * ¡Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus caminos!
V. ¿Quién ha conocido jamás la mente del Señor? ¿Quién ha sido su consejero?
R. ¡Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus caminos!


SEGUNDA LECTURA

De los libros de las Morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de Job.

(Libro 23, 23-24: PL 76, 265-266)

LA VERDADERA ENSEÑANZA EVITA LA ARROGANCIA

    Escucha mis palabras, Job, presta oído a mi discurso. Ésta es la característica propia de la manera de enseñar de los arrogantes, que no saben inculcar sus enseñanzas con humildad ni comunicar rectamente las cosas rectas que saben. En su manera de hablar se pone de manifiesto que ellos, al enseñar, se consideran como situados en el lugar más elevado, y miran a los que reciben su enseñanza como si estuvieran muy por debajo de ellos, y se dignan hablarles no en plan de consejo, sino como quien pretende imponerles su dominio.
    A estos tales les dice, con razón, el Señor, por boca del profeta: Vosotros los habéis dominado con crueldad y violencia. Con crueldad y con violencia dominan, en efecto, aquellos que, en vez de corregir a sus súbditos razonando reposadamente con ellos, se apresuran a doblegarlos rudamente con su autoridad.
    Por el contrario, la verdadera enseñanza evita con su reflexión.: este vicio de la arrogancia, con tanto más interés cuanto que su intención consiste precisamente en herir con los dardos de sus palabras a aquel que es el maestro de la arrogancia. Procura, en efecto, no ir a obtener, con una manera arrogante de comportarse, el resultado contrario, es decir: predicar a aquel a quien quiere atacar, con santas enseñanzas, en el corazón de sus oyentes. Y, así, se esfuerza por enseñar de palabra y de obra la humildad, madre y maestra de todas las virtudes, de manera que la explica a los discípulos de la verdad con las acciones, más que con las palabras.
    De ahí que Pablo, hablando a los tesalonicenses, como olvidándose de la autoridad que tenía por su condición de apóstol, les dice: Nos mostramos amables con vosotros. Y, en el mismo sentido, el apóstol Pedro, cuando dice: Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere, enseña que hay que guardar en ello el modo debido, añadiendo: Pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia.
    Y, cuando Pablo dice a su discípulo: Vete enseñando todo esto, reprendiendo con toda autoridad, no es su intención inculcarle un dominio basado en el poder, sino una autoridad basada en la conducta. En efecto, la manera de enseñar algo con autoridad es practicarlo antes de enseñarlo, ya que la enseñanza pierde toda garantía cuando la conciencia contradice las palabras. Por tanto, lo que le aconseja no es un modo de hablar arrogante y altanero, sino la confianza que infunde una buena conducta. Por esto hallamos escrito también acerca del Señor: Les enseñaba como quien tiene autoridad, y no a la manera de los doctores que tenían ellos. El, en efecto, de un modo único y singular, hablaba con autoridad, en el sentido verdadero de la palabra, ya que nunca cometió mal alguno por debilidad. Él tuvo por el poder de su divinidad aquello que nos comunicó a nosotros por la inocencia de su humanidad.

Responsorio     1Pe 5, 5; Mt 11, 29

R. Sed humildes unos con otros, * porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes.
V. Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas.
R. Porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes.


Oración

Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin ti nada es fuerte ni santo; aumenta los signos de tu misericordia sobre nosotros, para que, bajo tu dirección, de tal modo nos sirvamos de las cosas pasajeras que por ellas alcancemos con mayor plenitud las eternas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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Si convertimos la sensibilidad personal −los sentimientos subjetivos− en fuente de moralidad de los propios actos, se llega a conclusiones indeseadas.
La revista World Archaeology ha publicado recientemente un trabajo del equipo de Penny Spikins, de la Universidad de York, en el que analizan los restos de un varón de Neanderthal de hace entre 45.000 y 70.000 años, con numerosas fracturas consolidadas en cráneo y extremidades, de las que concluyen pérdida de la visión y del movimiento del brazo derecho y de la pierna izquierda. Las lesiones le hubieran imposibilitado la vida en las condiciones de la época, y, sin embargo, la consolidación de las lesiones óseas y la deformación compensatoria de la pierna derecha demuestran una larga supervivencia posterior.

Los autores concluyen la existencia en su grupo social de una atención hacia el desvalido aun cuando ya no está éste en condiciones de contribuir personalmente al sostenimiento del grupo. Sólo así se explica la larga supervivencia de un tullido semejante. El artículo revisa, además, numerosos casos similares de diferentes homínidos fósiles, y establece alguna comparación con grupos de primates actuales. Deja pensar que la humanización es paralela a la hominización.
Es verdad que la historia de la humanidad cursa con altibajos, y en diferentes momentos encontramos algunas sociedades que se han convencido de que ciertos seres humanos, por diferentes motivos, son ”parásitos sociales” que es mejor que mueran ya: los nacidos con malformación, los enemigos, los judíos, los aristócratas, los improductivos,… o, en el mejor de los casos, no son merecedores, como el resto, de una vida en plenitud de dignidad: los negros, los esclavos, los siervos,…
Pero el desarrollo de la humanidad también se refiere al sentido moral, y frente a estas costumbres inhumanas ha ido abriéndose paso la idea de que todos los seres humanos son esencialmente iguales y tienen igual derecho a la vida sean cuales fueran sus diversas circunstancias. Y, así, hemos ido eliminando progresivamente −también con altibajos− la esclavitud, la tortura, el infanticidio, el racismo, el abandono de ancianos y enfermos,… y hemos retirado a gobernantes y a jueces la facultad de sentenciar a una persona a muerte.
Sin embargo, ahora queremos dar esta misma facultad a los médicos. No sólo representa un enorme paso atrás, sino que corrompe la Medicina y la pone al servicio de la muerte, exactamente lo contrario de lo que está en su ADN. Por piedad, desde luego, nadie niega la buena intención que se esconde detrás de esa iniciativa. Lo llaman “muerte digna”, que es una forma atractiva de presentarlo. Pero es una forma equivocada.
Porque la que es digna es la persona, y la persona es digna siempre. El hecho de que viva −o muera− en condiciones indignas no cambia esa verdad fundamentante. Si las condiciones en que se vive o se muere son indignas, hay que cambiarlas. Pero nadie es indigno porque sean indignas sus condiciones. La dignidad humana es de raíz. Y le corresponde el derecho radical e indiscutible a vivir. Es digno, ciertamente, renunciar a la obstinación terapéutica sin esperanza alguna de curación −o mejoría− y esperar la llegada de la muerte con los menores dolores físicos posibles; como es digno también preferir esperar la muerte con plena consciencia y experiencia del sufrimiento final. Nada de eso tiene que ver con la eutanasia; la provocación de la muerte de un semejante, por muy compasivas que sean las motivaciones, es siempre ajena a la noción de dignidad de la persona.
Pero es que, además, es una compasión mal entendida, porque los promotores de esta iniciativa consideran que el miedo a una muerte dolorosa puede ser tan intenso que haga preferible la muerte misma como forma de evitarlo, pero la experiencia de las Unidades de Cuidados Paliativos demuestra que cuando un enfermo que sufre pide que lo maten, en realidad está pidiendo que le alivien los padecimientos, tanto los físicos como los morales, que a veces superan a aquéllos: la soledad, la incomprensión, la falta de afecto y consuelo en el trance supremo. Cuando el enfermo recibe alivio físico y consuelo psicológico y moral, deja de pedir que acaben con su vida.
Por otra parte, si convertimos la sensibilidad personal −los sentimientos subjetivos− en fuente de moralidad de los propios actos, se llega a conclusiones indeseadas: en la Edad Media se podía creer sinceramente que atormentando al acusado se le hacía un bien, pues salvaría su alma; en el siglo XVIII se podía pensar que tener esclavos era una forma de ayudarlos a sobrevivir; y en la actualidad se puede creer que matar a un hijo recién nacido subnormal es ayudarle a evitar sufrimientos futuros. 
Todos esos sentimientos pueden ser subjetivamente bondadosos, pero resultan objetivamente inhumanos. No podemos confundir las circunstancias que podrían atenuar la responsabilidad −incluso hasta anularla− con lo que debe disponer la Norma, porque eso haría imposible la convivencia: cualquier acto, fuera el que fuese, estaría legitimado en virtud de los motivos íntimos de su autor, pues todo lo que hacemos lo hacemos porque nos parece bueno.
Al Estado le corresponde defender la vida humana, no clasificar las vidas humanas en dignas e indignas. Por eso establece normas de tráfico, calendario de vacunaciones, normas de seguridad laboral, criterios de calidad de los alimentos, lucha contra epidemias. Y hospitales, policía, ejército, tribunales,…
¿Y defender la vida contra la voluntad del propio interesado? Sí, también defender la vida contra la voluntad del propio interesado. En la conservación de cada vida humana hay tanto interés personal como social, y ni uno de ellos debe prevalecer en exclusiva sobre el otro, ni al revés. Ningún ser humano es una realidad aislada, fuente autónoma y exclusiva de derechos y obligaciones. Por eso nadie tiene derecho a eliminar una vida humana: ni la de otros ni la propia. Así lo ha entendido siempre la tradición jurídica occidental al considerar el derecho a la vida como indisponible.
En realidad, lo que sabían aquellos hombres de Neanderthal ya nos lo había recordado John Donne en el texto que Ernest Hemingway reprodujo en “Por quién doblan las campanas” y con el que quiero terminar:
“Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad; y por consiguiente, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
Jaime Vierna García, en monologosdelporquero.blogspot.com.
Juan Ramón Dominguez Palacios
http://enlacumbre2028.blogspot.com.es


De las tres hermanas Brontë, se dice que Emily fue la verdaderamente genial. Las tres compartían la pasión por la literatura y la fantasía, y las tres eran jóvenes extrañas y poco adaptadas socialmente. 

Después de algunas breves aventuras en el ambiente laboral femenino de su época, Emily decide regresar a su casa y se convierte en el ama de llaves de su padre. El 30 de julio se cumple su bicentenario y es un buen momento para recordar a esta gran autora.

Emily Brontë supo observar el mundo que la rodeaba, masculino y femenino, con magnífica objetividad y comprensión.

¿Cómo fue posible que una joven alejada de todos los círculos literarios, en una casa parroquial en el campo, y dedicada a las tareas del hogar, fuera capaz de escribir prosa y versos tan superiores? La misma Virginia Woolf se sorprende y asegura que fue un “milagro”, y que debido a la exclusión femenina del momento, las Brontë tuvieron que confinar sus talentos a “hacer pudines y coser calcetines”. Woolf dice que esto demuestra que su escritura habría sido aún mejor “si hubieran tenido 300 libras al año”, pues así no se habrían tenido que alejar del mundo y la experiencia práctica.

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aceprensa.com
Juan Ramón Dominguez Palacios
http://lacrestadelaola2028.blogspot.com

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Como bien saben todos los lectores de este blog que viven en España, los taxistas están en huelga y están bloqueando varias ciudades para evitar que el Estado otorgue más licencias a los VTC (Uber, Cabify, etc).

No es propósito de este blog inmiscuirse en contiendas acerca de asuntos contingentes. Mi blog está más centrado en cuestiones clericales, cinéfilas, locuras arquitectónicas, nimiedades de mi día a día y cosas similares. Pero este conflicto tiene implicaciones morales que sí que pienso que es justo abordarlas; porque aquí está en juego lo justo. No voy a hacer una larga argumentación, sino que paso directamente a las conclusiones, por lo menos, mis conclusiones. Ya advierto que no este post no es una fría página de un manual de moral, sino unos comentarios con sal y pimienta.

Nota de descargo: Que me perdonen los buenos taxistas que he conocido por este post que hoy publico. Hay magníficos taxistas. Los he conocido. Este no es un post contra los taxistas, sino un escrito respecto a ese sector tomado en general. Esto es lo mismo que en mis posts sobre la II Guerra Mundial: muchos pobres granjeros alemanes no tenían ninguna culpa de que se les diera un casco y un fusil.

El sector del taxi en España (y no solo en España) se ha caracterizado por dar muy mal servicio. En eso todos estamos de acuerdo. Podría contar muchas anécdotas, pero alargaría mucho este post. Los engaños no son algo excepcional, sino algo más usual de lo deseable. Yo, en mi corta vida, ya he sufrido varios de estos timos. Como me dijo un taxista, al volver esa mañana de América: Es que hace poco han cambiado las tasas.

Ya es mal signo ver que la identificación del taxista (pegada en el parabrisas) está, casualmente, boca abajo en su funda plastificada, o situada en la esquina del lado del conductor detrás de objetos que hacen imposible leerla.

A eso se  une la inveterada costumbre de que los taxistas siempre han atendido las mejores zonas de la ciudad, dejando otras desatendidas. Y no puedes decir nada, porque para lo que no les interesa es un servicio público, y para lo que no les interesa son libres porque es un negocio privado. Resumo y no me alargo, porque podría alargarme en esta dicotomía siempre usada a su favor.

Los taxistas siempre han exigido aumento de tasas, con lo cual menos gente tomaba el taxi. Como ganaban menos, reaccionaban subiendo las tasas para así poder vivir. El resultado es que, hoy día, solo toma el taxi el que no tiene otro remedio.

Ningún gobierno ha querido reformar este sector porque los taxistas están muy unidos y pueden paralizar las ciudades y lo han hecho cada vez que han exigido algún cambio. Los taxistas y los mineros tienen algún gen común, los gobiernos lo saben. Y, por no crearse problemas, los ayuntamientos siempre han acabado cediendo.

El Poder Ejecutivo sabía que este monopolio del taxi evitaba que pudieran aparecer alternativas privadas. Pero un monopolio es un monopolio, y lo único que quiere un monopolio es que no acabe el monopolio. He aquí la clave de toda esta cuestión.

Cuando aparecieron las VTC, los taxistas lo tuvieron muy claro: era su final. ¿Quién escogería un servicio caro y que te llevaba a los lugares si quería, solo si quería, y que pone la música a todo volumen, aunque el conductor vea que estás atendiendo el teléfono; frente a un servicio con un coche mejor, un conductor amable, más barato y que te dejaba estar en el asiento delantero en viajes largos? ¡Encima podías calificar en Internet el trato del conductor! ¡Y no te engañaban! Lo sabían, era como la canción: This is the end, my only friend. El “friend” era el gobierno de turno, amigo de ceder para no crearse problemas.

Los que hemos viajado en otras ciudades del extranjero, hemos comparado entre el servicio amable, barato y de calidad de las VTC y el servicio prehistórico de los amantes de ambientador en forma de pino. No hay punto de comparación.

¿Cómo pienso que acabará este conflicto? Por supuesto que acabará en que el gobierno cederá ante los taxistas, vaya que si cederá. Todos seguiremos disfrutando de un mal servicio y caro, pero el monopolio seguirá.

Porque no nos olvidemos que detrás de todas esas barricadas de taxis lo único que se dirime es si los ciudadanos tienen derecho a escoger el servicio que deseen, o tienen que seguir en manos unos cuantos miles de taxistas que no quieren perder su monopolio. Es eso, solo eso. Es como si Telepizza fuera un servicio nacional monopolístico y paralizara la nación porque no quiere permitir que haya otras compañías de pizzas.

¿El gobierno cederá? Por supuesto que cederá. Y dirá, ya lo veréis, que después de muchas negociaciones se ha logrado LA SOLUCIÓN MÁS JUSTA.

Qué bonito. La solución más justa. Me encanta. A ver si logramos la “solución más justa”, ya puestos, con Telepizza, con Burger King, con las eléctricas y con las distribuidoras de hidrocarburos. Perdón, con estas dos últimas ya han llegado a la “solución más justa”. Tan justa como la de los taxistas.

Lo malo es que así ocurre en infinidad de cuestiones que afectan al bien común, pero que no saltan a la prensa. La mayoría de los políticos no suelen tener demasiada estima por el bien de la mayoría. Y, bajo la mesa, se toman cada año centenares de pequeñas y grandes decisiones que tienen repercusión en nuestras vidas. No estoy hablando de corrupción, sino de un afán por evitarse problemas en la propia carrera política. Afán que se resume en la frase que concluye este tipo de discusiones entre lo justo y lo injusto: Si hay que ceder, se cede.

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