Me decía Rafaela que hay gente que vive haciendo lo que le da la gana gracias a la educación y la prudencia de los demás. Por eso me llaman deslenguada, me decía, por no callarme como el resto, que encima nos toman por tontos.
Me contaba en una ocasión que unos vecinos suyos empezaron a marchar de dinero estupendamente. Todos sabían la razón: alquilaban habitaciones de un piso en Madrid para que pasaran el rato las pilinguis con los clientes. Todos lo sabían. Todos callaban.
Menos Rafaela. Salían de misa mayor un día de fiesta. ¡Cuánto tiempo! ¿Qué tal os va? Nos va bien. No me extraña, ya se sabe que eso de las zorras deja mucho dinero.
Mujer, le dijo Joaquina, pero cómo dices esas cosas. Porque sí, porque encima se pensarán que somos tontos.
Creo que me llevo tan estupendamente con Rafaela porque soy de los que piensan que muchos viven del cuento gracias a la prudencia de los demás. Más de un caso conocí en el seminario de los que pedían permiso para estar más en oración justo a las horas de trabajar en la huerta. Y callas por prudencia. Hasta que un día dices que mejor recen durante las horas de recreo. Y claro, qué borde es Fulanito.
En la Iglesia, qué les voy a contar, hablando de sacerdotes hay de todo. La inmensa mayoría excepcionales. Otros, como un servidor, dejamos bastante que desear. Yo, especialmente, porque tengo la mala costumbre de no morderme la lengua y decir lo que pienso, que curiosamente es lo que piensa muchísima gente, pero que gracias a su prudencia se convierten en cómplices y consentidores de muchas situaciones.
Ustedes tienen todo el derecho del mundo a llamarme deslenguado y descarado en algunas cosas. Eso es así, lo entiendo y lo acepto. Pero me tendrán que reconocer que alguien tendrá que decir, por ejemplo, que mucha gente tiene la impresión de que Cáritas lleva una deriva podemita, que lo del P. Ángel con Vidal a ver a Casaldáliga es un numerito, que las banderitas arco iris en Jesús de Medinaceli fue pasarse y que la plaza de San Pedro en Roma se está quedando vacía.
¡Oiga! ¿Es que usted no ve cosas buenas? Las vemos todos. Pero como se cacarean por todas partes, no hace falta insistir.
Deslenguada era sor Matilde.Cinco de comunidad para atender una enorme casa de espiritualidad, y además ayudar en la parroquia. Pues justo la más joven, con poco más de cincuenta años, decide que el Señor la llama a una vida de oración y sencillez evangélica. Fantástico. Hoy de retiro, mañana de encuentro, pasado una experiencia aquí, la semana que viene de ejercicios, la otra una experiencia con niños abandonados. Eso sí, viviendo en el convento, comiendo en el convento cuando quería, y recibiendo dinero del convento, sin cortarse un pelo en decir que los pobres nos llaman.
Hasta que un día sor Matilde saltó. Mire hermana, pobres nosotras cuatro, que no tenemos un momento de tranquilidad para atender la casa de espiritualidad y echar una mano en la parroquia, y con ese dinero que ganamos estando con esa gente rica que usted desprecia, vivimos las cuatro, vive usted y tenemos que sacar un dinero para atender a las hermanas mayores y a las que se están formando. Dicho esto, a ver si se aclara. Si monja, sujeta a la obediencia y a lo que se le mande como las demás. Si experiencia, deja la toca y experimente lo que quiera.
¿Saben lo que dijo mucha gente? Que vaya borde la tal sor Matilde y que pobrecita la monjita, destrozada por la incomprensión de una iglesia que no es capaz de abandonar sus rígidos esquemas y abrirse a la realidad de los pobres.
Sor Matilde decía lo de Rafaela y lo de un servidor: si es que encima nos toman por tontos.
Don Jorge, la caridad… La mejor obra de caridad, la que hizo sor Matilde con su hermana de hábito: enseñar al que no sabe.
NOTA: Quizá me he pasado, porque, en relaidad, estas cosas en la Iglesia no suceden.
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