(443) Fátima (13-VII-1917) 7: Salvación o condenación

¿Y usted cree que alguien va a leerse este rollo?

Yo lo que creo es que «es Dios quien da el querer y el obrar según su beneplácito» (Flp 2,13).

 

El trece de julio - 3ª aparición

Día 13 de julio de 1917. –Momentos después de haber llegado a Cova de Iría, junto a la carrasca, entre una numerosa multitud de pueblo, estando rezando el Rosario, vimos el resplandor de la acostumbrada luz y, en seguida, a Nuestra Señora sobre la carrasca.

–¿Qué quiere Usted de mí?, pregunté. –Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene; que continuéis rezando el Rosario todos los días en honor de Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra, porque sólo Ella lo puede conseguir.

–Quería pedirle que nos dijera quién es Vd., que haga un milagro para que todos crean que Vd. se nos aparece. –Continuad viniendo aquí todos los meses. En octubre diré quién soy, y lo que quiero y haré un milagro que todos han de ver para creer.

Aquí hice algunas peticiones que no recuerdo bien cuáles fueron. Lo que sí recuerdo es que Nuestra Señora dijo que era preciso rezar el Rosario para alcanzar esas peticiones durante el año. Y continuó: –Sacrificaos por los pecadores, y decid muchas veces, en especial cuando hagáis algún sacrificio: «Oh Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en desagravio por los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María».

Al decir estas últimas palabras, abrió de nuevo las manos como en los meses pasados.

El reflejo parecía penetrar en la tierra y vimos como un mar de fuego. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el incendio, llevadas de las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo cayendo por todos los lados, semejantes al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desesperación, que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. (Debe de haber sido a la vista de esto cuando di aquel «¡Ay!», que dicen haberme oído). Los demonios distinguíanse por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa.

Asustados, y como para pedir socorro, levantamos la vista hacia Nuestra Señora que nos dijo entre bondadosa y triste: –Habéis visto el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar. Pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche alumbrada por una luz desconocida [la aurora boreal de la noche del 25-26 de enero de 1938], sabed que es la grande señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. 

Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los primeros sábados. Si atendieran mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal se conservará siempre la doctrina de la Fe, etc. Esto no se lo digáis a nadie. A Francisco, si podéis decírselo.

Cuando recéis el Rosario, diréis, después de cada misterio: Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, principalmente las más necesitadas (Ó meu Jesus, perdoai-nos, livrai-nos do fogo do inferno; levais as alminhas todas para o Céu, principalmente aquelas que mais precisarem).

Transcurrido un instante de silencio, pregunté: –¿No quiere Usted de mí nada más? –No. Hoy no quiero nada más de ti.

Y, como de costumbre, comenzó a elevarse en dirección al naciente, hasta desaparecer en la inmensa lejanía del firmamento.

* * *

Salvación o condenación

 

La Virgen habla en esta tercera aparición de varias cuestiones muy importantes. Pero la tremenda visión del infierno me lleva a exponer ahora la fe cristiana en lo referente a la Salvación o condenación, tema que, con ese mismo título, traté en dos artículos al comenzar este blog: (08) 27-06-2009(((  

http://infocatolica.com/blog/reforma.php/08-salvacion-o-condenacion-i

 ))) y (09) 30-06-2009(((  

http://infocatolica.com/blog/reforma.php/09-salvacion-o-condenacion-y-ii

 ))).

 

–¿Es posible predicar hoy a los hombres hablándoles de una salvación o condenación eterna después de la muerte?Es un dato cierto que el misterio de la salvación o condenación de los hombres es parte esencial del Evangelio de Jesús, y por tanto la respuesta es necesariamente afirmativa. Es de fe que podemos y debemos hablar a los hombres de la salvación eterna, porque Cristo mandó a la Iglesia predicar el Evangelio en todas las naciones hasta el fin del mundo. Y lo que Él manda lo hace siempre posible con su gracia, pues le ha sido dado «todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18-20). Ahora bien, por eso ha de decirse que falsifican hoy gravemente el Evangelio quienes silencian sistemáticamente su dimensión soteriológica. La Virgen de Fátima da la verdad evangélica plena. La da a tres niños pequeños. Y por ellos a toda la Iglesia. A todo el mundo.

* * *

Jesús es el Salvador de los hombres-pecadores. Los hombres necesitamos un Salvador divino, porque somos pecadores de nacimiento: «pecador me concibió mi madre» (Sal 50,7). Y en la plenitud de los tiempos, el Hijo divino eterno «por nosotros los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo y se hizo hombre» (Credo). Los ángeles anuncian a los pastores el nacimiento de «el Salvador» (Lc 2,11). Él se dice enviado para «llamar a conversión a los pecadores» (Lc 5,32), comienza su predicación llamando al arrepentimiento (Mc 1,15), y termina su misión salvadora ofreciendo su vida en el sacrificio de la cruz «para el perdón de los pecados» (Mt 26,28). Ascendido Cristo al Padre, recibimos el Espíritu Santo, que hace nacer la Iglesia como «sacramento universal de salvación» (Vat. II, LG 48, AG 1).

Jesús al predicar el Evangelio habla siempre de salvación o condenación. Y lo hace precisamente porque su Evangelio es «la epifanía del amor de Dios hacia los hombres» (Tit 3,4). Sabe Jesús que, predicando así, va a sufrir por ello rechazo y muerte; pero sabe también que, silenciando esa verdad, los hombres persis­tirán en sus pecados, se perderán para siempre y no vendrán a la felicidad temporal y eterna. Por eso Jesús, por su amor a los  hombres, continuamente les advierte en su predicación que en esta vida temporal se están jugando una vida eterna de salvación o de condenación.

* * *

«Jesús habla con frecuencia de la “gehenna” y del “fuego que nunca se apaga”, reservado a los que hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse» (Catecismo 1034). Merece la pena que lo comprobemos, aunque resulte laborioso.

–Las referencias implícitas al binomio salvación–condenación que se encuentran en el Evangelio son numerosas, como por ejemplo: «éste está destinado para ruina y para resurrección de muchos» (Lc 2,34). Pero no las citaré aquí, aunque son a veces muy claras (cf. Mt 13,15; 19,17; Lc 1,53; 12,20; 12,58-59; 13,8-9; 13,34-35; Jn 10,9-10) etc.

Tampoco recogeré aquí los textos, bastante frecuentes, que solo hacen referencia a lasalvación: expresiones como «entrar en la vida», o exhortaciones como «atesorad para vosotros en el cielo» (Mt 6,20; cf. 10,22; 22,30; Lc 10,20; 14,14; 19,9; 23,43); o «quien escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene la vida eterna y no va a juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida» (Jn 5,24).

 

–Las referencias explícitas al binomio salvación–condenación, o referidas solo a la condenación, son las que a continuación transcribo en forma abreviada. Y adviértase que en cada caso cito solo un Evangelio concreto, sin señalar los lugares paralelos que a veces se hallan en los otros Evangelios.

1.-Avisa Juan Bautista, «raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la cólera que os espera?». El trigo irá al granero y la paja al fuego (Mt 3,7-12). 2.-Creer o no creer en Cristo trae salvación o condenación (Jn 3,18-19.36). 3.-«Cuantos hicieron el bien saldrán para la resurrección de la vida; los que hicieron el mal, para la resurrección de la conde­nación» (Jn 5,29). 4.-«No he venido a llamar a conversión a los justos, sino a los pecadores» (Lc 5,32). 5.-Hay sal buena y sal mala, que se tira fuera. ¡Quien tenga oídos para oír, que oiga! (Lc 14,34-35). 6.-«Si vuestra justicia no fuera más que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 5,20). 7.-«Más te vale perder uno de tus miembros, antes que tu cuerpo entero sea arrojado al infierno» (Mt 5,29-30). 8.-Los que tengan fe como el centurión, se sentarán a la mesa con Abraham,  «mientras que los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores, donde habrá llanto y crugir de dientes» (Mt 8,11-12). 9.-«¿Qué provecho saca uno con ganar el mundo entero si pierde su vida?» (Mc 8,35). 10.-Hay una puerta angosta de salvación y otra ancha de perdición, por la que entran muchos (Mt 7,13-14). 11.-El árbol bueno da frutos buenos, y el malo da frutos malos, es cortado y se echa al fuego (Mt 7,17.19). 12.-No basta decir «Señor, Señor», si no se hace la voluntad de Dios: «alejáos de mí los que hicisteis el mal» (Mt 7,21-23). 13.-Escuchando y siguiendo a Cristo, se edifica sobre roca y se logra salvación; de otro modo, se construye sobre arena, y viene la ruina total (Mt 7,24-27). 14.-La ciudad que rechace a quienes Cristo envía será tratada aquel día con mayor rigor que Sodoma (Lc 10,3-12). 15.-«¡Ay de ti, Corazaín! ¡Ay de ti, Betsaida!… Y tú, Cafarnaúm ¿por ventura te levantarás hasta el cielo? Caerás hasta el infierno» (Lc 10,13-15). 16.-El final de aquel hombre, dominado por los demonios, resulta peor que el principio: «así sucederá a esta generación perversa» (Mt 12,45). 17.-«Si alguno habla contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro» (Mt 12,32). 18.-«Por tus palabras te justifica­rás y por tus palabras te condenarás» (Mt 12,36-37). 19.-La reina del Sur y «los habitantes de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación y la condenarán» (Lc 11,31-32). 20.-En la siega final, el trigo va al granero de Dios; y «como se ata la cizaña y se arroja al fuego, así sucederá al fin del mundo» (Mt 13,30.39-40). 21.-«Mirad, pues, cómo oís, porque al que tiene, se le dará, y al que no tiene, se le quitará aun lo que cree tener» (Lc 8,18). 22.-Se pedirá cuenta a esta generación por los profetas asesinados: «¡ay de vosotros, doctores de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia, y no entráis vosotros ni dejáis entrar a los que lo intentan!» (Lc 11,50-52). 23.-«Temed a aquel que, después de matar, tiene poder para enviar al infierno» (Lc 12,5). 24.-Felices los siervos que al volver el señor los encuentra cumpliendo con su deber; y maldito el que no cumple: «vendrá su amo en el día que no espera y en la hora que no conoce, lo castigará severamente y le dará la suerte de los infieles» (Lc 12,37-38.45-46). 25.-«Yo os lo aseguro: si vosotros no os arrepentís, todos moriréis igualmente» (Lc 13,3). 26.-Así será «al fin del mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de los justos, y los arrojarán en el horno de fuego: allí será el llanto y el rechinar de dientes» (Mt 13,47-50). 27.-«Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: luchad para entrar por la puerta estrecha, porque yo os digo que muchos pretenderán entrar y no podrán». Algunos gritarán, «Señor, ábrenos»; pero Él les contestará: «alejáos de mí todos los obradores de la iniquidad. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros arrojados fuera» (Lc 13,23-29). 28.-Ninguno de los invitados a la boda descorteses gozará del banquete del Señor (Lc 14,24). 29.-El pobre Lázaro muere y es acogido en el seno de Abraham; muere el rico y va al infierno, donde, está entre tormentos (Lc 16,22-28). 30.-Cuando aparezca finalmente el Hijo del Hombre, «uno será tomado y el otro dejado» (Lc 17,30.34). 31.-«A todo el que me confesare delante de los hombres, yo lo confesaré delante de mi Padre celestial. A quien me negare delante de los hombres, yo lo negaré delante de mi Padre celestial» (Mt 10,32). 32.-El que come del pan celestial, que es Cristo, vivirá eternamente; el que no come su cuerpo ni bebe su sangre, no tendrá vida (Jn 6,51.53). 33.-Dice Jesús de los fariseos: «toda planta que no plantó mi Padre celestial será arrancada. Dejadles: son ciegos conductores de ciegos; y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en la fosa» (Mt 15,13). 34.-El que por amor a Cristo pierde su vida, la salva. El que trata de ganarla, avergonzándose de Él «ante esta generación adúltera y pecadora», la perderá para siempre (Mc 8,35-38). 35.-«Quien escandalizare a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valiera que le ataran al cuello una piedra de moler que mueven los asnos y lo arrojasen al profundo del mar» (Mt 18,3.6­7). 36.-«Si tu ojo te escandaliza, sácalo de ti: más te vale entrar en el reino de Dios con un solo ojo, que con dos ojos se arrojado al infierno, donde el gusano no muere, ni el fuego se apaga» (Mc 9,47-48). 37.-Jesús dice a los judíos que le rechazaban: «Si no creyéreis que yo soy, moriréis en vuestro pecado… El padre de quien vosotros procedéis es el diablo, y queréis hacer lo que quiere vuestro padre… el padre de la mentira. A mí, en cambio, porque digo la verdad, no me creéis. El que es de Dios oye las palabras de Dios; vosotros no las oís porque no sois de Dios» (Jn 8,21-24.44-47). 38.-Imposible para los hombres que los ricos entren en el reino de Dios, pero posible para Dios (Mc 10,24.27). 39.-Hay que utilizar bien los talentos recibidos de Dios, «y al siervo inútil arrojadlo a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de los dientes» (Mt 25,30). 40.-«Os digo que el reino de Dios se va a quitar a vosotros, para concederlo a un pueblo que dé sus frutos. Todo el que caiga sobre esta piedra se estrellará, y sobre quien ella caiga, lo aplastará» (Mt 21,43-44). 41.-Acerca del que entró en las bodas vestido indignamente, dice el rey a los sirvien­tes: «atadlo de pies y manos, y arrojadlo a las tinieblas exteriores; allí será el llorar y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados, y pocos los escogidos» (Mt 22,12-14). 42.-«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!… ¡Serpientes, raza de víboras! ¿cómo podréis escapar de la condenación del infierno?» (Mt 23,13.33). 43.-«Ay de vosotros, fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un discípulo y cuando llega a serlo, lo hacéis merecedor del fuego eterno, dos veces más que vosotros» (Mt 23,15). 44.-«El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien lo condene: la palabra que he hablado, ésa le condenará en el último día» (Jn 12,48). 45.-Cuidado con no cebarse con los bienes de este mundo, olvidando el Reino: «velad y orad en todo tiempo, para que podáis escapar a todas estas cosas que han de venir, y comparecer seguros ante el Hijo del hombre» (Lc 21,34-36). 46.-Las vírgenes prudentes entran en las bodas del Esposo. Pero cuando las necias llaman: «Señor, Señor, ábrenos. Él les responde: en verdad os digo que no os conozco. Vigilad, porque no sabéis el día ni la hora» (Mt 25,10-12). 47.-«Venid, benditos de mi Padre, entrad a poseer el reino que os está preparado desde el principio del mundo… Y dirá a los de su izquierda: apartáos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles… E irán al suplicio eterno, y los justos, a la vida eterna» (Mt 25,34.41.46). 48.-«¡Ay de aquel hombre [Judas] por quien el Hijo del hombre es entregado! Más le valiera no haber nacido» (Mt 26,24). 49.-Los sarmientos que permanecen en la Vid dan fruto; pero «si alguno no permanece en mí, será arrojado fuera, como el sarmiento, y se secará. Los recogerán, echarán al fuego y arderán» (Jn 15,5-6). 50.-«Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y se bautizare, se salvará; el que no creyere, se condenará» (Mc 16,15-16).

* * *

Cuatro conclusiones

Hay, al menos, en los Evangelios cincuenta textos explícitos, distintos, en los que Cristo anuncia salvación o condenación. Eso significa que

1. nuestro Salvador predicaba siempre dando a su Evangelio un fondo soteriológico de salvación o de condenación.

2. Por tanto, si alguno  excluye sistemáticamente en su predicación la soteriología del Evangelio –salvación o condenación– enseña un Evangelio falso, no el de Cristo. Falso o al menos muy deficiente. No conseguirá conversiones, ni vocaciones, ni suscitará en los hombres fruto espiritual alguno.

3. Quien diga que «el Señor acoge a todos y no excluye a nadie», y que «siendo su salvación gracia puramente gratuita, no exige ninguna condición», miente: niega el Evangelio. Claro que Cristo pone condiciones; pero Él ofrece la potencia de su gracia para que podamos vivirlas. Por eso es el Salvador.

4. La Virgen de Fátima predica la posibilidad del infierno, sin avergonzarse del Evangelio de su Hijo divino, y es prudente y madre fiel al mostrarlo a los tres niños –y a toda la Iglesia–. «Líbranos de las penas del infierno, y lleva al cielo a todas las almas».

* * *

Los Apóstoles prolongan la misma predicación del Maestro, en fondo y forma, sin desfigurarla ni modificarla en nada. Ellos creen en el pecado original, y ven a la humanidad como un pueblo inmenso de pecadores, dignos de condenación eterna: «todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios» (Rm 3,23). Todos necesitan la salvación de Cristo, una salvación obtenida por gracia. Ninguno sin la gracia del Salvador llega a la salvación, es decir, ninguno puede salvarse a sí mismo. San Pablo:

«Todos admitimos que Dios condena con derecho a los que obran mal… Tú, con la dureza de tu corazón impenitente te estás almacenando castigos para el día del castigo, cuando se revelará el justo juicio de Dios pagando a cada uno según sus obras. A los que han perseverado en hacer el bien, porque buscaban contemplar su gloria y superar la muerte, les dará vida eterna; a los porfiados que se rebelan contra la verdad y se rinden a la injusticia, les dará un castigo implacable» (Rm 2,2.4-8).

Ésta es la predicación de la Iglesia en toda su historia, en sus Padres y Concilios, lo mismo que en sus santos: Crisóstomo, Agustín, Bernardo, Francisco, Ignacio, Javier, Montfort, Claret, Cura de Ars, Padre Pío. Es el Evangelio que, convirtiendo a los pecadores, forma un pueblo santo para el Señor.

* * *

–Los pecadores, la descendencia de Adán, están en un error mortal. Piensan que pueden hacer de su vida lo que les dé la gana, sin que pase nada, es decir, sin sufrir castigos en ésta y en la otra vida. Con una ceguera espiritual insolente, llena de soberbia, creen los pecadores que, impunemente, pueden gobernarse por sí mismos, sin sujeción alguna al Señor Creador.

El Maligno les ha enseñado que ellos mismos son dioses, capaces de decidir qué es bueno o malo (Gén 3,5), y que por tanto pueden renunciar al pensamiento racional, autorizándose al absurdo y yendo contra naturam. Estiman que pueden legalizar el aborto, los matrimonios homosexuales y lo que les venga en gana. Creen igualmente que pueden autorizarse a vivir en el lujo, matando a otros hombres que, sin su ayuda, mueren de hambre y enfermedad. Piensan que en esta vida es perfectamente lícito no dedicarse a «hacer el bien», sino a «pasarlo bien». No temen, en fin, que su conducta les acarree penalidades tremendas en este mundo y posiblemente eternas en el otro.

Ignoran los pecadores que su ceguera está causada por el diablo, «padre de la mentira» (Jn 8,44), que les anima a pecar, a desobedecer a Dios, porque sólo así «serán como dioses» (Gen 3,5), independientes, libres, señores totales de su vida. Es así como el diablo los tiene cautivos por el engaño de la mentira, y por eso siguen pecando. Ignoran que «la maldad da muerte al malvado» (Sal 33,22). No saben que ya en esta vida temporal «están muertos por sus delitos y pecados» (Ef 2,1). Desconocen que si persisten en ellos no «heredarán la vida eterna» (Mt 19,29), sino que, separados de Dios, «irán al castigo eterno» (25,46).

* * *

Jesucristo salva a los hombres diciéndoles la verdad del Evangelio. Si es la mentira, procedente del Diablo, la que introduce a todos los hombres pecadores por la «puerta ancha y el camino espacioso», que lleva a una perdición temporal y eterna (Mt 7,13), será Jesucristo, la Verdad, el único Camino que puede llevarles a la vida verdadera y a la salvación eterna. Él ha venido al mundo «para dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37), sabiendo que solo ella puede hacernos libres (8,32), libres del Diablo, del mundo y de nosotros mismos.

Es el amor lo que mueve al Salvador a decir a los pecadores que no sigan pecando, que por ese camino van derechamente a su perdición temporal y eterna. Para eso bajó del cielo y se hizo hombre, propter nostram salutem, para salvarnos. Él ha venido a buscar a los pecadores, para salvarlos de los terribles males que les aplastan en este mundo y les amenazan después en la vida eterna. Por eso les habla del infierno con toda claridad y gran frecuencia. Precisamente porque Él es la «epifanía del amor de Dios hacia los hombres» (Tit 3,4), por eso les predica 1.–que después de la muerte hay una existencia eterna; 2.–y que los actos humanos, conscientes y libres, realizados en la vida presente, pueden tener una repercusión eterna de salvación o de condenación.Y sabe Jesús que van a matarlo por decirles esto. En efecto:

Predica Jesús una verdad que para los hombres será vida, y para Él muerte. Cristo es rechazado hoy, como hace veinte siglos, porque amenaza con el infierno a los pecadores, llamándoles a conversión y ofreciéndoles su gracia salvadora.Si Cristo hubiera desdramatizado la oferta de su Evangelio, presentándolo como un camino más, excelente, pero no necesario; si hubiera dado solamente unas orientaciones «positivas» –exhortando a todos los «valores»–; en fin, si hubiera silenciado cautelosamente toda alusión trágica a las consecuencias infinitamente graves que necesariamente vendrán del rechazo de Dios y de la Verdad, los hombres lo habrían recibido, o al menos lo hubieran dejado a un lado. Pero no se hubieran obstinado en matarlo, como lo hicieron entonces y lo siguen haciendo ahora.

El rechazo de Cristo Salvador es en gran parte un recha­zo insolente de la mera posibilidad del infierno. El hombre pecador quiere man­tenerse firme e inquebrantable en su convicción de que puede hacer de su vida lo que le dé la gana, porque él es el «señor» absoluto de ella. Él no tiene que responder de sus actos ante nadie. Él no necesita ser salvado de nada, es decir, no necesita un Salvador –y menos aún necesita una Iglesia «sacramento universal de salvación» (Vat. II, LG 48; AG 1)–. Por eso rechaza a Cristo, que tiene el atrevimiento de presentarse como «Salvador del mundo» (1Jn 4,14): «yo soy el camino, la verdad y la vida: nadie llega al Padre si no es por mí» (Jn 14,6)

* * *

Unas preguntas complementarias.

–¿Creen ustedes que la Iglesia hoy pretende y consigue que los hombres conozcan que en la vida presente se están jugando una vida eterna de felicidad o de condenación?

–¿Estiman ustedes que hoy es frecuente omitir sistemáticamente en la predicación, en la catequesis, en la teología, en revistas y libros, en encuentros comunitarios, toda alusión a esa dimensión soteriológica? Y en caso afirmativo:

–¿Conocen ustedes quizá otras causas que expliquen más y mejor la paralización de las misiones, la falta de vocaciones, el absentismo masivo a la Misa dominical, la anticoncepción generalizada, la eliminación del sacramento de la penitencia y casi del matrimonio, la mundanización de los cristianos en pensamientos y costumbres, en modas e ideologías, en divorcios y adulterios, y en sus frecuentes apostasías?

–¿Puede decirse con verdad que actualmente no pocas Iglesias locales parecen interesadas en el bien temporal de los hombres, como grandes ONG, pero que no pretenden tanto, ni con mucho, la glorificación de Dios (doxología) y la salvación eterna de hombres y naciones? Por último:

–¿Creen mis lectores, nunca suficientemente apreciados, que puede haber en la Iglesia reformas verdaderas y benéficas sin la recuperación previa de la fe en la soteriología, siempre enseñada por Cristo y por la Iglesia, y hoy tantas veces silenciada o incluso abiertamente negada?

* * *

La Virgen de Fátima sabe que el Señor quiere «que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad» (1Tm 2,3-4). Y precisamente por eso llama con palabras tan fuertes y claras a la necesaria conversión, sabiendo que Dios ha dado por Ella al mundo a Jesús, «una fuerza de salvación» para los hombres (Lc 1,69), una fuerza espiritual sobre-humana, sobre-natural, celestial, divina, más fuerte que el demonio, el mundo y la carne; y que con Él vivimos en «un tiempo favorable, el tiempo de la salvación» (2Cor 6,2). Oigamos, pues, lo que la Mater Salvatoris nos viene exhortando desde hace ya cien años:

«Rezad, rezad mucho, y haced sacrificios por los pecadores, pues van muchas almas al infierno por no tener quien se sacrifique por ellas» (4ª aparición: 13-VIII-1917).

«Oh Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, principalmente las más necesitadas» (3ª: 13-VII-1917).

José María Iraburu, sacerdote

Post post.–Recomiendo leer en el Catecismo de la Iglesia los nn. 1033-1037, que dan la fe católica sobre el infierno.

Índice de Reforma o apostasía

 

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