Sigo con los posts sobre el obispo en la Edad Media


Voy a continuar con los anteriores posts acerca de los obispos medieval. Me sorprendió que me dijerais que os habían interesado mucho esos posts. Así que continuo.

No es fácil saber qué tanto por ciento del clero había caído en el concubinato. Eso variaba de unas zonas de Europa a otras zonas, y de una época a otra. En los reinos de España, incluso los momentos más relajados de la Edad Media, fue muy raro. Mientras que en algunas zonas del Reino de Francia fue más frecuente en alguna época concreta. Cuando uno escucha las protestas de los predicadores más austeros de esos siglos, queda claro el pecado, pero no queda clara la frecuencia de la inmoralidad.

No hay duda de que hubo obispos que vivían en esa situación de pecado grave. ¿Decían misa todos los días? No. Tenían un pavor terrible al castigo divino. Si un obispo caía en el concubinato, se tranquilizaba a sí mismo recordándose que el sexo era algo natural, que mucha gente (tanto de sus sacerdotes como de sus fieles) lo comprendía sin escandalizarse, tenía confianza en perdón divino. Pero a lo que sí que los medievales tenían una impresionante reverencia era al Santísimo Sacramento de la Eucaristía. El obispo en pecado tenía pavor a entrar en contacto con ese Misterio sagrado en el que estaba presente el Dios terrible.

Había muchas leyendas acerca de la salvación en el último momento. Leyendas que insistían en la confianza que había que tener en el perdón divino. Pero había grandísimo temor al castigo divino si uno cometía semejante sacrilegio. Creían en un Dios de los cielos comprensivo con la debilidad de hombres hechos de barro. Pero que castigaba ejemplarmente el sacrilegio. Ay del que profanara los misterios sagrados. No importaba si uno era arzobispo, cardenal o sumo pontífice.

Por esta razón, había obispos que no habían celebrado misa durante muchos meses. Si uno celebraba misa, debía estar confesado. Y eso significaba arrepentimiento y propósito de enmienda. La lógica escolástica era rotunda, sin duda alguna era preferible no comulgar en Pascua de Resurrección, antes que hacer un acto sacrílego, echando el Cuerpo Santo de Nuestro Señor en un lugar inmundo.

Casi todos los obispos, pecadores o no, asistían a misa diaria. Su ausencia hubiera sido demasiado notada. El obispo vivía justo al lado de la catedral, contiguo a ella. El prelado no solía vivir en las dependencias de la catedral con los canónigos. Aunque al principio hubiera tenido su residencia inserta en el complejo de viviendas de los canónigos, siempre llegaba un prelado que mandaba construir una residencia aparte. Eso sucedía siempre, antes o después.

Aunque se le llamase “palacio episcopal”, se trataba de una amplia residencia urbana con muchas dependencias. Los obispos querían vivir aparte de los canónigos, en compañía de sus más allegados: uno o dos clérigos de su máxima confianza, un siervo y un ama de llaves que llevaban toda la vida con él. Allí recibía a familiares y amigos. Las comidas eran totalmente distintas de las de los canónigos, lo mismo los muebles, tapices y el resto de la ornamentación. Por eso el palacio episcopal, aunque contiguo, era un edificio totalmente aparte. El obispo quería intimidad y llevaba un nivel de vida superior al de sus canónigos. Si esto ya pasaba con los abades de algunas grandes abadías, cuánto más con el obispo que no era religioso, que no había hecho voto de pobreza  y que no tenía por qué llevar una vida de comunidad. (Mañana continuaré.)

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09:56

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