Liturgia diaria meditada - Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme (Jn 21, 20-25) 03/06



Sábado 03 de Junio de 2017
San Carlos Lwanga y compañeros, mártires
(MO). Rojo.

Durante el siglo XIX, misioneros católicos y anglicanos llegaron a Ruanda. La actitud de las autoridades fue benevolente en un primer momento, pero cuando los cristianos denunciaron los abusos de poder, comenzó la persecución contra los misioneros. Muchos de ellos sufrieron terribles torturas y otros fueron quemados vivos. Carlos Lwanga era un joven ugandés de 20 años, que pertenecía a la corte y fue martirizado en el año 1885. Hoy es el patrono de la juventud africana.

Antífona de entrada         cf. Sab 3, 6-7. 9
El Señor probó a sus elegidos como oro en el crisol y los aceptó como un holocausto. Por eso brillarán cuando Dios los visite, porque la gracia y la misericordia son para sus elegidos. Aleluya.

Oración colecta    
Dios nuestro, que hiciste de la sangre de tus mártires semilla de nuevos cristianos, concédenos bondadosamente que el campo de tu Iglesia, regado por la sangre de san Carlos Lwanga y sus compañeros, te brinde siempre una generosa cosecha. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas       
Al presentar nuestros dones, Señor, te pedimos que, así como diste a tus mártires la gracia de morir antes que pecar, nos concedas también a nosotros, servirte en tu altar con total entrega. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona      Sal 115, 15
Es valiosa a los ojos del Señor la muerte de sus santos. Aleluya.

Oración después de la comunión

Te pedimos, Padre, que estos divinos sacramentos, recibidos en la conmemoración de tus santos mártires, como a ellos les dieron el valor para superar los tormentos, a nosotros con concedan, en medio de las adversidades, la perseverancia en la fe y en la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Hech 28, 16-20.30-31
Lectura de los Hechos de los Apóstoles.
Cuando llegamos a Roma, Pablo recibió autorización para alojarse en una casa particular con un soldado que lo custodiara. Tres días después convocó a los judíos principales, y cuando se reunieron les dijo: “Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de nuestros padres, fui arrestado en Jerusalén y puesto en manos de los romanos. Después de interrogarme, quisieron dejarme en libertad, porque no encontraban en mí nada que mereciera la muerte; pero ante la oposición de los judíos, me vi obligado a apelar al Emperador, sin querer por esto acusar en nada a mi pueblo. Por eso he querido verlos y hablarles, ya que a causa de la esperanza de Israel llevo estas cadenas”. Pablo vivió dos años enteros por sus propios medios, recibiendo a todos los que querían verlo, proclamando el Reino de Dios, y enseñando con toda libertad y sin encontrar ningún obstáculo, lo concerniente al Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.

Comentario
La escena marca el final del libro de los Hechos de los Apóstoles. Pablo ha llegado al lugar más inesperado para hacer conocer a Cristo. Y ha cumplido con la misión que le ha dado Jesús de predicar a todo el mundo.

Sal 10, 4-5. 7
R. ¡Los que son rectos verán tu rostro, Señor!

El Señor está en su santo Templo, el Señor tiene su trono en el cielo. Sus ojos observan el mundo, sus pupilas examinan a los hombres. R.

El Señor examina al justo y al culpable, y odia al que ama la violencia. Porque el Señor es justo y ama la justicia, y los que son rectos verán su rostro. R.

Aleluya        cf. Jn 16, 7. 13
Aleluya. “Les enviaré el Espíritu de la verdad; él les hará conocer toda la verdad”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Jn 21, 19-25
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús resucitado había anunciado con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que te va a entregar?” Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: “Señor, ¿y qué será de éste?” Jesús le respondió: “Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa? Tú sígueme”. Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: “Él no morirá”, sino: “Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?”. Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relatara detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.
Palabra del Señor.

Comentario
¿Por qué nos preguntamos siempre cómo será la relación de los demás con Jesús? ¿Por qué tanta intriga respecto de hacia dónde caminan los demás? Jesús nos enseña a mirarnos a nosotros mismos y nuestra relación con él, y nos dice: “Tú, sígueme, que de los demás yo mismo me ocupo”.

Oración introductoria 
Mi buen Jesús, aquí estoy. Quiero responder con generosidad al llamado que Tú me has hecho. Quiero seguirte al igual que Pedro y los demás discípulos. Quiero ser la luz de la gente que vive en oscuridad. Quiero ser la esperanza de los que han caído en el desaliento. Quiero ser testigo de tu amor en el mundo, que ha olvidado tu amor. 

Petición 
Dios mío, te suplico me regales la gracia de ser tu testigo; la gracia de no tener miedo de anunciar tu palabra en mi familia, en mi trabajo y con mis amigos; la gracia de ser valiente para no dejarme llevar por la comodidad y las tentaciones. 

Meditación 

Hoy leemos el final del Evangelio de san Juan. Se trata propiamente del final del apéndice que la comunidad joánica añadió al texto original. En este caso es un fragmento voluntariamente significativo. El Señor Resucitado se aparece a sus discípulos y los renueva en su seguimiento, particularmente a Pedro. Acto seguido se sitúa el texto que hoy proclamamos en la liturgia.

La figura del discípulo amado es central en este fragmento y aun en todo el Evangelio de san Juan. Puede referirse a una persona concreta —el discípulo Juan— o bien puede ser la figura tras la cual puede situarse todo discípulo amado por el Maestro. Sea cual sea su significación, el texto ayuda a dar un elemento de continuidad a la experiencia de los Apóstoles. El Señor Resucitado asegura su presencia en aquellos que quieran ser seguidores.

«Si quiero que se quede hasta que yo venga» (Jn 21,22) puede indicar más esta continuidad que un elemento cronológico en el espacio y el tiempo. El discípulo amado se convierte en testigo de todo ello en la medida en que es consciente de que el Señor permanece con él en toda ocasión. Ésta es la razón por la que puede escribir y su palabra es verdadera, porque glosa con su pluma la experiencia continuada de aquellos que viven su misión en medio del mundo, experimentando la presencia de Jesucristo. Cada uno de nosotros puede ser el discípulo amado en la medida en que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo, que nos ayuda a descubrir esta presencia.

Este texto nos prepara ya para celebrar mañana domingo la Solemnidad de Pentecostés, el Don del Espíritu: «Y el Paráclito vino del cielo: el custodio y santificador de la Iglesia, el administrador de las almas, el piloto de quienes naufragan, el faro de los errantes, el árbitro de quienes luchan y quien corona a los vencedores» (San Cirilo de Jerusalén). 

El cristiano es ante todo el seguidor de Cristo. Y como seguidor de Cristo, tiene que ser testimonio vivo de la presencia y del amor de Jesús al mundo. Con sus actos, con sus palabras, con sus deseos e incluso con sus sentimientos tiene que demostrar ser testigo de Dios y llevar el amor de Dios, su palabra, su reino a donde quiera que él vaya y así llevar junto con Jesús la salvación a todo hombre. 

Propósito 
Hablaré bien de alguien frente a los demás. 

Diálogo con Cristo 
Mi buen Jesús, aquí estoy para ser tu testigo, para llevarte a los demás. Quiero seguirte como lo hizo San Pedro y los demás discípulos. Te doy gracias por que me has llamado, y no puedo pensar en mejor manera de pasar mi vida que pidiendo como San Francisco Javier: has de mí un instrumento de tu paz, que donde haya odio, siembre yo amor. Donde haya desaliento, esperanza; donde tristeza, alegría; donde oscuridad, luz… 

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12:58

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