Lunes 19 de Junio de 2017
Misa a elección:
Feria. Verde.
San Romualdo, abad. (ML). Blanco.
Misa a elección:
Feria. Verde.
San Romualdo, abad. (ML). Blanco.
Martirologio Romano: San Romualdo, anacoreta y padre de los monjes Camaldulenses, quien, nacido en Rávena, deseoso de la vida y disciplina eremítica viajó por Italia durante varios años, fundando pequeños monasterios y promoviendo la vida evangélica entre los monjes, hasta que terminó sus trabajos en el monasterio de Valdicastro, en el Piceno. (c.951 - 1027).
Antífona de entrada cf. Sal 26, 7. 9
Escucha, Señor, la voz de mi clamor: No me rechaces ni me abandones, Dios, mi salvador, porque tú eres mi refugio.
Oración colecta
Dios nuestro, fuerza de los que esperan en ti, escucha con bondad nuestras súplicas, ya que sin tu ayuda nada puede la fragilidad humana, concédenos la gracia de cumplir tus mandamientos para agradarte con nuestras acciones y deseos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
O bien: de san Romualdo
O bien: de san Romualdo
Dios nuestro, que renovaste la vida eremítica en tu Iglesia por la obra del abad san Romualdo, concede que, renunciando a nosotros mismos y siguiendo a Cristo, podamos llegar felizmente al reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo…
Oración sobre las ofrendas
Señor, que nos alimentas con estos dones, y nos renuevas con tu sacramento, concédenos que nunca nos falte el sustento para el alma y para el cuerpo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión cf. Sal 26, 4
Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: Vivir en la casa del Señor todos los días de mi vida.
O bien: cf. Jn 17, 11
“Padre santo, cuida en tu nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros”, dice el Señor.
Oración después de la comunión
Te pedimos Padre, que así como la comunión que hemos recibido es signo de la unión de los creyentes en ti, también se realice la unidad en tu Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura 2Cor 6, 1-10
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: Porque somos colaboradores de Cristo, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios. Porque él nos dice en la Escritura: “En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí”. Este es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación. En cuanto a nosotros, no damos a nadie ninguna ocasión de escándalo, para que no se desprestigie nuestro ministerio. Al contrario, siempre nos comportamos como corresponde a ministros de Dios, con una gran constancia: En las tribulaciones, en las adversidades, en las angustias, al soportar los golpes, en la cárcel, en las revueltas, en las fatigas, en la falta de sueño, en el hambre. Nosotros obramos con integridad, con inteligencia, con paciencia, con benignidad, con docilidad al Espíritu Santo, con un amor sincero, con la palabra de verdad, con el poder de Dios; usando las armas ofensivas y defensivas de la justicia; sea que nos encontremos en la gloria, o que estemos humillados; que gocemos de buena o de mala fama; que seamos considerados como impostores, cuando en realidad somos sinceros; como desconocidos, cuando nos conocen muy bien; como moribundos, cuando estamos llenos de vida; como castigados, aunque estamos ilesos; como tristes, aunque estamos siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como gente que no tiene nada, aunque lo poseemos todo.
Palabra de Dios.
Comentario
Mientras asumimos la vida cotidiana, pensemos y oremos en nuestro interior esta frase: “Hoy es el día de tu salvación”. Sentiremos, seguramente, que nuestra vida toma un matiz nuevo, diferente, e incluso más alegre.
Salmo 97, 1-4
R. ¡El Señor manifestó su victoria!
Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: Su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. R.
El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: Se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. R.
Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos. R.
Aleluya Sal 118, 105
Aleluya. Tu palabra es una lámpara para mis pasos y una luz en mi camino. Aleluya.
Evangelio Mt 5, 38-42
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: "Ustedes han oído que se dijo: 'Ojo por ojo y diente por diente'. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: Al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado".
Palabra del Señor.
Comentario
Con estas palabras, Jesús quiere desterrar la venganza y romper con el círculo de la violencia. Con amor cualquiera puede ser capaz de cambiar un corazón y una vida. Es desde allí que el mundo empieza a cambiar, al menos, el pequeño “mundo” en el que nos toca vivir.
Oración introductoria
Señor, gracias por mostrarme tan claramente las actitudes que deben regular mis relaciones con los demás y, sobre todo, gracias por este nuevo día y por este momento de oración, oportunidad para crecer en mi amor y amistad contigo.
Petición
Señor, limpia mi corazón y pon un nuevo espíritu de bondad, semejante al tuyo.
Meditación
Hoy, Jesús nos enseña que el odio se supera en el perdón. La ley del talión era un progreso, pues limitaba el derecho de venganza a una justa proporción: sólo puedes hacer al prójimo lo que él te ha hecho a ti, de lo contrario cometerías una injusticia; esto es lo que significa el aforismo de «ojo por ojo, diente por diente». Aun así, era un progreso limitado, ya que Jesucristo en el Evangelio afirma la necesidad de superar la venganza con el amor; así lo expresó Él mismo cuando, en la Cruz, intercedió por sus verdugos: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34).
No obstante, el perdón debe acompañarse con la verdad. No perdonamos tan sólo porque nos vemos impotentes o acomplejados. A menudo se ha confundido la expresión “poner la otra mejilla” con la idea de la renuncia a nuestros derechos legítimos. No es eso. Poner la otra mejilla quiere decir denunciar e interpelar a quien lo ha hecho, con un gesto pacífico pero decidido, la injusticia que ha cometido; es como decirle: «Me has pegado en una mejilla, ¿qué, quieres pegarme también en la otra?, ¿te parece bien tu proceder?». Jesús respondió con serenidad al criado insolente del sumo sacerdote: «Si he hablado mal, demuéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?» (Jn 18,23).
Jesús nos pide algo más que soportar "estoicamente" el mal, y evitar rencores y venganzas. Esta ya es una actitud de paciente dominio de uno mismo, digna de la alabanza de Cristo: "bienaventurados los mansos, ...los que lloran..." Pero hoy Jesús va más allá en su explicación porque nos pide una generosidad que desborda el ya amplio caudal del precepto del amor al prójimo.
Se diría que la única manera de acabar con el mal es añadir más bien. Así es el bien, el amor cuando con su "exceso" obliga al mal a no reproducirse, y a la larga lo extingue. No es una petición sólo para héroes. A todos nos lo pide, porque todos queremos imitarle y somos seguidores suyos. Sabemos que sólo su gracia y la fuerza que viene del Espíritu puede lograr en nosotros esta transformación. No dudemos en pedírselo hoy en nuestra oración.
Vemos, pues, cuál debe ser la conducta del cristiano: no buscar revancha, pero sí mantenerse firme; estar abierto al perdón y decir las cosas claramente. Ciertamente no es un arte fácil, pero es el único modo de frenar la violencia y manifestar la gracia divina a un mundo a menudo carente de gracia. San Basilio nos aconseja: «Haced caso y olvidaréis las injurias y agravios que os vengan del prójimo. Podréis ver los nombres diversos que tendréis uno y otro; a él lo llamarán colérico y violento, y a vosotros mansos y pacíficos. Él se arrepentirá un día de su violencia, y vosotros no os arrepentiréis nunca de vuestra mansedumbre».
Propósito
Por amor a Dios, ser misericordioso y perdonar, a la primera, cualquier ofensa que reciba.
Diálogo con Cristo
Jesucristo, dame la gracia para que el Reino de los cielos sea una realidad en mi vida al saber responder la agresión con la comprensión, que la preocupación por asegurar el bien económico no me lleve a la mezquindad y, sobre todo, que me convierta en un infatigable discípulo y misionero de tu amor, porque el mundo te necesita y yo debo llevarte al mundo.
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