Esta es la que daré el próximo domingo en las misas:
Las lecturas bíblicas de la Misa: Desde el ambón, un lector hace las lecturas del Antiguo testamento y de la Epístola. Se dispone así la mesa de la Palabra de Dios a los fieles y se les abren los tesoros bíblicos. Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de la redención y salvación; le ofrece alimento espiritual. El mismo Cristo, por su Palabra, se hace presente en medio de sus fieles. También actúa el Espíritu Santo, haciendo realidad la Palabra y abriendo el corazón de los fieles a su acogida, y convirtiendo así la celebración en acontecimiento de salvación.
El salmo responsorial: Es la respuesta del pueblo a la Palabra del Señor, utilizando también palabras inspiradas por Dios. Testo bíblico y salmo se iluminan mutuamente. El salmo nos impregna del verdadero espíritu de oración.
El aleluya antes del Evangelio: Aleluya significa “alabad (alelu) a Yahvé (Ya)” y es una aclamación triunfal por la que se reconoce que Cristo, a punto de hablar a la asamblea en el Evangelio, es Dios (Yahvé). Este canto tiene un tono jubiloso y triunfal por lo que se omite en tiempo de penitencia.
El Evangelio: El punto culminante de la Liturgia de la Palabra es la lectura del Evangelio, al que se le tributa suma veneración mediante una serie de signos: ocasionalmente el Evangeliario es llevado en procesión, acompañado con incienso y ciriales, la señal de la cruz, el beso al libro, el canto del título y la concusión. Su lectura se reserva siempre a un ministro ordenado y los fieles lo escuchan puestos en pie y responden con aclamaciones, reconociendo y profesando la presencia de Cristo que les habla.
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