La liturgia diaria meditada - ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? (Lc 7, 19-23) 14/12


Miércoles 14 de Diciembre de 2016
San Juan de la Cruz, presbítero y doctor de la Iglesia
(MO). Blanco.

San Juan, junto con santa Teresa de Ávila, fue el gran místico y reformador de la Orden del Carmelo. Durante su vida sufrió grandes desprecios, y hasta la cárcel, porque su obra no era comprendida. Ha dejado escritos que son verdaderas joyas de la literatura mística: Subida del Monte Carmelo, Noche oscura del alma, Llama de amor viva y otras. Murió en España en el año 1591.

Antífona de entrada         cf. Gal 6, 14
Sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo.

Oración colecta    

Dios nuestro, tú hiciste de san Juan de la Cruz, presbítero, un modelo perfecto de negación de sí mismo y de amor a la cruz; concédenos que, imitándolo siempre, lleguemos a contemplar tu gloria en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas       
Dios todopoderoso, acepta nuestra ofrenda en la conmemoración de san Juan de la Cruz, y concédenos expresar en la vida el misterio de la pasión de tu Hijo, que ahora celebramos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión       cf. Mt 16, 24
Dice el Señor: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga”.

Oración después de la comunión

Dios nuestro, que en san Juan de la Cruz manifestaste admirablemente el misterio de la cruz, concédenos, por tu bondad, que, fortalecidos por este sacrificio, permanezcamos fielmente unidos a Cristo y trabajemos en la Iglesia por la salvación de todos los hombres. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Lectura        Is 45, 6b-8. 18. 21b-25
Lectura del libro de Isaías.
Yo soy el Señor, y no hay otro. Yo formo la luz y creo las tinieblas, hago la felicidad y creo la desgracia. Yo, el Señor, soy el que hago todo esto. ¡Destilen, cielos, desde lo alto, y que las nubes derramen la justicia! ¡Que se abra la tierra y produzca la salvación, y que también haga germinar la justicia! Yo, el Señor, he creado todo esto. Porque así habla el Señor, el que creó el cielo y es Dios, el que modeló la tierra, la hizo y la afianzó, y no la creó vacía, sino que la formó para que fuera habitada: Yo soy el Señor, y no hay otro. No hay otro Dios fuera de mí; un Dios justo y salvador, no lo hay, excepto Yo. Vuélvanse a mí, y serán salvados, todos los confines de la tierra, porque Yo soy Dios, y no hay otro. Lo he jurado por mí mismo, de mi boca ha salido la justicia, una palabra irrevocable: Ante mí se doblará toda rodilla, toda lengua jurará por mí, diciendo: Sólo en el Señor están los actos de justicia y el poder. Hasta él llegarán avergonzados todos los que se enfurecieron contra él. En el Señor hallará la justicia y se gloriará toda la descendencia de Israel.
Palabra de Dios.

Comentario
Todo el texto nos lleva a contemplar la grandeza de Dios y la pequeñez humana. En cuanto nos sentimos creaturas y reconocemos al creador, la paz y la justicia brotan en la tierra.

Sal 84, 9ab. 10-14
R. El Señor promete la paz para su pueblo.

Voy a proclamar lo que dice el Señor: El Señor promete la paz para su pueblo y sus amigos. Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.

El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo. R.

El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.

Aleluya        Is 40, 9-10
Aleluya. Levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia. Ya llega el Señor con poder. Aleluya.

Evangelio     Lc 7, 19-23
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Juan el Bautista, llamando a dos de sus discípulos, los envió a decir al Señor: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”. Cuando se presentaron ante Jesús, le dijeron: “Juan el Bautista nos envía a preguntarte: ‘¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?’”. En esa ocasión, Jesús sanó mucha gente de sus enfermedades, de sus dolencias y de los malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos. Entonces respondió a los enviados: “Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!”.
Palabra del Señor.

Comentario
No alcanzaban las palabras para responder a los enviados de Juan. Jesús demuestra su condición por lo que hace. Ante palabras humanas, hoy y siempre, lo que más moviliza es el testimonio.

Oración preparatoria
Dios mío, a medida que se acerca la Navidad los pendientes se multiplican y parece que no queda tiempo para la oración. Te ofrezco hoy esta meditación confiando en que sabrás guiarme para darte el tiempo de calidad que mereces. Abre mi corazón, y el de mi familia, para que sepamos recibir a Jesús en la alegría y hacer siempre lo que Él nos pide: descubrirle en el prójimo. 

Petición
Señor, que el espejismo del consumismo no me distraiga de lo verdaderamente importante: reconocerte y alabarte, hoy y siempre. 

Meditación 

En la cárcel Juan tiene dudas, tenía una angustia y había llamado a sus discípulos para que vayan donde Jesús a preguntarle: "¿Eres Tú, o debemos esperar a otro?". Este fue justamente la oscuridad, el dolor de su vida. Ni siquiera de esto se salvó Juan. 

La tarea de hacer presente a Cristo, de anunciar la venida del Señor, no es una tarea que se realiza de una forma misteriosa, extraña, sino que es una tarea que se lleva a cabo de una manera particular a través de las mediaciones humanas. Es decir, por medio de diversos precursores que Dios nos va mandando. Sin embargo, cuántas veces el precursor puede no ser recibido, como lo vemos en el Evangelio, cuando Cristo dice: "Vino Juan, que no comía ni bebía y dijeron: -Tiene un demonio. Viene el Hijo del hombre, y dicen: -Ese es un glotón y un borracho; amigo de publicanos y gente de mal vivir". 

El precursor no debe su eficacia ni su fecundidad a si es o no es acogido, a si es o no es recibido, a si es o no es comprendido, sino que el precursor debe su fecundidad al hecho mismo de ejercer su tarea de precursor, al hecho mismo de predicar. O sea, que nosotros en la medida que somos precursores, somos fecundos, somos eficaces. La verdadera fecundidad de todo hombre y de toda mujer en esta vida no está sólo en la medida en que consigue que la gente lo escuche, sino en la medida en que es fiel a su misión. Podrá darse, además, que los otros escuchen y que reciban su palabra, pero la tarea fundamental de todo ser humano es, como dice un salmo: "gozarme en la ley del Señor, cumplir sus mandamientos".

A cada uno de nosotros el Señor nos manda ser precursores. Y como precursores, nos toca hablar, nos toca manifestar y nos toca proclamar con nuestro testimonio lo que es Dios en la vida del hombre. Podemos ser acogidos y comprendidos y tener grandes éxitos; o por el contrario, podemos no ser recibidos y encontrar, aparentemente, esterilidad. Sin embargo, como dice Jesús en la última frase de este Evangelio: "La sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras". 

Es decir, yo no necesito que otro me diga que estoy actuando bien, que está de acuerdo conmigo, o que el camino que llevo es el correcto; el precursor es fecundo por el simple hecho de proclamar el mensaje de aquel de quien es precursor. Cometeríamos un error si pensáramos que porque no vemos los frutos, estamos siendo infructuosos. Cometeríamos un error si nosotros pensamos que por el simple hecho de que la gente no nos reciba, no estamos siendo fecundos. 

Debemos preguntarnos: —¿Cómo se prepararían María y José para el nacimiento de Jesucristo? ¿Cómo preparó Juan las enseñanzas de Jesús? ¿Cómo nos preparamos nosotros para conmemorarlo y para la segunda venida del Señor al final de los tiempos? Pues, como decía san Cirilo de Jerusalén: «Nosotros anunciamos la venida de Cristo, no sólo la primera, sino también la segunda, mucho más gloriosa que aquélla. Pues aquélla estuvo impregnada por el sufrimiento, pero la segunda traerá la diadema de la divina gloria».

Propósito


No busquemos que la sabiduría de Dios se justifique por nuestras obras. Permitamos que sea el Señor, que viene en esta Navidad, el que justifique las obras. Hagamos de este Adviento, días de una especial e intensa purificación interior. Y para lograrlo, hagamos un serio examen para revisar dónde nuestra vida no está sabiendo ser precursora, y roguemos al Señor para que nunca seamos una puerta que cierra el paso a los frutos que Él quiere obtener de los demás, por nuestra mediación.

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16:58

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