Ayer se ha hecho pública la sentencia por la cual doña Rita Maestre, hoy portavoz del ayuntamiento de Madrid, y conocida por asaltar la capilla de la Universidad Complutense de Madrid con las domingas al aire y al grito de arderéis como en el 36 y menos rosarios y más bolas chinas, ha quedado absuelta de todos los cargos contra ella.
Además, los terroristas que atentaron con una bomba dentro de la basílica del Pilar de Zaragoza han visto bastante reducida su pena, ya que era una cosita de poco que apenas provocó daños materiales por valor de algo más de 143.000 euros y lesiones a una señora. Tampoco nos vamos a ensañar. No eran mala gente, de hecho, ellos mismos declararon que “el pequeño artefacto de fabricación casera perseguía atentar contra un símbolo religioso como elemento del poder establecido, pero no causar lesión a ninguna persona”. Ya está.
Ironía on.
Si es lo que tienen estas cosas, que una pobre chiquilla sin mayor maldad, en esos años en los que se hacen tonterías, entre un día en la capilla de la universidad ¡ha entrado en la capilla, por fin una vez! ligerita de ropa, que sería verano, decida hacer una pequeña procesión por dentro del templo, cosa del todo piadosa, y cantando cosas de hoy, en claro signo de modernidad y aggiornamento, no solo no debería ser motivo de escándalo, sino gesto que debería suscitar entre el capellán y los demás universitarios gratísimas corrientes de simpatía. Pues no. Se cabrean y denuncian. Está claro. En esta Iglesia nuestra el problema son los curas clericalizados y con cara de vinagre. Muy bien la absolución de doña Rita.
Y lo mismo pasa con Zaragoza. Un petardito de nada y hale, que si la policía, que si el juicio, que si terroristas. Total el destrozo tampoco fue para tanto: ni 150.000 euros, con toda la pasta que se debe manejar en el Pilar. Panda de exagerados.
De lo de Suecia tampoco se puede decir nada. Unos pobres indigentes, gente sin hogar, que no tiene donde descansar tranquilos. Los pobrecitos acuden a la casa de Dios a descansar y, claro, en algún sitio tienen que deponer mayores y menores y darse a sus inocentes desahogos. ¿Qué se llevan algún tubo del órgano? No pasa nada. Si sirve para que coma un pobre, fantástico. Seguro que a Dios no le importa.
Ironía off.
Pues eso, que el único problema es que los cristianos en general, y los católicos muy particularmente, somos gente adusta, agresiva, mal encarada, y más dados al juicio, la condena y la sanción que a la acogida y la misericordia. Pues será. Pero servidor, aviso, y mis feligreses en su mayoría, somos de esos, y para nada partidarios de tragar con cosas como las indicadas.
Ya saben, lo del candelabro de bronce, que tanto ayudó a dejar las cosas en su sitio en la parroquia de don Camilo.
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