Con la solemnidad de Cristo Rey termina el año litúrgico en el que hemos ido leyendo en la misa textos selectos del evangelio de San Lucas. Culmina también al Año de la Misericordia, con el que hemos podido cambiar nuestro oscuro mundo a base de perdón y de amor.
Al leer hoy el impresionante y trágico relato de la crucifixión de Cristo comprendemos que su reinado no es triunfalista, sino sufriente, y lo acogen no los soberbios, sino los humildes creyentes. Eso mismo lo hace cercano al ser humano, que fracasa y sufre más de lo que quisiera.
Impresiona especialmente el dialogo entre Cristo y el ladrón, que reconociendo su culpa obtiene la promesa de una salvación inmediata. Y es que en el Reino de Cristo no sólo hay justicia para los inocentes, sino también para los culpables arrepentidos, porque” nuestro Dios es rico en misericordia”.
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