Después de mi post sobre la confesión, lo que más personas me han pedido es que aborde el tema de qué hacer cuando hay vergüenza invencible acerca de la confesión.
Acerca de lo cual dos son las cosas que debo decir: Primero, en cada ciudad, al menos, debe haber un confesionario donde en vez de rejilla haya una plancha con agujeros que haga totalmente imposible ver a la persona que se confiesa. De manera que la persona pueda arrodillarse en el confesionario sin ser visto al acercarse, y sin ser visto al alejarse. En la ciudad de Alcalá de Henares este confesionario existe (en la Capilla de las Santas Formas) y tiene siete confesores fijos que se turnan cada día de la semana desde las 22:00 a las 23:00. Ese confesionario no es el de la foto.
Segundo, si la vergüenza es invencible, lo mejor es llamar (de forma anónima) por teléfono a un sacerdote y comentarle este problema y quedar un día en el confesionario entregarle los pecados escritos de un modo claro y breve. En el confesionario de Alcalá que he mencionado, es posible que el penitente corra la portezuela de la pantalla apenas unos milímetros para deslizar una hoja.
La confesión escrita, preferiblemente, no debería exceder más allá de una hoja como máximo. Mejor si se da impresa, para poder leerla con más claridad.
El sacerdote dará los consejos, la penitencia y la absolución sin necesidad de cruzar ninguna pregunta al penitente. Esa confesión es perfectamente posible en casos de vergüenza invencible.
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