La liturgia diaria meditada - No me toques, que todavía no he subido al Padre (Jn 20,1-2.11-18) 22/07



Viernes 22 de Julio de 2016
Santa María Magdalena
(MO). Blanco.

Junto con los Doce y con María, la Madre del Señor, María Magdalena es la figura más importante en la vida pública de Jesús. Ella formó parte del grupo de mujeres que seguían a Jesús evangelizando (cf. Lc 8, 1-3) y que estuvieron junto a Jesús en el momento de la cruz cuando los Doce se dispersaron (cf. Mc 15, 40-41). A ella, antes que a nadie, se le apareció Jesús resucitado, con el encargo de llevar la noticia de la resurrección a la comunidad. 

Antífona de entrada          Jn 20, 17
Dijo el Señor a María Magdalena: “Ve a decir a mis hermanos: ‘subo a mi Padre, Padre de ustedes; a mi Dios, Dios de ustedes’”.

Oración colecta     
Dios nuestro, tu Hijo encomendó en primer lugar a María Magdalena la misión de anunciar la alegría pascual; concédenos, por su ejemplo e intercesión, predicar a Cristo resucitado y verlo reinar en tu gloria. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Recibe, Señor, los dones que te presentamos en la conmemoración de santa María Magdalena, como tu Hijo unigénito recibió bondadosamente el homenaje de su caridad. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Antífona de comunión        2Cor 5, 14-15
El amor de Cristo nos apremia, a fin de que los que viven, no vivan más para sí mismos, sino para aquél que murió y resucitó por ellos.

Oración después de la comunión
Te pedimos, Dios nuestro, que la recepción de tus misterios infunda en nosotros aquel amor perseverante por el cual santa María Magdalena se mantuvo constantemente unida a Cristo, su Maestro. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

Lectura        Cant 3, 1-4a
Lectura del Cantar de los cantares.
Así habla la esposa: “En mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: “¿Han visto al amado de mi alma?”. Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma”.
Palabra de Dios.

Comentario
Solo se puede buscar a Dios cuando, de alguna manera, ya se lo posee y se lo ama. Es la plenitud de su amor lo que buscamos ansiosamente. Y vamos siguiendo, en esta búsqueda, los rastros que él mismo deja en nuestra alma.

O bien:         2Cor 5, 14-17
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto.
Hermanos: El amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto. Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así. El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.
Palabra de Dios.

Comentario
“María Magdalena, como la Esposa del Cantar de los Cantares se levanta de noche a buscar. El amor busca. No se resigna ni soporta la ausencia ni la idea de la muerte: busca. Busca de noche, al alba, en el jardín. Como en la espera de la nueva creación, se sitúa en el mismo escenario de la primera página del Génesis. Y Jesús, el nuevo Adán, se le manifiesta, porque el amor la había impulsado a buscarlo”.

Salmo 62, 2-6. 8-9
R. Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, tú eres mi Dios, yo te busco ardientemente; mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua. R.

Sí, yo te contemplé en el santuario para ver tu poder y tu gloria. Porque tu amor vale más que la vida, mis labios te alabarán. R.

Así te bendeciré mientras viva y alzaré mis manos en tu nombre. Mi alma quedará saciada como un manjar delicioso, y mi boca te alabará con júbilo en los labios. R.

Veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas. Mi alma está unida a ti, tu mano me sostiene. R.

Aleluya       
Aleluya. Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado. Aleluya.

Evangelio     Jn 20, 1-2. 11-18
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentado uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. María respondió: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que era el cuidador del huerto, le respondió: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. Jesús le dijo: “¡María!”. Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir, “¡Maestro!”. Jesús le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y Padre de ustedes; a mi Dios y Dios de ustedes’”. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.
Palabra del Señor.

Comentario
Pareciera que, ante el encuentro de estos dos amigos, todo el universo se callara, se aquietara y, a la vez, contemplara y escuchara cada una de sus palabras. También nosotros hacemos silencio al imaginar sus rostros alegres luego del dolor y la separación. Ahora la amistad de Jesús y María será más profunda, y gloriosa.

Oración introductoria
Señor mío, te necesito. No soy digno y humildemente te pido perdón por todas mis debilidades. Permite, por tu inmensa misericordia, que hoy pueda reconocerte y experimentar tu cercanía para salir como Magdalena a anunciar a todos la Buena Nueva. 

Petición
Dios mío, no permitas que las actividades diarias ni las atracciones del mundo me distraigan de mi fin último, de tu gloria y de tu servicio.

Meditación 

Hoy celebramos con gozo a santa María Magdalena. ¡Con gozo y provecho para nuestra fe!, porque su camino muy bien podría ser el nuestro. La Magdalena venía de lejos (cf. Lc 7,36-50) y llegó muy lejos…. En efecto, en el amanecer de la Resurrección, María buscó a Jesús, encontró a Jesús resucitado y llegó al Padre de Jesús, el “Padre nuestro”. Aquella mañana, Jesucristo le descubrió lo más grande de nuestra fe: que ella también era hija de Dios. 

Es justo para María Magdalena que, en su infinita ternura y misericordia, Jesús Renacido prefiera mostrarse por primera vez a ella con su cuerpo transfigurado. La compasión que Jesús siempre ha demostrado respecto a las almas en pena lo ha llevado a mostrar mayor atención hacia ellas. María Magdalena siguió durante años a Cristo en sus recorridos por las calles de Israel compartiendo alegrías y esperanzas con los otros discípulos, y ahora recibe el consuelo de ser la primera en ver a su Maestro vivo.

Los textos de la Misa de la Memoria de Santa María Magdalena nos dicen, por su parte, que a ella el Hijo de Dios le «confió, antes que a nadie... la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual» (Oración Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas) y es modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a Cristo» (Oración Postcomunión). 

En la Liturgia de las Horas ocurre otro tanto, ya que los nuevos himnos compuestos después de la reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida para Laudes y Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié en los mismos aspectos: María Magdalena como testigo privilegiado de la Resurrección, primera en anunciar a Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Algo similar se verifica en los demás elementos del Oficio Divino, en los que -nuevamente- no hay alusión ninguna a los supuestos pecados de la Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.

¿Cuántas veces también nosotros nos sentimos deprimidos, trastornados, embrujados por los hechos que se arremolinan violentamente en nuestra vida? Es precisamente en estos momentos cuando Dios está más cercano a nosotros, ansioso de donarnos el consuelo de su abrazo y su Resurrección, si logramos renunciar a nuestra autocompasión y dejamos de hurgar, orgullosos, en nuestro corazón herido buscando sólo el bien propio. Si nos esforzamos por volver a la luz, entonces secaremos de nuestros ojos las lágrimas de la desesperación. Entonces veremos la esperanza de Cristo, el Hijo de Dios que ha triunfado sobre el dolor, el pecado y la muerte.

Diálogo con Cristo
Jesús, con frecuencia me parece tan difícil darme el tiempo y buscar el mejor lugar para poder encontrarte en mi oración. Me dejo envolver en mis asuntos y no sé descubrirte en los demás. Dame un corazón humilde y sabio, para reconocer siempre que sin Ti no soy nada y que nada de lo que haga, por más maravilloso que pueda parecer, tendrá valor. 

Propósito
Pedir al Espíritu Santo la sabiduría y la fortaleza para cambiar esta actitud o comportamiento que no es propio de un auténtico discípulo y misionero de Cristo. 

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