Desde el mismo día de su matrimonio no faltó una sola noche en que aquella pareja rezara un padrenuestro a San José para que les concediera una buena muerte. Años y años, noche tras noche, para que san José nos conceda una buena muerte: padrenuestro…
San José no se pudo negar. Él falleció cuarenta y siete años después de su matrimonio. Ella, veintitrés años más tarde.
Los dos murieron en su casa y en su cama. En el momento de su fallecimiento, en ambos casos, un servidor, su hijo, estaba a su cabecera y los despidió de este mundo con todos los sacramentos, la absolución y la bendición final con indulgencia plenaria. Cosas de San José que no iba a dejar en barbecho tantos años de súplicas.
Disculpen que cuente esto, pero es que las lecturas de este domingo hablan de oración constante y me da la impresión que eso de la oración de petición como que lo tenemos un tanto olvidada.
Decía ya en la misa de ayer a mil feligreses que la oración de petición, para que se comprenda y para que sea eficaz, ha de sustentarse en tres pilares:
HUMILDAD. Es decir, reconocer que todo nos viene de Dios, cosa difícil en este mundo en el que todos vamos por la vida reclamando derechos, incluso delante de Dios. Cuántas veces, por ejemplo, cuando una persona inicia la vida con una pareja que no le es permitida según la ley de Dios te dice que es que tiene “derecho” a ser feliz… ¿Ante Dios derechos? ¿Nosotros, pecadores, por qué, cuáles? Pedimos porque sabemos que todo nos viene de Dios.
SANTIDAD. A ver si aprendemos lo que hay que pedir. Pedimos ser santos y los medios para lograrlo: alimento cotidiano, alabar a Dios y pedir que venga a nuestro mundo y nuestra vida su reino. Es que a veces nos empeñamos en pedir otras cosas y así nos pasa. Esa abuelilla que pedía por su nieta, que se había ido a vivir con el novio, para que los fuera bien…
PERSEVERANCIA. Nos pensamos que con un padrenuestro un día ya hemos cumplido, o que fue suficiente esa salve el día que visitamos el Rocío. Perseverancia cincuenta años rezando a San José. Perseverancia esos votos que hacían las madres por los hijos de llevar hábito una vida. Perseverancia en sacrificios, peregrinaciones, oraciones de años y años. Esa oración da siempre frutos aunque a simple vista ni se contemplen.
Por estos derroteros mi homilía de hoy. Un invitar a rezar, a pedir, a suplicar… pero con esas características: humildad, santidad y perseverancia. A lo que añado un detalle: y concreción. Es decir, un padrenuestro diario, el rosario, la misa ofrecida… Y el Señor no hará oídos sordos.
Publicar un comentario