Precioso evangelio. Una brillante mezcla de medivalismo y modernidad, variedad tipográfica y claridad. Es una pena que, precisamente, a los que más cualidades artísticas tienen, no suelen ser a los que se les encargan los leccionarios. Es así en todos los países. Un misterio.
Muchas veces es porque el que está en un despacho como jefe ni se le ocurre que las cosas puedan hacerse sustancialmente mejor. No hay mala voluntad. Simplemente es la pertinacia de la mediocridad.
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