La liturgia diaria meditada - Cuídense de toda avaricia, la vida de uno no está asegurada por sus riquezas (Lc 12,13-21) 31/07



Domingo 31 de Julio de 2016
18º Domingo durante el año
Verde. Semana 2ª del Salterio.

Martirologio Romano: Memoria de san Ignacio de Loyola, presbítero, quien, nacido en el País Vasco, en España, pasó la primera parte de su vida en la corte como paje del contador mayor hasta que, herido gravemente, se convirtió. Completó los estudios teológicos en París y conquistó sus primeros compañeros, con los que más tarde fundaría en Roma la Compañía de Jesús, ciudad en la que ejerció un fructuoso ministerio escribiendo varias obras y formando a sus discípulos, todo para mayor gloria de Dios (+1556 dC).

Antífona de entrada          cf. Sal 69, 2. 6
Líbrame, Dios mío. Señor, ven pronto a socorrerme. Tú eres mi ayuda y mi libertador; no tardes, Señor.

Oración colecta     
Derrama, Padre, tu misericordia sobre tu pueblo suplicante, y ya que nos gloriamos de tenerte por Creador y Señor, renueva en nosotros tu gracia y consérvala en tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo...

Oración sobre las ofrendas        
Santifica los dones que te presentamos, Señor, y, al aceptar este sacrificio espiritual, conviértenos en ofrenda eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sab 16, 20
Nos diste, Señor, el pan del cielo, que tiene un sabor incomparable; satisface todos los gustos.

O bien:         cf. Jn 6,35
Dice el Señor: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre, y el que cree en mí jamás tendrá sed”.

Oración después de la comunión
Acompaña y protege siempre, Señor, a quienes has renovado con este don celestial, y ya que nos reconfortas constantemente concédenos participar de la redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

1ª Lectura    Ecl 1, 2; 2, 21-23
Lectura del libro del Eclesiastés.
¡Vanidad, pura vanidad!, dice el sabio Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! Porque un hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. También esto es vanidad y una grave desgracia. ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su ocupación, un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad.
Palabra de Dios.

Comentario
El sabio llama vanidad a aquello que es ilusorio y que, por lo tanto, al final trae decepción. Su reflexión nos ayuda a discernir sobre nuestros trabajos y fatigas. ¿Qué objetivo perseguimos con ellos? Estas palabras nos hablan de la ambición mal encaminada, y quedan representadas con un ejemplo concreto en la parábola que narra Jesús.

Sal 89, 3-6. 12-14. 17
R. Señor, tú has sido nuestro refugio.

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”. Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche. R.

Tú los arrebatas, y son como un sueño, como la hierba que brota de mañana: por la mañana brota y florece, y por la tarde se seca y se marchita. R.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...? Ten compasión de tus servidores. R.

Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos. R.

2ª Lectura    Col 3, 1-5. 9-11
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas.
Hermanos: Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es la esperanza de ustedes, entonces también aparecerán ustedes con él, llenos de gloria. Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. Tampoco se engañen los unos a los otros. Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador. Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.
Palabra de Dios.

Comentario
Cristo renueva nuestro ser. Nos hace hombres y mujeres nuevos, viviendo en la gracia. Si esta gracia divina nos inunda, ya no queda lugar para el pecado.

Aleluya        Mt 5, 3
Aleluya. Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluya.

Evangelio     Lc 12, 13-21
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Uno de la multitud dijo al Señor: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Jesús le respondió: “Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?”. Después les dijo: “Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas”. Les dijo entonces una parábola: “Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha”. Después pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?”. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios”.
Palabra del Señor.

Comentario
El mensaje de la parábola está centrado en la frase: Necio, lo que has acumulado, ¿de quién será? El pasaje nos invita a confiar en Dios, nuestro Padre. El hombre ni siquiera puede asegurar completamente sus bienes. Por eso, su verdadera seguridad es la de sentirse en manos de Dios. El auténtico tesoro del hombre debe estar en el cielo y no en los bienes de la tierra. Estos deben estar al servicio de quien los necesita. De este modo hay que entender, también, la limosna y la caridad.

Oración introductoria
Padre, te pedimos que valoremos que la vida es el periodo de tiempo, corto, que tenemos para decidir nuestra eternidad, y para amar.

Petición
Espíritu Santo, fortaléceme para saber distinguir lo que vale para la eternidad y sepa confiar en tu Providencia divina.

Meditación 

1. ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Quién de nosotros no ha dicho alguna vez esta frase? Normalmente, esta es una verdad que vamos descubriendo a medida que vamos acumulando años en nuestra vida. Mientras somos jóvenes, y tenemos éxito, y estamos empezando a construir una familia, o una empresa, o una amistad, no pensamos que la vida sea vanidad. Pero también es verdad que casi todos en el camino de nuestra vida nos hemos encontrado con más de un fracaso. Y entonces nos hemos hecho esta misma reflexión que se hacía el autor del libro del Eclesiastés: ¿qué he sacado de tanto trabajo y de tanto esfuerzo? Pero, como todas las frases rotundas, debemos entender esta frase con sabiduría y moderación. Hay cosas muy importantes, y cosas menos importantes, y cosas nada importantes. Es a estas cosas nada importantes a las que no debemos prestarles demasiada atención y a las que, más de una vez, podemos calificarlas de vanidad. Sólo se valora en su justa medida la salud, o el dinero, o la amistad, cuando no se tienen; entonces es cuando vemos que, comparadas con los verdaderos valores de la vida, muchas cosas son simplemente vanidad. La reflexión de Qohélet sobre la vanidad de este mudo en ningún caso debe hacernos pesimistas o desentendidos, sino más prudentes y sabios.

2.- Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo… aspirad a los bienes de arriba... dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros… despojaos del hombre viejo y revestíos del nuevo. Estas palabras que dice san Pablo a los Colosenses son palabras claras y exigentes para todos nosotros, los cristianos. Venimos a este mundo con un cuerpo que tiene mucha inclinación al mal, porque es un cuerpo material y materialista, apegado a los bienes de la tierra. Por el bautismo hemos sido convertidos en hombres nuevos, con el alma revestida de gracia y santidad, pero el cuerpo sigue estando ahí con todas sus inclinaciones y pasiones. Cada día debemos esforzarnos para que el hombre nuevo que surgió en nuestro bautismo se parezca un poco más a Cristo. Es muy difícil vivir como hombre nuevo, como verdadero cuerpo de Cristo, y no lo seremos del todo hasta después de resucitados. Por eso, cada día debemos intentar, como nos dice el apóstol, dar muerte a todo lo terreno que hay en nosotros: impureza, pasión, codicia, avaricia, idolatría. Precisamente por eso, porque es muy difícil, debemos también pedirle a Dios todos los días, con el salmo responsorial de este domingo, que Él sea nuestro refugio de generación en generación.

3.- Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes… Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico para Dios. La parábola del hombre rico, que ponía toda su confianza en el dinero y pensaba que los bienes de la tierra le iban a hacer inmensamente feliz, es una parábola que debemos meditar hoy todos nosotros. En la sociedad en la que nosotros vivimos es necesaria una cierta cantidad de dinero para vivir feliz, pero, evidentemente, se puede ser muy infeliz aunque se tenga todo el dinero del mundo. Como esto es algo evidente, no necesito poner muchos ejemplos. La mayor parte de las personas que se suicidan no es por falta de dinero, sino porque ya no encuentran sentido para seguir viviendo. “Lo tenía todo, pero pocas veces se le veía feliz”, oímos que se ha dicho más de una vez para explicar el suicidio de algunas personas famosas. Y es que la felicidad, como todos sabemos, es un estado interior de la persona, no una circunstancia externa a la persona. Y esto nos puede afectar, en mayor o en menor medida, a todos nosotros. Es el eterno problema entre el dinero necesario y el dinero superfluo. San Agustín llegó a decir que el dinero superfluo es un dinero robado a los pobres. ¿Seremos todos ladrones? Es algo que, a la vista de la parábola de este domingo, deberemos meditar con sinceridad y humildad cristiana. Porque, ¿a quién de nosotros no nos sobran algunas cosas que les vendrían bien a los pobres? Vamos a hacer el propósito, como penitencia, de emplear el dinero superfluo en ayuda de las personas necesitadas, así seremos ricos ante Dios.

Propósito
Si de Dios recibimos dones tan grandes, también nosotros debemos dar: en ámbito espiritual debemos dar bondad, amistad y amor. Pero también debemos dar en el ámbito material, compartir el pan.

Diálogo con Cristo 
Acumular, comprar, buscar el placer… es el afán prioritario de nuestra cultura. Señor Jesús, frecuentemente me encuentro contemplando las cosas buenas de este mundo, pero no como medios sino como un fin. Necesito tener claras mis prioridades: Tú, primero, y luego todo lo demás, según me lleven hacia Ti. Dame la sabiduría para saber que la vida es corta y debo vivirla sólo para Ti.

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