La liturgia diaria meditada - La parábola de la cizaña (Mt 13, 36-43) 26/07



Martes 26 de Julio de 2016
Santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María
(MO). Blanco.

Los evangelios canónicos no nos brindan ningún dato sobre los abuelos de Jesús. Si, en cambio, son nombrados en el evangelio apócrifo de Santiago. La tradición cristiana los presenta como dos ancianos estériles, que piden a Dios la gracia de un hijo. En esto, Joaquín y Ana son, como tantas figuras del Antiguo Testamento, modelo de confianza en Dios y muestran que Dios puede obrar allí donde parece imposible. Su fiesta también nos hace tener presente toda la realidad humana de Jesús, que creció en una familia, y que siendo niño recibió el cuidado y la ternura de sus abuelos.

Antífona de entrada          cf. Eclo 44, 1. 25
Alabemos a san Joaquín y santa Ana, porque en su descendencia, el Señor Dios les concedió la bendición para todos los pueblos.

Oración colecta     
Señor, Dios de nuestros padres, tú concediste a san Joaquín y santa Ana la gracia que de ellos naciera María, la madre de tu Hijo encarnado; otórganos, por sus ruegos, alcanzar la salvación prometida a tu pueblo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Recibe, Señor, los dones que te presentamos y concédenos participar de la bendición prometida a Abraham y a su descendencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        cf. Sal 23, 5
Recibieron la bendición del Señor, y la misericordia de Dios, su salvador.

Oración después de la comunión
Dios y Padre, tú has querido que tu Hijo unigénito se hiciera hombre en la tierra para que, por este admirable misterio, los hombres renacieran de ti; te pedimos que seamos santificados con el espíritu de adopción quienes fuimos alimentados con el pan de los hijos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Ecli 44, 1. 9-15
Lectura del libro del Eclesiástico.
Elogiemos a los hombres ilustres, a los antepasados de nuestra raza, los hombres de bien, cuyas obras de justicia no han sido olvidadas. Con su descendencia se perpetúa la rica herencia que procede de ellos. Su descendencia fue fiel a las alianzas, y también sus nietos, gracias a ellos. Su descendencia permanecerá para siempre, y su gloria no se extinguirá. Sus cuerpos fueron sepultados en paz, y su nombre sobrevive a través de las generaciones. Los pueblos proclaman su sabiduría, y la asamblea anuncia su alabanza.
Palabra de Dios.

Comentario
La memoria de hoy es una buena ocasión para evocar a los hombres y mujeres ilustres en la fe que nos han precedido. Muy particularmente, si en nuestra familia hay personas que nos iniciaron en el camino de la fe –padres, abuelos–. Demos gracias a Dios por la fecundidad de sus vidas.

Sal 131, 11. 13-14. 17-18
R. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre.

El Señor hizo un juramento a David, una firme promesa, de la que no se retractará: “Yo pondré sobre tu trono a uno de tus descendientes”. R.

Porque el Señor eligió a Sión, y la deseó para que fuera su Morada. “Este es mi reposo para siempre; aquí habitaré, porque lo he deseado”. R.

“Allí haré germinar el poder de David: prepararé una lámpara para mi Ungido; cubriré de vergüenza a sus enemigos, y su insignia real florecerá sobre él”. R.

Aleluya        cf. Lc 2, 25
Aleluya. Esperaban el consuelo de Israel, y el Espíritu Santo estaba en ellos. Aleluya.

Evangelio     Mt 13, 16-17
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: “Felices los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.
Palabra del Señor.

Comentario
Joaquín y Ana confiaban en las promesas de Dios y vieron al Salvador. ¡Dichosos sus ojos! Y dichosos nosotros también, porque sabemos muy bien que no basta con mirar para ver las maravillas de Dios. De hecho, muchos vieron a Jesús con sus ojos y no reconocieron en él al Salvador. Sólo los ojos de la fe nos dan la posibilidad de encontrar los signos de Dios en las cosas que vemos todos los días.

O bien: Lecturas de la Feria

Lectura        Jer 14, 17-22
Lectura del libro de Jeremías.
Que mis ojos se deshagan en lágrimas, día y noche, sin cesar, porque la virgen hija de mi pueblo ha sufrido un gran quebranto, una llaga incurable. Si salgo al campo abierto, veo las víctimas de la espada; si entro en la ciudad, veo los sufrimientos del hambre. Sí, hasta el profeta y el sacerdote recorren el país y no logran comprender. ¿Has rechazado del todo a Judá? ¿Estás disgustado con Sión? ¿Por qué nos has herido sin remedio? Se esperaba la paz, ¡y no hay nada bueno...! El tiempo de la curación, ¡y sobrevino el espanto! Reconocemos, Señor, nuestra maldad, la iniquidad de nuestros padres, porque hemos pecado contra ti. A causa de tu Nombre, no desprecies, no envilezcas el trono de tu Gloria: ¡Acuérdate, no rompas tu Alianza con nosotros! Entre los ídolos de las naciones, ¿hay alguien que haga llover? ¿Es el cielo el que envía los chaparrones? ¿No eres tú, Señor, nuestro Dios? Nosotros esperamos en ti, porque eres tú el que has hecho todo esto.
Palabra de Dios.

Comentario
Un pueblo arrepentido reconoce las consecuencias de su pecado. La infidelidad a Dios y los atropellos a los pobres han traído desolación, violencia y dolor. En esta angustiosa situación el pueblo vuelve a mirar a Dios. Y vuelve a confiar en él, y en el gran poder de su misericordia.

Sal 78, 8-9. 11. 13
R. ¡Por el honor de tu Nombre, líbranos Señor!

No recuerdes para nuestro mal las culpas de otros tiempos; compadécete pronto de nosotros, porque estamos totalmente abatidos. R.

Ayúdanos, Dios salvador nuestro, por el honor de tu Nombre; líbranos y perdona nuestros pecados, a causa de tu Nombre. R.

Llegue hasta tu presencia el lamento de los cautivos, preserva con tu brazo poderoso a los que están condenados a muerte. R.

Y nosotros, que somos tu pueblo y las ovejas de tu rebaño, te daremos gracias para siempre, y cantaremos tus alabanzas por todas las generaciones. R.

Aleluya   
Aleluya. La semilla es la Palabra de Dios, el sembrador es Cristo; el que lo encuentra permanece para siempre. Aleluya.

Evangelio     Mt 13, 36-43
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña en el campo”. Él les respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y éstos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!”.
Palabra del Señor.

Comentario
Esta parábola nos habla de la paciencia y la misericordia de Dios. Él no arranca la cizaña apenas aparece, porque da tiempo al pecador para la conversión. Sólo al final, en el momento del juicio, quedará sellada la verdadera condición de cada cual.

Oración Introductoria
Dios mío, Señor de Misericordia, vengo a ponerme en tu presencia para pedirte que pongas tus palabras y tu mensaje en mi corazón para que sepa darte el fruto que Tú buscas en mí. Aumenta mi fe para verte en mi vida y en los demás; aumenta mi esperanza para vivir con alegría deseando estar contigo en la eternidad; y aumenta mi amor para nunca abandonarte ni dejarte solo porque Tú nunca me abandonas ni te apartas de mí.

Petición
Corazón de Jesús traspasado de amor por mí, inflama mi corazón de amor por ti. Dame tu gracia para darte mi vida; dame tus dones para darte mis acciones y darte gloria por siempre.

Meditación 

San Agustín, comentando esta parábola, observa que "primero muchos son cizaña y luego se convierten en grano bueno". Y agrega: "si éstos, cuando son malos, no fueran tolerados con paciencia, no lograrían el laudable cambio". Éste era el objetivo que Jesús se planteaba con su predicación. 

Jesús quiere que seamos la buena semilla que pertenece al Reino de Dios. Cuánto duele al Señor saber que muchos eligen el camino del mal y se apartan de Él; a nosotros también nos apena ver que efectivamente muchos se deciden por ser cizaña que ha sembrado el demonio. Satanás está en lucha contra Dios y contra los hombres, que busca constantemente que las almas se alejen de su Creador.

Pero Dios, el creador y dueño de campo que es el mundo, seguirá cuidando con mucha misericordia de su campo y trabajará no por arrancar la cizaña, sino para convertirla en bellas espigas que serán recogidas en la buena cosecha. Aunque en el mundo físico esto no es posible, sin embargo Dios puede hacer esto, pero necesita también de nuestra labor, de nuestras oraciones y nuestros sacrificios para ayudar a convertir a los pecadores.

Para nosotros esto es posible mientras hay vida, y una vez llegado el momento de rendir cuentas, Dios que nos persiguió con su amor infinito, nos evaluará con su infinita justicia. Pidamos a los ángeles, cosechadores del Señor, que ayuden a los seres humanos a obrar el bien y pertenecer al Reino de Dios. Hay que tener fe, porque en nuestra vida muchas veces luchamos por lo que no vemos, pero al final veremos por lo que luchamos: por Dios y su Reino.

El Señor nos dice que el que persevere hasta el fin, ése se salvará (Mt 10, 22). Este es el llamado a la perseverancia en el bien, en ser semilla buena que da fruto abundante en el campo del mundo creado por Dios. Pero la soberbia es la que puede descomponer la buena semilla que Dios ha sembrado, porque es asemejarse al maligno que se ha rebelado contra Dios, o como decía San Agustín, es hacerse perverso e imitador de los errores del diablo.

La cizaña será quemada en el día de la ciega. Este día final se le suele pintar con tintes tremendistas y catastróficos, infundiendo miedos y terrores. Para quien se ha esforzado en seguir la voluntad de Dios, aun a pesar de nuestras muchas deficiencias, debilidades y errores, no puede menos que esperar la misericordia y consideración por parte de Dios. No nos preparamos para un día de temor, sino para un día de esperanza y retribución. Si pensamos más frecuente en este día de la cosecha, sabremos vivir rectamente, incluso en las derrotas si van acompañadas de una sincera lucha y un sincero arrepentimiento. Así brillaremos también en este mundo con el fulgor de los hijos de Dios.

Propósito
Hoy rezaré mucho por la salvación de las almas del purgatorio, para que Dios, en su infinita bondad, mitigue los ardores de la purificación de estas almas que esperan con ansias el momento glorioso de su encuentro eterno con Dios.

Diálogo con Cristo
Señor, tuyo es el mundo porque Tú lo has creado, tuyo es el Reino porque tú lo has instaurado, tuyas son las almas porque Tú las has amado y salvado. Haz, Señor misericordioso, que no nos cerremos a tus palabras y a tu gracia. Transforma los corazones que se han alejado de ti para que no caigan en manos del enemigo que busca perderlos. También concede a mi alma ser la tierra fértil donde caiga la semilla de tu Palabra para que pueda dar fruto, para ayudar a otros y para hacer crecer tu Reino de paz, de vida y de gracia en mí y en el mundo entero.


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17:02

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