Una de las grandes bombas que le puede explotar al planeta para el próximo año 2017 es la política arancelaria que Donald Trump quiere llevar a cabo.
Es un tema que ahora a nadie le preocupa, pero que se puede convertir en el gran problema del mundo en menos de un año. En este blog siempre he afirmado que la relación económica entre China y Occidente es insostenible a largo plazo.
Ahora bien, dar marcha atrás es una operación que se debe hacer con un cuidado propio de cirujanos. Esta operación debería hacerse de común acuerdo con el gobierno chino, de un modo gradual, pactado, en los mejores términos.
Pero si esto se lleva a cabo de un modo pasional, populista y a base de golpes de puño sobre la mesa de la Casa Blanca, el desastre está asegurado y este remolino nos va a engullir a todos.
Una guerra arancelaria sin orden entre Estados Unidos y China abocaría al mundo a una recesión sin precedentes. Y lo que es peor, una brusca bajada de la demanda de bienes para la exportación en el gigante asiático acabaría provocando una bajada del PIB chino, una ralentización de la demanda interna de ese país, y finalmente una repatriación de deuda pública norteamericana y europea hacia China. El desastre estaría asegurado.
Trump ha planteado todo esto de un modo pasional, pero no sé si se da cuenta de este avispero debe ser movido con cuidado sumo. De lo contrario, nos vamos a sumir en una espiral no de estancamiento del PIB, sino de pura y dura destrucción del tejido económico.
Alguno se consolará pensando que quizá Trump sólo se limita a dar discursos llenos de energía, pero que cuando gobierne será un hombre sensato. Lo cierto es que revisando su historial y su personalidad no parece que tengamos muchas razones para dormir tranquilos. En su caso, los discursos son una nítida manifestación de su personalidad y de su modo de obrar.
Ahora nadie piensa en ello. Pero dependiendo de lo que diga el pueblo norteamericano en las urnas es una posibilidad real que antes de un año nos encontremos asistiendo como espectadores (al principio) a una guerra económica frontal con China con un lastre final de muchos millones de nuevos desempleados en toda Europa. Gobierne quien gobierne, ojalá que al final se opte por la vía de la serenidad y de la escucha a los asesores técnicos. Pero tenemos serías razones para prever que se avecina un huracán de consecuencias muy graves.
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