El Papa describe el perfil del buen pastor, en la misa de clausura del Jubileo de los Sacerdotes.
El papa Francisco celebró este viernes la santa misa delante de la basílica de San Pedro, con motivo del Jubileo de los Sacerdotes y de los seminaristas. La fecha coincide también con la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, instituida hace 160 años por el beato Pío IX.
A los más de seis mil sacerdotes que participaron del jubileo y que se encontraban reunidos en la explanada, como a los miles de fieles congregados en la plaza de San Pedro, el Papa les indicó el perfil del verdadero pastor de almas.
O sea el de una persona que incluye y se alegra, que se da a su grey “con todo su ser”, no al 50 por ciento o al 60 por ciento, porque es un pastor y no un ‘inspector’, ni un ‘contador del espíritu’. Es un ministro de la comunión que celebra y vive, que no se espera ni saludos ni felicitaciones, pero quien ofrece primero la mano, rechazando las habladurías, juicios y venenos”.
Pero también un padre que ‘con paciencia’ escucha los problemas de la gente, perdona ‘no reprende a quien abandona o pierde el rumbo’, y que por el contrario está ‘inquieto hasta que no encuentra a la oveja perdida, a la cual busca fuera de los horarios de trabajo ‘y sin asustarse por los riesgos’.
La orientación dada por el Santo Padre parte de la pregunta: “¿Hacia dónde está orientado mi corazón?”, inquietud que asegura, es “una interrogación fundamental de nuestra vida sacerdotal” que los sacerdotes “tenemos que plantearnos varias veces cada día, cada semana”.
Porque en medio de las tantas actividades y frentes, como la catequesis, liturgia, caridad, empeños pastorales y administrativos, se corre el riesgo de perder el norte y no entender qué tesoro debe buscar nuestro corazón. Entretanto, reconoce el Pontífice, este corazón va entrenado, para que “pueda arder de la caridad de Jesús el Buen Pastor”, con tres acciones: buscar, incluir, alegrarse.
Buscar a la oveja pedida, “fuera de los lugares del rebaño y de los horarios de trabajo, sin hacerse pagar los extras”. Y una vez que la encuentra la carga en la espalda y regresa contento. El corazón del sacerdote “no privatiza ni tiempos ni espacios” y advierte: “¡Hay de los pastores que privatizan!”. Por ello pide tenerlas puertas abiertas, pero aún más, salir afuera para buscar a quien no quiere entrar.
Por ello, un pastor incluye. Como Cristo, ninguna de sus ovejas le es desconocida. Su rebaño es su familia y su vida. “No es un jefe temido por las ovejas, pero el pastor que camina con ellas y las llama por nombre. Con mirada amorosa y corazón de padre recibe, incluye y cuando tiene que corregir lo hace para acercar, no desprecia a nadie, pero está dispuesto a ensuciarse las manos por todos”.
Por lo tanto, asegura el Santo Padre, el buen sacerdote es un pastor que tiene la alegría que “nace del perdón, de la vida que retorna, del hijo que respira nuevamente el aire de casa”. Motivos que le llevan normalmente a no tener tristeza, o solo pasajera, y la dureza le es ajena porque es pastor de acuerdo con el Corazón de Dios”.
Francisco concluyó su homilía dando un gracias, “por vuestro sí a donar la vida unidos a Jesús” y “por los tantos ‘sí’ escondidos de todos los días, que solamente el Señor conoce”.
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